BALDÓN o GALARDÓN
- Por miguel-galindo
- El 18/05/2016
Al Papa Francisco le han concedido el Premio Carlomagno por su defensa de los valores europeos. Es la primera vez que se le concede a un Papa. Y es muy extraño que se lo hayan dado, toda vez que Europa está sumida en la crisis más profunda de su propia identidad con respecto a esos mismos valores. Por allí, por Aquisgrán, han pasado gente muy relevante, políticos de alto rango y altas personalidades. Incluso nuestro Juan Carlos I dispone de tal honor… Pero un pontífice, y que sea éste… y precisamente ahora…
Quiero, me gustaría, creer que algún alguien aún maneja el manubrio de esa concesión con cierta inteligencia no desprovista de una también cierta mala leche… Pues Francisco aceptó el premio tan solo por tener la oportunidad de decirles a la cara a todos los altos dignatarios y gobernantes europeos todo lo que se merecen. Porque los puso a caldo. Les soltó, en ese cuerpo a cuerpo, mirándoles directamente a los ojos, todos esos valores a los que Europa ha renunciado vergonzosamente. Les espetó de frente, que esa misma Europa tiene la obligación moral de respetar esas normas y leyes que ella misma se ha dado en derechos humanos, y de recuperar el liderazgo de la cultura humanística de la que siempre fue modelo y faro de solidaridad, acogimiento y justicia. Les dijo que lo que Europa suponía para el mundo y para la historia lo estaban tirando al cubo de la basura con la gestión de los refugiados. No se cortó un pelo, y, sin nombrar a nadie, los puso a parir a todos.
Mientras tanto, a no muchos kilómetros de allí, cerca de la frontera turca, un campamento entero de refugiados fue bombardeado, muriendo docenas de niños, mujeres y ancianos… Unos dicen que fue el régimen de El Assad, éste que fueron los del Estado Islámico, otros que los rusos, o que si fue, o no fue, un error… otro trágico error más. Unas cuantas víctimas colaterales más… Ya se buscará algo a quien cargar unas culpas que son de todos.
Pero indirectamente, en realidad, la culpable del bombardeo, es y siempre será Europa. A ella se estaba refiriendo, señalándola y condenándola directamente Francisco, casi que en esos mismos instantes. Huyen del horror de la guerra, y la misma guerra de la que quieren escapar les alcanza y los mata… en las fronteras de Europa, donde la misma Europa los ha hacinado… ¡Qué fatalidad!, diremos consternados. Pero no, no es ninguna fatalidad, sino una causalidad. La causa de su propio efecto, que es que Europa les volvió la espalda cuando estaban llamando a sus puertas y los situó en la diana de los sátrapas asesinos. Esa es la única y pura verdad.
El Papa lo estaba gritando con el rostro grave y cabreado en la cuna de Europa. A sus irresponsables responsables, allí presentes. Y estaba solo, como ya va siendo habitual, porque la cristiandad, su cristiandad, su catolicismo para ser exactos, calla con el mismo silencio culpable que los que tienen sus conciencias manchadas de sangre inocente. Sus cardenalatos, obisperios y parroquias siguen abiertos a los ritos vacíos de sentido, a los actos vacuos y fatuos de falsa sacralidad (léase, por ejemplo, las excelsas y vergonzantes Primeras Comuniones), y a muchas cosas igual de tristes y patéticas, pero cerradas a lo que en verdad grita el auténtico cristianismo desde el drama de los refugiados. Mucho orar y poco dar. Mucho recoger y poco reconocer… Como siempre, claro, como siempre.