ALGO MÁS SOBRE CULTURA

 

Mi último programa radiofónico de la temporada, perteneciente a uno de mis artículos, La Cultura, por si quieren ustedes buscarlo en mi web, www.escriburgo.com , quizá por las respuestas a los comentarios recibidos, cosechó un cierto número de – por inusual – “posts” (perdonen mi ignorancia, pero doy ese calificativo a lo que me envían a posteriori), y de los que, digamos, se podrían dividir en tres grupos: los que se molestaban por el trato que le daba a la cultura oficial y oficializada impartida desde las consejerías y/o concejalías de cultura; los que me daban la razón en cuanto exponía; y los que se rebotaban por sentirse señalados en su… digamos “demanda cultural”, para que se me entienda. Intentaré dar oportuna satisfacción a todos ellos, si me es posible...

Mi respetuosa crítica, creo, a los establecidos como foros institucionales de la cultura, en los ayuntamientos, como patronatos municipales, etc. – y tengo mi propia experiencia en ello – es porque no arriesgan ni facilitan apertura alguna. Se limitan a ofertar servicios pasivos, como las bibliotecas, y en cuanto a la organización de actos culturales, ofrecen aquellos establecidos por la política oficial, ya instituidos o que toque promocionar. No hacen mucho más. Un trabajo eminentemente correcto-politico-administrativo por el que se justifican sus nóminas. A las iniciativas privadas se les examina con lupa, se les establece un tercer grado, se les pone en cola, y se les obliga a un horario funcionarial, poco práctico para un servicio público que ha de atenerse a otras necesidades distintas y distantes… En algunos lugares, la demanda ciudadana encuentra eco en esas iniciativas “libres y privadas”, que actúan como dinamizadoras, e incluso también colaboradoras, de los propios patronatos oficiales; en otros, se llega a entorpecer tales posibilidades desde los propios ayuntamientos; y en otros, no existe una mínima demanda ni inquietud cultural por parte del personal, simplemente un encefalograma plano y estímulo cero. Lo cual es muy cómodo para lo que viven de este… llamémosle “servicio”.

En cuanto a los que me daban la razón, tan solo que enviarles las gracias desde aquí, como no puede ser de otra manera… No es que yo escriba pensando en que todo el mundo aplauda mis opiniones, pues eso sería una auténtica gilipollez por mi parte, más bien al contrario, lo que se busca es suscitar un diálogo “no unitivo” pero sí constructivo, donde prós y contras, libremente, den su fruto. Una opinión que sea unánime es algo estéril, y que la unanimidad sea solo en partes, es algo satisfactorio, no sé si logro hacerme entender… Vivimos en una angustia constante: cambio climático, pandemias, guerras, escaseces, carestías… donde las preocupaciones se instalan en nuestras emociones, y, entonces, nos viene a la mente la vieja excusa perfecta: no podemos ocuparnos de la cultura. Sin embargo, todo lo contrario, es el momento de potenciar la cultura, de ocuparnos de ella, de hacerla nuestra, porque solo ella, en la Cultura, está la explicación, si no la solución, de nuestros problemas.

El otro grupo, el más susceptible, el que se veía reconvenido en mis palabras por la comodidad de pedir sin ofrecer, ruego que intenten entender mis razones y mis porqués, ya que no mis intenciones… A todos aquellos que me instan a promover un algo: un taller de lectura y escritura, un círculo de opinión, un foro cultural, un loquesea, les reconozco su buena predisposición, pero, como reza el refrán: “el perro escaldado…”, porque yo ya soy perro viejo, y encima, escaldado. No soy sujeto carente de intentos que solo hablo en teoría, si no que he recibido a cambio zancadillas y falta de respuesta, cuando no otras cosas. Mi oferta la tiene el que me busca, no el que me encuentra. Tiene que haber demanda, pero esa demanda ha de concretarse y no perderse en peticiones difusas de “tira tú que yo ya…”. La iniciativa, en suma, ha de partir de la demanda, no de la oferta. ¿Que por qué?.. Porque estamos hablando de Cultura, no de langostinos del Mar Menor, con permiso y con perdón…

En toda esta historia, me llama un amigo, de y desde, Cartagena, el único que lo ha hecho personal y directamente, sin e-mails en blog y todo eso, ya saben… “Si te vienes p´acá, te monto un sitio”, me dice todo ufano y dispuesto, y añade que lo difícil es tener el lugar, no llenarlo… ¿Seguro, acho?.. Pues “entonces siento una pena importante y un respeto imponente”, como decía aquel emotivo poema de “El Piyayo”. Porque aquí, en mi pueblo, es justo al revés: hay lugar, creo que disponibilidad – como todo un Casino en franca entrega, derrota y decadencia – pero no gente que llene su vacía vaciedad. Por ejemplo. Y esto es peor, mucho peor, que lo otro, porque entonces falta y falla lo primordial: las personas, el elemento humano. Y esta es la clave de bóveda que abunda en el contenido de mi párrafo anterior: ¿de qué vale la oferta si la demanda es “de boquilla”?.. Hit ist the question

Confío haber dado cumplida respuesta a lo planteado en ese programa de referencia motivado por ese mismo artículo de no menos referencia… Y no quiero que lean éste como una especie de puesta a la defensiva, si no mejor como una puerta a la ofensiva. Más bien es una simple constatación de unos hechos comprobables y contrastables. Solo eso. Yo solo soy culpable, si acaso, de padecer demasiada sensibilidad con respecto al tema de la Cultura. Lo reconozco y lo confieso. Y me cabrea el ninguneo que se le otorga por parte incluso de los que hacen salario de ella. De acuerdo. Pero también soy consciente de la valoración que le otorgan los ciudadanos en su escala. Y por eso soy un poco escéptico y un mucho cínico en mis apreciaciones. A lo mejor, o a lo peor, es porque tengo motivos. No sé si sobrados o infundados, pues bien puede faltarme, también, la debida objetividad.

Dice Joël Dicker, el escritor suizo superventas en Europa, que “los libros son una escapatoria mucho más potente que las series, o el cine”… En España habrá que preguntárselo a los libreros supervivientes. Ellos saben y conocen la respuesta cabal. Al menos aquí, en nuestro país, en nuestras comunidades, en nuestros pueblos… Al fin y al cabo mi opinión, lo que yo piense, no es más que un subproducto, un deshecho ya, de una cada vez más también subcultura… Nada, pues, que añadir.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com