CADA CUAL LO PIENSE...

Per sé. Ando un poco mosqueado (que no preocupado) últimamente, por eso de que al mundo le quedan cuatro telediarios, y en 2.027 se nos arree un hostión que nos mande a tomar por saco a cualquier galaxia… o a lo que quede de nosotros, o de ustedes, en el supuesto de que se dé tal supuesto, claro. Los que me siguen se preguntarán si es que yo soy un catastrofista agorero, ya saben, un profeta loco predicando su particular apocalipsis, y dando la tabarra del “arrepentíos, pecadores, y tal y tal”, desde cualquier square o esquina. Pues no. Primero, porque creo haber hecho más gala de racionalidad que de lo contrario; y segundo, porque, aún en el caso de que así fuera, ya no quedaría tiempo para arrepentirse de nada. Y no vamos por ese camino, precisamente…

El caso es que andaba yo quemando mi tiempo residual con los desastres del cambio climático que nos aguarda más pronto que tarde, lo queramos o no, como una consecuencia lógica a unos hechos medibles y concretos, pero mirándolo bajo la perspectiva de cambio de todo, pero no de fin de nada, cuando me enredo en la última obra de J.J. Benítez, “Mis Primos”, (con el que tuve una leve relación en tiempos de Maricastaña, cuando un servidor era del CEI), y veo que relata un par de casos-tipo, al menos, de (posible) contacto, que se repite a lo largo del tiempo, en diferentes lugares, y a distintas personas. Y es el mensaje de que un gran cuerpo celeste chocará contra la tierra – en el Atlántico concretamente – y que se llevará por delante a una buena parte de la humanidad… Tanto es así, que el propio Juanjo lo cree a pies juntillas hasta el punto, creo, de haberlo registrado ante notario.

Bueno, pues en eso mismo está la cosa. Pero, en esas intermedias, en todos los medios y reseñas aparece la última película de Leonardo di Caprio, “No Miréis Arriba”.,, que se refiere al puro cine americano de catástrofes – un tremendo aerolito que nos viene a impactar sobre el planeta – algo ya tan manido y repetido y sin imaginación, pero que viene a llamar la atención, parece ser, más por el comportamientos humanos que por la pedrada. Son tan disparatados, afirman las críticas, que parecen reales. O sea, que la realidad humana es el disparate, dicho en román paladino…

Y en esas tres coincidencia andaba yo barruntando, cuando, andando en la reorganización de una parte de mi esturreada biblioteca, por llamarla de alguna manera, y buscando nueva ubicación a los amontonados por ahí, descongestionando viejas estanterías, etc… vengo a encontrarme (mejor dicho, me reencuentro) a un viejo, breve y extraño libro, de apenas cien páginas, de un ignorado autor sudamericano, que encontró un editor en España para publicarlo, hace la friolera de 20 o 30 años: “Hercóbulus, el planeta rojo”, y que, al menos que yo sepa, no volvió a editar ninguno más… Justamente, ese opúsculo trata de lo mismo, si bien que desde una mayor distancia en el tiempo, y poniéndole nombre al pedrusco planetario. Todo este “arrejuntamiento” fortuito de cosas y casos tiene un nombre, por si ustedes quieren saberlo, y se le llama Sincronicidad.

Por supuesto, en estas cuestiones, el arco de posibilidades es un círculo más que un arco. Esto es, que se cierra justo en el mismo punto donde se abre… Las casualidades suelen ser más causalidades, y las causas pueden cambiar… luego, puede ocurrir el que la autoría primaria se repita a lo largo del tiempo por otros autores, o por distintas fuentes, que no citen el origen… O también que se esté montando un algo mediático/económico como lo de las Profecías Mayas aquellas, ¿se acuerdan alguno de ustedes?..

Pero, sea como fuere, mi deseo es compartir, como he dicho al principio, un mosqueo más que una preocupación. Mosqueo, porque, cuando uno anda jugando con piedras, alguna pedrá puede llevarse aunque no llegue al descalabro. Preocupación, a mi edad, poca. Me preocupa más vivir decentemente de aquí a allí, que a partir de allí… digo más, si se produjera, prefiero contarme entre los muertos que entre los vivos, pues de poco me iba a servir, salvo para estorbar a los que queden. Así que…

Ahora vienen, si quieren, y me llaman agorero, aunque yo solo cuento, no imagino. Pero les diré como un amigo mío, propenso a la melancolía, al que llamaban bucólico, que respondía: “sí, pero bucólicodental”… queriendo decir que si las cosas no son lo que parecen, las personas aún menos. Y hay personas que dicen hablar a través de los dioses (no se fíen de ellas, pues los dioses no hablan a través de las personas, aunque sí actúen a través de ellas). Ellos saben que, si hablaran, cada uno, o una, los interpretaría de diferente forma y manera… Babel, aún existe.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com