ALGO ESTÁ PODRIDO...

…Y no en Dinamarca, precisamente. Hace unas semanas, en Madrid, en el Madrid justiciero y retrechero de doña Díaz Ayuso, se hizo un homenaje póstumo a la jueza del Tribunal Supremo de EE.UU., Ruth Baden Ginsburg, como reconocimiento a su intachable carrera, puesto que su figura representa una de las armas del sistema democrático, y así lo demostró en conciencia. Me estoy refiriendo a la auténtica independencia del poder judicial, cosa que aquí, precisamente aquí, deja mucho que desear, a pesar de ser un concepto que no nos quitamos de la boca… Ya saben: dime de lo que presumes, y te diré de lo que careces. Aquí todo político habla de libertad cuando quiere someterlo a sus criterios partidistas. Y la justicia, precisamente, es uno de ellos.

En el sistema norteamericano también se permite que los jueces del órgano supremo sean nombrados por los partidos en el poder, pero, al ser vitalicios en sus cargos, eso garantiza que no estén forzados a convertirse en esclavos sectarios de sus directrices… Y, una vez nombrados, pueden ejercer la auténtica independencia de conciencia en sus criterios, puesto que el partido que los nombra ya no los puede “desnombrar” si, en estricta justicia, cumplen la ley aún en contra de sus intereses políticos… La jueza Ginsburg fue un modelo en ello. Si hubiera tenido que venir a recoger el galardón otorgado aquí, en un país que ostenta el modelo opuesto a sus principios que se dicen premiar… simplemente hubiera rehusado al mismo. Tan solo que por pura y puñetera coherencia.

Lo primero que hubiera preguntado la buena mujer es si bloquear, durante tres años ya, la renovación del CGPJ, significa dotar de independencia al mismo, o, por el contrario, querer someterlo y dominarlo. Por supuesto que, para ella, no hubiera pasado la prueba del algodón. El intento desvergonzado por parte de uno de los partidos de capar el poder judicial a favor de sus intereses (está asediado por casos de corrupción a mogollón) resulta tan evidente, que casi produce sarna… Es un bloqueo cínico y nepótico. Tanto, que raya en lo anticonstitucional en un partido que presume de ser constitucionalista. La náusea de los que se quejan de la judiciliación de la política es que intentan escapar politizando la justicia…. ¿Qué mejor manera de blindarse frente a sus causas judiciales abiertas?.. Es una estrategia ésta, tan ruín y culpable, que produce asombro y sonrojo que la ciudadanía aún piense en votarlos. Pero eso, en España, resulta factible dada la ignorante polarización existente.

Que la dignidad de nuestras instituciones – que deben ser libres e independientes – está tocada, lo hemos visto también en la alineación partidista que compone el Tribunal de Cuentas (también bloqueada su renovación por lo mismo y por la misma formación); o en las apropiaciones de la Fiscalía; o en la renovación de TeleMadrid: un viaje de la relativa independencia a convertirse en La Voz de su Amo, de forma tan vergonzante como apabullante. (Aquí, en Murcia, está en el alero una merder con la adjudicación de nuestra inefable 7, del mismo y lamentable calibre)… Y todo, por la lucha entre los partidos para adquirir hegemonía en toda institución a fin de utilizarlas a su exclusivo interés.

Europa ya nos ha advertido seriamente sobre la deleznable anomalía del bloqueo del CGPJ, y eso que apenas empiezan a oler la chamusquina que impregna el resto de nuestras instituciones… No resulta extraño que el Consejo de la UE comience a hacer semejanzas de España con Turquía en sus informes, y que tanto han escandalizado a los del ejecutivo, a la vez que se ha intentado disimular y ocultar por todos los medios posibles, creando el suficiente ruido mediático con otras cosas y que mantenga al personal entretenido fuera de onda. También los medios se dejan atrapar en esta red, liados entre los intereses institucionales, constitucionales y sus propios intereses.

Por eso mismo, que los periódicos (unos más que otros) no estén por la labor de unirse solidariamente en la reclamación de que los medios de titularidad pública cumplan con rigor democrático su indispensable cometido, está causando una muy baja percepción social de la profesión de periodismo. Algunos conozco que, vendidos a lo “políticamente correcto”, por ejemplo, repetidores obedientes del cacareo oficial, y recibidor del maná de los anuncios de a página oficiales, alpiste del que se engrasa y alimenta, ha prescindido – groseramente además – de columnistas libres que no se plegaban a su claudicación de ser prensa libre… Ahora, aunque así sigue constando en su tarjeta de visita, en realidad se dedican a otra cosa. Los hay que, hundidos en encuestas de valoración independientes, recolectan a trepas populistas que solo aspiran a no saltarse el catecismo de la nueva censura y a expandir el pienso recomendado…

La judicatura española está iniciando el igual de dudoso y poco decoroso camino, en declive de la valoración social que puede y debiera merecer. Cada día hace más falta una autocrítica constructiva. El problema está en que el árbol de la democracia lo estamos convirtiendo en un bonsai… Y, o no nos damos cuenta de ello, o es que no queremos darnos cuenta, que bien puede ser esto mismo.

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