ATEÍSMOS (in memoriam)

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Murió Stephen Hawkings. D.e.p.- La mente más prodigiosa y extraordinaria, encarcelada en un cuerpo enfermo de Ela, ha dejado de existir, al menos en esta estancia terrenal. El más grande astrofísico de todos los tiempos, cuya meta para mantenerse vivo – según su propia confesión – era conocer el origen del universo, ya no está con nosotros (pero sí entre nosotros). El autor de la teoría del Bing-Bang se ha liberado. De sus obras más famosas, “Breve Historia del Tiempo”, es quizá la más mediática y conocida de todas, y quizá, es posible, que ahora él resida entre los bucles de ese tiempo y espacio que tan magistralmente dio a conocer a millones de personas legas como nosotros.

            Hawkings se definía a sí mismo como ateo manifiesto. Y las iglesias y trusts mundiales aprovecharon la oportunidad de tal sinceridad suya para desacreditarlo a él y a la ciencia que desarrolló (yo creo que descubrió, no que inventó) porque pone en entredicho todos los dogmas construidos por las religiones. Pero no fue interpretado correctamente, a sabiendas. Más claramente, fue malinterpretado a conciencia, con un propósito definido: el de salvaguardar esas normas y esos dogmas religiosos que tanta influencia y poder otorgan a los interpretadores de los credos y a los exclusivos representantes de las fes. Los seguidores y creyentes han de saber que tan eminente científico era un ateo confeso, dicen. Y creo que a él no le importaba en absoluto. Pasaba de eso.

            Sin embargo, la realidad es que no era un ateo propiamente dicho. Cuando decía que él no creía en Dios, lo que dejaba claro para quien quisiera entender, era que él no creía en el Dios que nos exponía cualquiera de las religiones existentes. Ese era su auténtico ateísmo. Pero cualquiera que haya leído alguno de sus libros encuentra un Dios mucho más allá que el representado por las religiones, que consideraba caduco para el intelecto humano, e incluso que el presentado por él mismo, que consideraba aún ignoto y por descubrir por ese mismo intelecto humano.

            Él descubrió la física que mueve el universo desde su creación, desde su aparición. Y aplicando sus leyes desarrolló la teoría del Bing-Bang. Una incalculable e indefinible explosión inicial que liberó ingentes cantidades de energía que dieron origen a todo lo conocido y aún por conocer, y cuya longitud de onda todavía se capta con los modernos radiotelescopios. La actual física quántica, así como la teoría de la Relatividad, de Einstein, parecen darle toda la razón.

            Pero esa mecánica movida por quantums de energía primordial requiere un motivo inicial, anterior al propio Bing-Bang, con un propósito definido. Y eso apunta a una cierta inteligencia. Siempre se descubrirá un más allá, quizá, de ese estallido original, y aún y así, siempre también habrá una causa anterior provocadora. Lleguen donde lleguen las futuras investigaciones, solo sabremos los efectos de una nueva, por conocida, causa. Ese era el Dios de Hawkings. El que siempre está más allá de cualquier primera causa conocida.

            Por eso, bendito ateísmo el suyo, que nos acerca al conocimiento de un Dios más verdadero que al hecho por las religiones a imagen y semejanza del hombre. No sé si me explico…

 

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