BURRICIEGOS

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Uno de mis corresponsales me escribe que yo no soy un columnista. Que soy un ocurrentista. Bueno, a veces, no siempre… Normalmente soy un mirador metido a escribidor que solo interpreta lo que ve, y eso no deja mucho margen para la ocurrencia. Si bien, admito que, de vez en cuando, me dejo llevar por las escurrencias de la imaginación, que de ahí debe venir lo de ocurrencias, me parece a mí… Así que el de hoy, que sea ocurrente, para no defraudar a mi sufrido lector y seguidor…

            Somos muy pesimistas (al menos últimamente) con nuestro país. Y, sin embargo, es un país muy entretenido, ya que no divertido. Vamos a necesitar más psicoanalistas por habitante que en Argentina, si es que queremos conocernos, y sobretodo, encontrarnos, con nosotros mismos. Pertenecemos a un sitio, un lugar, donde a nadie le gusta ser lo que es. Por ejemplo, los vascos, quisieron ser ingleses, desde el carlismo acá, sobretodo en la guerra civil, y como no pudieron, pues se hicieron independentistas. Lo mismo que los catalanes, que, según Borges, quieren ser franceses antes que españoles (no saben ser catalanes en España). Los navarros ahora quieren ser vascos, pero no ingleses como los post-carlistas…

            Los valencianos aspiraban a ser catalanes, en su cultura, lengua y generalitat, y los imitan sin disimulo, y lo del Tío Tonet les avergüenza más que los enorgullece. Los de Baleares se dividen entre querer ser catalanes y/o valencianos, y a los de las Canarias les gustaría ser como los de Baleares, en el clima, en el trato y en el retrato, aunque los traten mejor que a los mediterráneos. Los gallegos querrían ser celtas, pero como los celtas no existen como nación, ni siquiera como cigarrillos, pues les valdría como irlandeses gaiteros, que son sus descendientes. Los andaluces sí quieren ser españoles en una mayor parte, pero uniformados de faralaes y postizas, o si no, se replantean refundar su Califato de Córdoba, que les trae más cuenta, dicen… Extremadura es tierra de conquistadores, que, o los dejan reconquistar Portugal para España, o se hacen portugueses. Los de Madrid se conforman con ser lo que sean, siempre que sean la capital de las Españas…

            Solo Teruel quiere ser Teruel, y existir como Teruel. Y que se le reconozca que existe, como tal, que ya va siendo hora. Si se fijan, los turolenses son los únicos que quieren seguir siendo lo que son, y nada más que desean hacerse visibles para el resto de los españoles (ábranse al turismo rural, y todo solucionado), españoles que no nos aclaramos entre nosotros mismos. Porque esos demás españoles, versus Murcia, decimos sentirnos españoles mientras España nos ignora en casi todo, y casi por completo. Y por no saber ser, no somos ni murcianos, fuera de la faja y el zaragüel, claro, que murcianos folkloristas sí que somos…

            Y con el resto de anodinos andamos así como pisando brevas, mirándonos de reojo, de hito en hito, como asaltadores de leras de nuestros vecinos, como robabotijos, o como robahistorias (nos robamos la Historia los unos a los otros), con esa visión opaca y espesa, ruín y mezquina, de los que no existimos. Tanto es nuestro complejo, que celebramos como récords los residuos turisticohistóricos que visitan los que nos visitan. Y nos engañamos ante nuestro propio espejo-espejito-mágico-quién-es-más-guapo-que-nos-?? en un solitario y onanístico sacapechos… Y así, entre nosotros y ellos, entre todos, formamos un país gore, compuesto de pedazos cada vez más sueltos unos de otros, cada vez más aislados unos de otros, fielmente reflejado en un Parlamento copia del Camarote de los Hermanos Marx, con cada representante español no-español jugando al desencuentro y a la No-España, pero, eso sí, claro, cobrando y mamando de España.

            Mientras, el zascandil presidencial en Cataluña, Iceta (lástima de nombre mío), iluminándosele culo y cerebro con su esplendoroso remiendo Nación de Naciones, sin ver que ninguna de esas naciones quiere ser de esta Nación, se llame el nombre que se llame. Y que si naciones son Francia, Alemania, y otras, esto otro sería una enanación. Enanaciones que forman una nación. Bonsáis, no árboles. Que un converso no se hace poniéndole nombre en un bautismo… No ha caído el bufón de la corte del faraón que, a lo mejor, si le cambiamos el nombre al país y le ponemos Petrusquia, por ejemplo, en honor de su adamasquinado jefe, o Miquelandia, en el suyo propio ya una vez puestos, quizá engañemos a los levantiscos. Pero yo le brindo la solución con una idea más inteligente que la suya (para eso no hace falta hacer carrera alguna), y es que España deje de llamarse España, y se llame Cataluña. Ninguna nasió puede irse de sí misma… De nada, monada.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

 

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