A, B, C, D...

  

Érase que se era un país de dialoguistas políticos, un país de diablogueros de blog y diablo, un país de dialogueros dialogantes, donde cada prócer de cada partido, siempre, siempre, estaban dispuestos al diálogo con cualquier otro líder de cualquier otra formación, no importa la ideología, que se le cruzara por el florido y guarnecido camino de la política. Que cada cual, pues, ponga nombre y hombre a este ágora de la democracia, así como a todos y cada uno de sus escogidos y esclarecidos demócratas:

                Nada más empezar la segunda parte del partido que nadie ganó, el líder A soltó aquello de “No lo dude. Yo voy a hablar con todo el mundo”, pero sin aclarar de qué iba a hablar con cada cual, y luego resultó que nadie quería hablar con él… El líder B dice del líder A: “nunca hablaré con él porque quiero formar un gobierno progresista”, y acto seguido obsequia a los reaccionarios separatistas con dos sillones del Senado… Después viene el líder C, y suelta: “yo no hablaré con A, pero lo haré con B, siempre que éste no hable con D”, sin explicar de qué va a hablar, para luego escindirse en cabezas de medusa catalana, gallega, vasca, valenciana y aragonesa… El líder D, perfecto en sus ademanes, asegura que “él hablará con todo el mundo menos con C por separatista catalán, gallego, vasco, valenciano y aragonés”… Guay del Paraguay, chupìguay…

                Este, y no otro, es el inconmensurable afán de diálogo que guía a nuestros inefables y dialogantes próceres, que tanto dicen preocuparse por nosotros, y que tanto perjuran anteponer el interés del país al de su partido y a los suyos propios. Baste el ejemplo aquí expuesto para que nos quede todo claro como el agua cristalina.

                Estas son las mediocridades políticas que hemos puesto al mando, los que sus partidos han colocado al frente de sus banderines de enganche, los lumbreras que hemos elegido para gobernarnos… Eso sí, todos y cada uno de ellos dicen hablar en nombre y defensa de sus votantes (¿?). Cuando las circunstancias devienen a ser las que son – y es la primera vez que la ciudadanía les ha encargado entenderse entre ellos – se ponen nerviosos, se quitan la careta y se muestran tal cuales son: les importa bastante menos el país que su corral. Y lo demuestran palpablemente sin ningún género de duda.

                Lo único que sí me queda de duda es si A, B, C y D es una ecuación metafísica, sin fórmula alguna, y los números somos nosotros, o nosotros no somos nadie, o somos los ceros a la… iba a decir izquierda de mierda. Es que todos ellos hablan en nuestro nombre pero actúan como si no estuviéramos. Como aquel de la película Amanece que no es poco, cuando hablaba de que es que a lo mejor somos “contingentes”… O es a lo peor, que no somos ni eso… Pero ellos, ¿quiénes son ellos?.. o, lo más importante, ¿qué coño son..?