AYUDAS ENVENENADAS

             

  David Trueba es un excelente periodista de El País, con el que comparto título de columna, puesto que la suya es Mirador, sin artículo previo, como es la mía. Y desde ella le leo un trabajo en el que critica el modelo liberal de relajación en la intervención y control de la libre circulación de capitales por parte del estado, y aboga, por el contrario, por la multiplicación de las auditorías, del aumento de inspectores y mecanismos reguladores, dada nuestra innata dedicación en defraudar, cuando no estafar, a Hacienda.

                Y, como apoyo a su tésis, cita los más sangrantes y recientes ejemplos, desde la fabricación de vehículos contaminantes que se benefician de las ayudas económicas por todo lo contrario, a las salas de cine cuyos productores falsificaban la compra de entradas para no perder la subvención estatal. Sí. Y también están los cursos de formación a parados con listas de inasistentes alumnos, los despidos simulados, el fraude en las bajas, las ayudas en las promociones de empleo, los subsidios agrícolas… Y una lista casi interminable donde se defrauda a mansalva, y los listos se llevan los dineros de todos (públicos) a manos llenas.

                No le llevaré yo la contraria a lo que dice, ni mucho menos… Pero sí que voy a hacer una puntualización. Una muy simple matización. El control, inspección, seguimiento y tutela de todos esos dineros también supone mayores medios en la lucha antifraude, con un mayor gasto que aún hace más costoso el reparto y cuidado de esas ayudas, de tal forma y manera que si a las ayudas le sumamos el precio de los mecanismos de control, se necesitan cinco para repartir tres… Y, aún así, no se elimina del todo el riesgo de fuga, pérdida o malversación de lo que queda una vez restado el costo.

                Lo que siempre he visto absurdo e idiota es aumentar la recaudación para luego devolver una parte en ayudas… más los costos derivados de ello. Es un poco tonto, salvo que ellos sean los listos y nosotros los tontos, claro. Lo suficiente tontos como para no ver el escamoteo de las cartas entre sus idas y venidas, nada por allí, nada por aquí… y ellos lo suficiente listos como para que algo se pegue, o se caiga, o se pierda, por el camino. Pero resulta más sano, más directo, menos costoso y más honrado, menos chapucero, más transparente… bajar directamente los impuestos eliminando ayudas y subvenciones, salvo las estrictamente necesarias puntualmente por circunstancias ajenas sobrevenidas, pero nunca, jamás, por sistema…

                Algo tan sencillo, fácil y formal como: óiga, jefe, no me ayude pero cóbreme lo menos posible, porfa… Los políticos paternalistas e interventores siempre me han dado mala espina. Se montan gobiernos con fama de ong´s a costa del contribuyente y se echan al bolsillo lo que se pierde entre el dame y el toma. Su aparente generosidad está subvencionadas por el bolsillo de la gente a la que pretenden ayudar, y engrasada por ellos mismos. Más vale que sean menos dadivosos, pero más honestos…