CASOS Y COSAS RARAS

  

Una noche de esas en las que no puedes cerrar las persianas de los ojos, y no haces más que darle vueltas al carrete en busca de conciliar el jodido sueño, y te vienen una serie de pensamientos, al cual de ellos más chusco, se me plantó en las “mientes” - que no sé si viene de mente, de mentar o de mentir – el supuesto de que recibo una llamada telefónica de un señor al que el periódico le había facilitado mi número… - Mire usted, me dice, que resulta que soy un seguidor de sus escritos, y que me gustan mucho y eso, y como dá la casualidad que regento una empresa de seguros y decesos y tal, pues mire, que en homenaje a usted, me gustaría ponerle su nombre a uno de nuestros centros, de nuestros establecimientos… vamos, de nuestros tanatorios

                …Y que, ante mi espantado estupor y silencio, prosigue: - Ya sé que lo normal es que le pongan una calle, pero eso no tendría ninguna gracia, ningún mérito. Eso se lo hacen a cualquiera. Sin embargo, el de un tanatorio, eso… como un beso de amor, no se le dá a cualquiera (esto último me lo canta al más puro estilo de doña Concha Piquer).

                ¿Habría de sentirme halagado, o acojonado?.. Comienzo por imaginar el rótulo del engendro: Tanatorio Miguel Galindo Sánchez, en elegantes letras doradas sobre mármol negro de Carrara… No sé, no sé, me dan escalofríos, mal yu-yu, como espeluznos descontrolados, deseo hacérselo saber… Pero como no quiero ofender a mi admirador, le digo aquello que – modestamente, no me considero merecedor de tal honor, y tal y tal… aparte, apunto tímidamente, de que no lo veo así como muy apropiado con lo que hago, enfín… - ¿Y porqué no lo va a ser, vamos a ver..?. No hay ningún motivo. Una calle, por ejemplo, es una vulgaridad, pero esto es original, y reviste gran seriedad y gravedad

-Eso no lo pongo en duda, señor, (le corto) pero sigo sin ver la relación que hay entre mi actividad y el noble negocio de pompas fúnebres, qué quiere que le diga… Y entre esa madeja de enloquecido diálogo y alucinada elucubración, me fue viniendo, y venciendo, el sueño. Imagino que, al final, declinaría tan amable como horrible ofrecimiento. No creo que nunca reciba semejante llamada, pensé al día siguiente, riéndome de las ocurrencias del inconsciente de mi subconsciente.

Hasta aquí esta broma onírica. El susto me lo llevé tres días después (ya saben lo que sucedió al tercer día) cuando leí la columna de mi admirado J. Jose Millás, y veo que narra punto por punto el mismo sucedido como un hecho ocurrido a él. Lo cuenta como real, pero bien puede ser imaginado. Fue tal la sorpresa, que se me levantó el culo de la silla como si me hubieran puesto un muelle en tan respetable lugar de mi anatomía. Se me aceleraron los pulsos como si hubiera visto a un parecido aparecido… y nunca mejor dicho. ¿Habrá algún siniestro personaje suelto por ahí, proponiéndonos esas tenebrosidades a los columnistas que escribimos en los periódicos..?.

Ahora, que cada cual, o cuala, piense lo que quiera. Está en su pleno derecho, o derecha… Cuando se tratan puntos tan comunes como la política, por ejemplo, es lógico, y hasta normal, que se den ciertas coincidencias en los temas. Pero que se den aquí, no es muy corriente. Y da cierto repelús. Yo lo cuento como algo curioso y digno de ser contado, pero es algo “gindamoso” y digno de ser interpretado… Saquen ustedes mismos sus propias conclusiones.