ACTIVOS Y PASIVOS
- Por miguel-galindo
- El 28/12/2020
No crean ustedes, pero me considero afortunado. Estoy pasando la pandemia leyendo, escribiendo, que es lo que más me gusta hacer . A falta de poder ver y abrazar como quisiera a mis nietos, me entretengo con lo que me parece a mí una buena solución, ya que no un buen sustitutivo. Otros u otras tejen, como Ariadna a la espera de Ulises, o de una normalidad que jamás volverá a ser como queremos que sea; o se las pasarán compitiendo en una inacabable olimpiada de verse cuánta serie aparezca en los éteres, bebiéndoselas en sus plasmas… O soñando ensoñaciones tan irreales como la realidad que vivimos. O pensando en una espera que nos acerca al final de una pesadilla, que, al fin y a la postre, siempre estará más próxima de nuestro propio final que ahora mismo… Estoy hablando, claro, de los días Cóvid de los que ya somos pensionistas, que eso es una cosa, y otra muy distinta el estar, o considerarse, o que lo consideren, jubilado. Yo ahora, por ejemplo, me da la sensación de estar jubilándome de mí mismo…
…Y ya digo, me considero un privilegiado, aún condenado a comprobar cada día que se me resta a la existencia, o a comprobar la redondez del tiempo, de la tierra y la de mi propio ombligo, al pensar, o al creer, o al convencerme a mí mismo, que lo que escribo en mi días grises y azules para las páginas y las redes que me portan y me soportan, es leído por ahí, gracias a los que se encargan de enredarme en ellas… Y debe ser así, cuando recibo milagrosas chispas de unos y de otros, breves, escuetas o largas, que son como pequeños ecos de que no todo cae en la aridez de la nada. Al menos, sé que estoy vivo y por ahí fuera también se vive, entre laboreo y terraceo, que son dos formas de arriesgarse, una más medida y otra más desmedida. La primera por necesidad, y la segunda por voluntad estricta, aunque en la segunda compremos más cartones para que nos toque el bingo del coronavirus, y compartamos el premio con los nuestros más nuestros, y lo repartamos por ahí sembrando suertes, como hacemos con las participaciones de nuestra lotería…
Que de todo hay. Pero los mayores solo tenemos dos opciones: o nos guardamos o nos guardan. En una residencia, en un hospital, o en una lata vacía, pero nos guardan. Así que mejor guardarnos por nosotros mismos lo mejor, o lo peor, que sepamos hacerlo, colegas míos. Al menos, las responsabilidades serán solo, única y exclusivamente, nuestras, y eso es un cierto lujo para los que aún podemos administrarnos la libertad de que dispongamos, aún con la relativa autonomía que nos permiten las circunstancias.
Lo que sí es cierto, y lo digo desde mi atalaya de opinador, es que yo, de momento, como emérito, ya no soy actor de nada, tan solo espectador de todo. Puedo mirar, pero no participar. Estoy retirado de la acción, jubilado de toda responsabilidad activa, pues por algo pertenezco (pertenecemos) a las clasificadas como clases pasivas… Así que me limito a observar y comentar lo que me parece con todos los que se arriesgan a leerme. Y no es poco, tampoco. Pero, a veces, hay días en que me veo como un loro atado a su alpiste, en cuya jaula, eso sí, le han dejado el megáfono de Ramoné, y se desgañita repitiendo sus tonteces y gilipolleces, y sus gracias aprendidas… Por ejemplo: desde mi ventana observo el cuadro berlanguiano de los diputados de la derecha aporreando su escaño al grito de “libertad”, y recuerdo a aquel Kruschev con su zapato aporreando el suyo de la Onu al grito de “su” libertad. Un derecho que nunca ha estado sujeto a discusión, salvo en nuestra más reciente dictadura, da la casualidad que de derechas en nuestro caso…
O lo de armar al personal con el mantra de “mis hijos son míos”, en defensa de unas opciones de elegir, que no se coartan en absoluto por cierto, ni de unas afirmaciones que no se producen en realidad… Mentiras sobre mentiras y sobre mentiras una… Todo el mundo tiene derecho a educar a sus hijos en los valores que quiera (constitucionales si vive en una democracia constitucional, claro) si se lo paga de su propio bolsillo y no con dinero del bolsillo de todos… La educación, la sanidad, los servicios todos, o son públicos, o son privados, y cada cual se costea lo que puede y lo que quiere. Los públicos son compartidos con el resto de los demás y he de respetar a los que no opinan como yo. No puedo, no debo, exigir a lo público que me pague una educación elitista…
Pero esta ventolera habrá pasado cuando esto aparezca escrito, o quizá no. Como han pasado otras. Y como aún tendrán que ocurrir las que están puestas en fila pendiente del desfile, sirva la redundancia… Y, por cierto, me doy perfecta cuenta que todos somos redundantes. Los que estamos en prearchivo, quizá que por las manías de la edad, o porque ya no llevamos anteojeras, o porque ya no estamos obligados a comulgar con ruedas de molino. Pero es que los que están en activo, se las traen…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php https://miguel2448.wixsite.com/escriburgo