BAJEZA CULTURAL

  

Con lo del tristemente famoso Toro de la Vega nos seguimos cubriendo de gloria. La administración autonómica se ha visto forzada a legislar (solución salomónica donde las haya) que vale, que se lancee al bicho, y se le pique, y todo eso, pero que no se mate… Y se ha quedado tan oronda y lironda. Es una ley que condena la muerte pero permite la tortura. Algún alguien me dirá que es que los animales no sienten, en el colmo del partidismo más cínico y desalmado. Pero es falso. En esos sitios, los participantes son más animales que el propio animal, y, sin embargo, sienten. Que les claven la puñalada a ellos, a ver si les duele…

                El colmo de la burricie la ha soltado un funcionario del ayuntamiento del lugar, al decir que “prohibirlo equivale a tirar abajo un monumento”. Ante tan lapidaria frase, habría que preguntar al fenómeno ocurrente éste un par de cosicas, al menos. La primera, que qué considera él un monumento. Y la segunda, que si él mandaría erigir en la plaza mayor un monumento a la tortura y a los torturadores. Es que, si considera un monumento, a un suponer, a la Sagrada Familia, ya me dirá en qué se parece esa obra maestra de Gaudí a la salvajada de su pueblo. Yo, desde luego, no consigo ver la semejanza.

                Otra consideración muy meditada de los valedores de estas prácticas bárbaras y sangrientas es que lo que se expone es un espectáculo entre la inteligencia del hombre y la bravura del toro. Vale, bien… La bravura del toro la admito sin reservas, está a la vista, pero si la inteligencia del hombre está en procurar el sufrimiento y la muerte, no la veo yo por ningún lado. Eso tiene mucho de insania y poco, muy poco, de inteligencia. No veo yo el índice intelectual del torturador ante la bravura de un animal que se enfrenta a adversarios más crueles y preparados que él mismo. Y cobardes. Porque si se enfrentaran cuerpo a cuerpo, en la misma indefensión en que dejan al noble animal, no tendrían lo que sí tienen con todo a su favor… A saber si estas… me cuesta mucho decir personas, tienen el mismo concepto para inteligencia que para monumento.

                Luego, como el culmen de todo, como la joya de la corona de la intelectualidad, arguyen lo del respeto por las gloriosas y honrosas tradiciones. Pero no les queda capacidad para pensar que existen tradiciones malsanas y enfermizas que se entronan en la peor raíz del ser humano, y esas no pueden ser respetables. La crueldad, la tortura, la barbarie y la violencia no son una tradición de la que podamos sentirnos orgullosos, sino más bien avergonzados. Son tradiciones abominables que entorpecen la evolución humana. Un (mal) ejemplo: somos herederos de la cultura griega y latina, que tenían a buen tono la práctica de la pederastia, aparte de hacerse matar en el circo. Así que hagamos un monumento a tan ejemplares tradiciones, ¿no..?.

                El Toro de la Vega, como tantos festejos siniestros de este país, no son más que monumentos a nuestros más bajos instintos… Eso sí, a nuestros más tradicionales bajos instintos, naturalmente…