BOLARDOS

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Estamos en plena fiebre de colocación de bolardos en toda ciudad con zonas de aluvión ciudadana. Y eso, aquí, en España, son todos los pueblos, pues somos país de juntarse mucho y de mucha fiesta y procesión, aparte, naturalmente, de ser también un país receptor, servidor y conservador de amogollonar turistas. Es consecuencia del miedo, claro, a esta forma artesana que han adoptado los zarrapastrosos asesinos locos y sin conciencia del Isis, para hacer su terrorismo de calle. Y eso, aún sabiendo que cuando no puedan matar gente estrellándole una furgoneta, idearán alguna otra manera doméstica de hacerlo.

                Pero, de momento, calmamos nuestro desasosiego sembrando el paisaje de jardineras y bolardos. Bien está. Hasta la propia Ana Colau ha consentido ponerlos, a pesar de su reticencia por venir aconsejado del Ministerio del Interior español. Y es que ella solo ponía bolardos a todo los del gobierno central y a los malvados españolistas, pero no a sus paseos y a sus ramblas. Ahora sí. Las ciudades de España escarmientan en cabeza ajena, pero Barcelona ha escarmentado en la suya propia.

                Y es que deberíamos poner bolardos a muchas cosas, personas y tendencias en este país de chupabirras y bribones. Los catalanes deberían ponérselos a sus políticos afectos a Maduro, a sus Cups, a sus ERC y a sus Peos de Cat, que tienen secuestrada la democracia y a ellos mismos. Al igual que el resto de españoles debemos empezar a poner bolardos a los colegas de los suyos, que es Podemos, y a los colegas de los nuestros, que son los demás. A los unos por los hunos, vándalos, alanos y dañinos, y a los otros por gürtelianos, quinquis y metemanos. Y a los de en medio por trileros y por titiriteros, por dejar que les den el cambiazo de votantes por militantes, que es un regate a la genuina democracia.

                Bolardos con todos ellos, conforme se vayan abriendo avenidas a las urnas. Bolardos que impidan el paso a todos esos bigardos.

 Quizá que esos bolardos virtuales sean más efectivos que los bolados reales de los que estamos en pleno advenimiento. Porque éstos son tan sólidos como temporales, hasta que la mala casta encuentre otra manera con, y otra gatera por, la que hacer daño, pero los otros son tan imaginativos como efectivos, puesto que se trata de regenerar toda la canalla política de este país, se trata de desterrar la mediocridad, el cutrerío, el compadreo y la chabacanería que nos gobierna, que es mucha y variada.

                En cualquier otro país europeo que hubiese sufrido lo que últimamente en este país, por la estulticia fanática de unos y la incapacidad manifiesta de otros, los responsables hubiesen sido largados en 24 horas. Fulminantemente. Pero aquí, no. Aquí a los inútiles nos los adoban con el disco del cuento rayado y nos los tragamos en nauseabundas croquetas. Pues pongámosles al menos bolardos a todos. Se los merecen.