ARTIFICIOS
- Por miguel-galindo
- El 27/04/2017
No me da la gana de edulcorar la vejez y soltar todas esas cosas bonicas que suelen decirse para falsear una realidad que resulta obvia. Pero el admitirla, el asumirla, no significa ignorarla, o disfrazarla… Envejecer jode mucho, un montón, y me perdonen tan malsonante término, pero no sé, ni quiero, expresarlo de otro modo. Hacerse viejo es jodido… Ni molesto, ni difícil, ni fastidioso, que también, pero lo suyo es “jodido”. Vamos, que jode un montón.
Y no por el hecho de criar arrugas, adiposidades, flaccidez, descolgaduras, y más fealdad que belleza, pues todo eso, con dineros tiene una buena parte de arreglo, ya saben, estiramientos, cirugía plástica, y cuantos cosméticos, confites y miramientos hay. Después uno parece un cartón piedra parlante, una momia recién planchada, un inexpresivo ser que habla desde un careto de escayola… Si no por los achaques internos, los que no tienen remenduría de chapucería fina, la huella del tiempo que deja su mácula en los órganos físicos y psíquicos, en las tripas y en el alma…
Cuando envejecemos, decaemos, y la decrepitud aparece. A unos, poco a poco, y a otros, de golpe, pero es una época, su época, la de la decadencia física, y eso, ya digo, jode un montón… Y el disimular que no jode, y que nos sentimos como chavales, y que no hacemos viajes del Inserso, si no de fin de curso, y vestirnos de zagaluchos, y te vas a enterar tú de lo que aún soy capaz, es la mamarrachada típica del viejuno que no sabe ser viejo. Es la gran mentira que nosotros mismos nos montamos para engañarnos a nosotros mismos. Nosotros solicos. Eso sí, con el encendido aplauso de una sociedad que saca pingües beneficios de ello. Pero la realidad es la que es, no la que nosotros queremos fabricarnos y hacer parecer.
La dignidad del que se muestra tal cual, con los años y los achaques que tiene, con la riqueza de sus vivencias y el peso de sus experiencias, sin engaños ni disimulos, contrasta con el patetismo del que se disfraza de una inmadurez postiza y esconde la realidad de su edad con actitudes impostadas… Yo, por supuesto, personalmente, prefiero al primero. Al segundo no lo entiendo, ni tampoco me interesa mucho entenderlo. No comprendo el transformismo que se niega ser lo que es.
Alguien me contó un día el caso de un próximo suyo, que prefería acostarse con una muñeca pepona adulta, de pechos inflados, con sus protuberancias y orificios, y rigideces, a hacerlo con una mujer estirada, operada, siliconada y adulterada. Decía que prefería saber que era una muñeca real a una persona irreal… Y, la verdad, es que te pones a pensarlo y no le falta cierto sentido. Es deprimente, cierto, pero está diciendo que un maniquí es más auténtico que un ser humano que no parece humano… No sé si me explico…