CARIDADES

 

Estaba haciendo tiempo para acudir a mi programa de radio, en la emisora. Hay veces que voy pegado, y otras que ando sobrado… Así que me senté en un banco, a la sombra, en la Plaza de la Iglesia. Y me dió por pensar. Pensé que, allí dentro - estaba cerrada -, tras la mesa del altar, en el Sagrario, se supone que está el mismo Dios. Yo no lo voy a negar, pero sí que me permito dudar (ambas consideraciones son compatibles la una con la otra). Si Dios está en todas partes, tal y como rezaba en mi catecismo Ripalda, no sé a qué viene el encerrarle en los templos, según la confesión de seguidores y creyentes… “pues para que éstos puedan visitarle, rezarle y pedirle”, me contestará cualquier religioso o seglar. Ya, claro, pero si está en todititas partes – insistiría yo - ¿por qué no visitarle, rezarle y pedirle, en cualquiera de todas esas partes, incluso en tu propia casa?... “Pues porque en el templo está el Sancta Sanctórum”, contestará el que es entendido… Ya. Eso mismo decían los judíos, con el Arca de la Alianza en vez del Sagrario, pero Cristo dejó bien sentado que Dios, el Padre, está dentro de todos y cada uno de nosotros, aparte, o no, del templo, seguiría malmetiendo este servidor.

Y en esos soliloquios estaba yo, cuando me suena el móvil con la llegada de una última noticia: “terremoto en Afganistán. Emergencia humanitaria. Miles de niños necesitan ayuda urgente”. Sigue el nombre de la Ong, con el número que has de marcar para enviar una donación de 5 euros, etc., etc… Por supuesto, lo hice, vale, ¿y qué?.. Lo primero fue mirar en mi reciente pensamiento hacia la Iglesia de la plaza: “A Ti te necesitan más allí que aquí, a pesar de mi miserable limosna, y aunque no sean de tu profeta, así que sal zumbando p´allá…” Y lo segundo fue preguntarme si esa colecta inicial iría a parar a manos de los talibanes, que son los omnipotentes allí, y que ellos la mangonearán a su gusto, pero eso sí, en nombre de Alá (el método es el mismo que se usa aquí, en el fondo)… Reconozco que si todo el mundo pensara como un servidor esto no funcionaría, por lo que les ruego a ustedes que me leen que no tomen mi – mal – ejemplo, y actúen conforme a su conciencia y no conforme a su mente. Hay veces que el corazón ha de actuar sobre el cerebro, y quizá ésta sea una de esas veces, precisamente…

Yo tengo mi propia Ong que funciona en campos de refugiados, a la que estoy asociado. La he estudiado a fondo, la he conocido “in situ”, he estado con ella… y me basta. No quiero con esto decir que las demás no me valen. Ni hablar. Lo que pasa es que el no poder afiliarme a todas las que me llaman, y al ser mis recursos limitados (según la valoración Ayuso-madrileña soy de clase paupérrima), prefiero echar una mano a la que más cercano conocimiento tengo de ella, a la que más he rozado y visto de cerca, por decirlo de alguna manera… Además, reconozcámoslo, en estas situaciones uno no sirve a Dios, si no a su propia conciencia, a su acomodaticia tranquilidad de espíritu, y a su personal creencia. Habrá quién esté creído, o creída, que un par de avemarías les resuelven más que media docena de euros… que, mire usted, en este preciso momento me pilla sin nada suelto…

Y… como digo, en esas me andaba yo, tan mal andado por cierto, que bajé las escaleras a nivel de calle de dos en dos, de forma que casi me estampo contra un coche que entraba por la curva, que por poco me introduce en el estanco allí enfrente y presente… ¿Ves? – me dije a mí mismo – castigo de Dios. Esto te pasa por ser tan impío y poco respetuoso con las cosas sagradas… y conste que solo se te ha dado un aviso, para que aprendas a ser más cuidadoso con tu pensamiento, que un día te vas a llevar un disgusto… Anda, vé, y no peques más, joío… y me acordé de la de la fuente de Magdala, y de cuando el caballo se sacudió a Pablo de encima, por la cosa de la correlación de ideas.

Dicen que la caridad bien entendida empieza por uno mismo. Pero yo no sé quién lo dijo, ni en qué contexto. Solo sé que se repite mucho, y tampoco sé si por excusa o como autojustificación… Es cierto, muy cierto que, si yo no dispongo por mí, poco puedo dar a los demás. Pero no es menos cierto que el nazareno aquél mandaba dar tu capa, y tu túnica, y tus sandalias, al que carecía de ellas; y que, demostrado está, que da más quién menos tiene, así que cada cual saque sus propias conclusiones y se las aplique a sí mismo. Lo cierto y verdad es que todos (bueno, pongamos casi todos) damos de lo que nos sobra, y no de lo que nos falta, y yo, personalmente, claro, dudo mucho que eso sea la genuina caridad cristiana, y ustedes sepan perdonar mi muy impía opinión.

Y es quizá que, por eso mismo, porque un servidor cree más en el sentido de la justicia que en el de la incierta caridad, soy un poco como aquel Tomás del si no lo veo no lo creo… Y, la verdad, lo veo poco. Lo veo muy poco, porque la auténtica justicia (que es el brazo de la genuina caridad) está en ausencia ante la desigualdad. Y vivimos en un mundo, y en un país, el nuestro, donde los niveles de desequilibrio sociales son vergonzosos, los índices de pobreza escandalosos, y seguimos aumentándolos… En nuestra propia región, la cota de pobreza infantil ya supera el 30%, por (mal) ejemplo… Y ni políticos, ni administradores, ni ciudadanos, hacemos nada por evitarlo, tan solo inicua publicidad en soslayarlo, o, incluso, en justificar buenas nóminas a costa de la misma pobreza y esa misma desigualdad. Hasta hay gente que ha hecho profesión de eso y vive de ello…

Así que sí, soy un creyente en los principios, y un descreído en los sistemas. Unos los usan para vender sus religiones, y otros los utilizan para medrar en sus profesiones. Pero todos tienen y obtienen acomodo en las miserias, las carencias y las desgracias ajenas… Aunque ese extraño Dios que nos hemos creado, y al cual servimos sirviéndonos, y al que nos hemos acomodado, me castigue un día haciéndome caer en la acera propicia una cornisa en la cabeza … Pero no, no lo veo a Él tan acomodadito en el Arcasagrario de la Alianza que le hemos hecho para nuestro servicio, ni a mí rascándome unos miserables y puñeteros euros ante una tragedia humana… Ni a Él ni a mí nos sirve de nada, como a nadie sirve para nada. Las cosas tienen que ser de otra manera y nacer de otro sitio, de otra forma, desde otra perspectiva… O nos conformamos, o nos equivocamos, y a mí no me valen ninguno de los dos casos… Menudo cascajo de programa me va a salir hoy… ¡menudo problema, joer, Dios mío..!

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com