ANALFABETISMOS

Resultado de imagen de analfabetos funcionales

Noticia a bombo y platillo en la prensa regional: “Nuestra Comunidad Autónoma reduce a la mitad la cifra de analfabetos”. En cuatro años, dice. Otra manera de leer la noticia es que en cuatro años nuestra región ha reducido en 5.000 el número de analfabetos, pues la cifra que teníamos hace un cuatrienio era de 10.000. Lo que pasa es que así el titular sería menos heroico, resulta menos llamativo. Y, por supuesto, de espectacular, nada. Ya es bastante vergonzoso que a estas alturas aún mantengamos aquí a cinco mil analfabetos integrales en pleno siglo XXI.

Porque luego está lo otro. Lo del concepto de analfabetismo. Que pueden quedar pocos (según se valores, claro) analfabetos integrales, pero seguir engordando la cifra de analfabetos funcionales. Y hasta extremos quizá insospechados. Que una cosa es saber leer y escribir y otra saber lo que se lee y se escribe, e incluso a veces, el cómo se escribe… Sabido es que cada vez hay más universitarios con faltas de ortografía e incluso de expresión lingüística, así como que nuestros estudiantes tienen cada vez menos capacidad de comprensión lectiva (son informes europeos y mundiales de estudios sacados por expertos educativos).

Y no es ninguna broma. Cuando era Juez de Paz, y no hace tanto de eso, he visto a señores con diplomatura de altura preguntar al funcionario lo que significaba la palabra “cónyuge”. O aquel impreso rellenado por otro titulado, donde en la casilla “vecino de…” puso los nombres de sus vecinos de calle. Lo que quiere decir que el analfabetismo funcional va mucho más allá, e incrementándose exponencialmente, al analfabetismo integral, en nuestro país, dado que los profesionales titulados y diplomados se integran en sus oficios ya con ese déficit incorporado. Saben de lo suyo, sí, pero ignoran cuanto no les interesa, y aquí entra la cultura de lleno. Incluso en la enseñanza existen profesionales que no han leído un solo libro en años. O que saben  mucho de matemáticas, a un suponer, o de ciencias, pero no saben quién fue el General Mola…

  Hace algún tiempo, como otro ejemplo práctico de lo que digo, me paró por la calle un caballero formado y colegiado, que me felicitó efusivamente porque “el municipio había reconocido mis aportaciones y se había puesto mi nombre a una calle”. Añadiendo… “ya era hora”. Ante mi estupor (casi me da un ictus) me soltó, ya con un gesto de extrañeza pintado en su cara, “…sí, hombre, ahí, en el barrio tal, la calle Miguel Hernández”… No tenía por qué saber mi apellido, naturalmente, pero sí debería saber quién es Miguel Hernández. Esa es la cuestión.

A un erudito le escuché una entrevista que le hacían en un medio de comunicación sobre este tema, y decía que había una fórmula muy sencilla para medir el nivel cultural de un país (está directamente relacionado con el tipo de analfabetismo que estamos tratando), y es, aseguraba, en el caso de España, por ejemplo, comparar la tirada del Marca con la de El País… Aparte del lapsus – involuntario o no – de nombrar periódicos, pues no es correcto, entre otras consideraciones, sí que es tremendamente ilustrativo en muy pocas palabras de lo que quería decir.

Existen muchos índices que lo señalan. Otro muy significativo sería el nivel de lectura de libros en un país. Igual es sabido que España es el último en el ranking europeo y uno de los más bajos de todo occidente. Pero luego está una segunda cuestión: no es solo cuánto se lee, si no qué se lee. Cincuenta sombras de Grey, por ejemplo, batió el récord de lectura de todo el mundo aquí, en España, pero nuestro propio Quijote sigue siendo uno de los menos leídos…Pregunten a nuestro ciudadano-tipo si conoce el último fichaje del Real Madrid, como otro vulgar ejemplo vulgar, si sabe quién es Messi, o, por el contrario, si conoce al último Premio Nóbel, o si sabe quién es García Márquez…

El analfabetismo integral se está erradicando, sí, es cierto, pero cuando los analfabetos cambian solo de nivel y pasan a ser analfabetos funcionales, conforme disminuyen los unos aumentan los otros… Y, al final, tós iguales como los manguales

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