A QUIÉNES ME QUIERAN ESCUCHAR...

Por meterme a opinador, que no es lo mismo que redentor, aunque otros crean que sí – uno se convierte en una especie de imán que atrae todo lo que afecta, o puede afectar, a esa opinión – y entonces pasa lo que pasa… Con mis artículos de “Cómo jorobar a un pueblo”, y la secuela que lo siguió, me hice blanco de alabanzas, críticas, o velados avisos incluso… Pero, al mismo tiempo, me pinté una especie de diana en el pecho, o en el culo, que polariza toda queja, cada denuncia, o testimonio, que acaece en mi pueblo, y que, de alguna forma o manera, tenga algo que ver con el padrastro que un servidor levantó con el suyo…

Así, un amigo me manda una serie de fotos tomadas en el mismísimo centro neurálgico del pueblo: suciedad de botelloneos; mobiliario urbano arrancado, destrozado y esparcido por una de las principales plazas (la más “cultural” para mayor inri)… en fin, destrozo público y vergüenza pública en la misma gragea. Estas cosas, cuando pasan, y vuelven a pasar, una y otra vez, como los peces que beben en el río y vuelven a beber, hay que elevarlos, o bajarlos, no lo sé muy bien, a la conciencia pública, y enseñarlo a la sociedad que lo padece, y, de alguna manera, lo consiente… pues sigo convencido que los problemas no se arreglan silenciándolos y ocultándolos. por lo que, simplemente, lo colgué en FaceBook, sometiéndolo a juicio del pueblo que calla, paga y vota… Y esto, contraviniendo consejos, ya digo, de que las vergüenzas es mejor callarlas y esconderlas, así que…

El eco no se hizo esperar… Una larga cadena testimonial que sitúa el problema en su debida dimensión: que si es lugar de botelleo habitual; que vienen elementos de fuera a hacer “trompos” y al trapicheo de drogas; que si le han pegado fuego a una de las puertas laterales del propio Ayuntamiento; que uno le rajó la cara a otro en una reyerta, y, cuatro avisos a la Policía y ésta sin contestar ni acudir; que si las calles aledañas con carreras de motos y patinetes alucinantes; que si amanecen las casas más próximas llenas de meadas, vómitos e inmundicias… y un rosario de quejas y contraquejas que ponen el foco en el nudo del conflicto: la falta de vigilancia, incluso de actuación en determinados casos, policial… En el contrapunto (que también lo hay por parte cercana) se alude a un posible problema interno politicolaboral entre ambas áreas en que, el uno por el otro, la casa sin barrer… Pero ninguna de las partes parece darse cuenta que las consecuencias las está pagando el pueblo al que ambas se deben…

Porque el nudo gordiano of the question reside, parece ser, ahí mismo: en que yo, o cualquieras otros u otras, en calidad de simples ciudadanos, preguntamos a tales profesionales qué clase de policías son, por ejemplo…Municipales, una contestación lógica e indudable. Luego se deben al Ayuntamiento de ese municipio. Vale. Si entre ambos colectivos existe algo, o es que no existe absolutamente nada, cosa que ignoro aunque las señales sean otras, a un servidor se le escurre la segunda pregunta: ¿Quiénes pagan la nómina para cubrir determinados servicios, y quiénes la cobran por el mismo motivo?... Lo que resulta inadmisible (yo diría, y ustedes me sepan perdonar, innoble) es que la ciudadanía que está proveyendo de sus impuestos el salario tanto de políticos como de profesionales de la seguridad, sean los que estén en el más absoluto e incomprensible desamparo por ese lado… La dejadez no debe ser la consecuencia de la desavenencia. No es de recibo, ni, a lo peor, tampoco muy honrado…

Dicho esto (mi personal y humilde opinión) en esas mismas redes también dejé colgada la solución: se hace absolutamente necesario que los ciudadanos reaccionen, colaboren y ayuden en los supuestos, o no supuestos, conflictos… Se debieran formar Comités Ciudadanos que se constituyan ante los Ayuntamientos y empiecen a tomar iniciativas (deberían tomar nota los aspirantes para las próximas elecciones). No hay otra. En democracia, son los ciudadanos los que tienen que exigir y pedir cuentas a sus políticos, no al revés. Empezando por las corporaciones locales. El que vota ha de controlar a sus administradores, no al contrario. Y más cuando no funcionan como se espera que deben hacerlo. Pero no son ellos los responsables, o irresponsables, si no todos y cada uno de nosotros…

Me decía otro buen amigo que aquí no hay conciencia de pueblo, porque se ha hecho de mucha gente de fuera. Cierto. Yo he dicho siempre que formamos un pueblo de aluvión. Vale. Pero los mismos que se suman, o nos sumamos, cuando hay uno que sale a la palestra a contar las verdades del barquero y a recibir las hostias del pregonero,, son los que – y ustedes disculpen – están obligados a demostrar sus palabras con hechos… Yo mismo me llevo más palicos en la espalda y “boniqueces” en la oreja (claro, soy el escuchador/escribidor) que hostiones como panes. Es verdad. Pero me duelen más los silencios que las coces. Mucho más. Así que, por favor, a mí no me miren, mejor mírense ustedes en el espejo, y repitan conmigo: “un pueblo no solo tiene lo que se merece, también tiene lo que consiente”.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ

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