APUNTÁNDOSELAS

  

Me susurra a la oreja un prójimo próximo: “tú fíjate y dime si es mentira, pero cuando un hombre vá a mear y ve cualquier cosa en la taza del váter, siempre apunta hacia ella”…, y me aclara, por si no he llegado a entenderlo, “es como tener a mano un arma cargada, y a la vista un objetivo”

                Y, la verdad es que, se acierte o no a la postre, sí que es una observación muy acertada, aunque no comentada, pues creo que todos los varones estaremos de acuerdo en semejante aserto. Aunque yo no comparta que sea por esa razón tan manida, que siempre se saca a colación, sobre que el hombre primitivo era cazador, y la mujer sus labores de cueva y todo eso. No. Además, el comparar el orgánulo con un arma, por muy cargada que esté de lo que esté, creo que es mucha presunción por nuestra parte, pero enfín… ahí queda.

                Lo que sí es cierto, o a mí me lo parece al menos, es que se le puede aplicar muy bien a los políticos españoles (en este caso, no implica sexo) sin distinción. Y es porque ellos y ellas, nuestros políticos y políticas, no hacen política de estado, si no de taza de váter… Hacen SU política personal y la de SU partido, pero no la política que necesita su país, sus ciudadanos. Exactamente lo mismo que el hombre, como dice mi amigo, no mea por el placer de mear, si no por el placer de apuntar hacia un objetivo concreto. No por el hecho de desaguar, si no por anotarse a sí mismo el resultado de su propia puntería.

                Los países democráticos de nuestro entorno, donde las elecciones son a doble vuelta, o, como en Gran Bretaña por poner un ejemplo concreto, o Suiza, el político electo a través de su partido, después ejerce absoluta libertad de voto y conciencia en sus cámaras, son la antítesis de los nuestros, sujetos tanto a consignas y disciplina de partido como al reparto de gabelas por los servicios prestados, y eso conforma un sistema viciado donde es fácil, muy fácil, que la corrupción anide en él. Que es lo que, en definitiva, está ocurriendo.

                Una democracia donde sus ciudadanos solo pueden elegir a los que previamente “le” han elegido los partidos, como otro ejemplo, es una semidemocracia, una democracia tutelada, si no secuestrada. Por el contrario, un sistema de listas abiertas viene a demostrar la limpieza, el desinterés y la poca intervención (entiéndase manipulación) de las siglas en las listas, donde cada aspirante debe ganarse la confianza de los electores personalmente y por su propia valía… si es que la tiene, claro.

                Los resultados de esa “micción controlada”, a tiro fijo, es lo que en la actualidad estamos padeciendo. Un país en funciones, desgobernado e ingobernable, por el único hecho de que sus políticos y sus partidos políticos solo miran SU cosica en la taza del váter. Solo orinan para servirse a sí mismos y a sus propios intereses, pero nunca, jamás, a los de la ciudadanía. Aquí no se mea si no es para apuntar a SUS objetivos.