AYUDAS ENVENENADAS
- Por miguel-galindo
- El 10/12/2015
David Trueba es un excelente periodista de El País, con el que comparto título de columna, puesto que la suya es Mirador, sin artículo previo, como es la mía. Y desde ella le leo un trabajo en el que critica el modelo liberal de relajación en la intervención y control de la libre circulación de capitales por parte del estado, y aboga, por el contrario, por la multiplicación de las auditorías, del aumento de inspectores y mecanismos reguladores, dada nuestra innata dedicación en defraudar, cuando no estafar, a Hacienda.
Y, como apoyo a su tésis, cita los más sangrantes y recientes ejemplos, desde la fabricación de vehículos contaminantes que se benefician de las ayudas económicas por todo lo contrario, a las salas de cine cuyos productores falsificaban la compra de entradas para no perder la subvención estatal. Sí. Y también están los cursos de formación a parados con listas de inasistentes alumnos, los despidos simulados, el fraude en las bajas, las ayudas en las promociones de empleo, los subsidios agrícolas… Y una lista casi interminable donde se defrauda a mansalva, y los listos se llevan los dineros de todos (públicos) a manos llenas.
No le llevaré yo la contraria a lo que dice, ni mucho menos… Pero sí que voy a hacer una puntualización. Una muy simple matización. El control, inspección, seguimiento y tutela de todos esos dineros también supone mayores medios en la lucha antifraude, con un mayor gasto que aún hace más costoso el reparto y cuidado de esas ayudas, de tal forma y manera que si a las ayudas le sumamos el precio de los mecanismos de control, se necesitan cinco para repartir tres… Y, aún así, no se elimina del todo el riesgo de fuga, pérdida o malversación de lo que queda una vez restado el costo.
Lo que siempre he visto absurdo e idiota es aumentar la recaudación para luego devolver una parte en ayudas… más los costos derivados de ello. Es un poco tonto, salvo que ellos sean los listos y nosotros los tontos, claro. Lo suficiente tontos como para no ver el escamoteo de las cartas entre sus idas y venidas, nada por allí, nada por aquí… y ellos lo suficiente listos como para que algo se pegue, o se caiga, o se pierda, por el camino. Pero resulta más sano, más directo, menos costoso y más honrado, menos chapucero, más transparente… bajar directamente los impuestos eliminando ayudas y subvenciones, salvo las estrictamente necesarias puntualmente por circunstancias ajenas sobrevenidas, pero nunca, jamás, por sistema…
Algo tan sencillo, fácil y formal como: óiga, jefe, no me ayude pero cóbreme lo menos posible, porfa… Los políticos paternalistas e interventores siempre me han dado mala espina. Se montan gobiernos con fama de ong´s a costa del contribuyente y se echan al bolsillo lo que se pierde entre el dame y el toma. Su aparente generosidad está subvencionadas por el bolsillo de la gente a la que pretenden ayudar, y engrasada por ellos mismos. Más vale que sean menos dadivosos, pero más honestos…