CATALUÑA Y TERRORISMO
- Por miguel-galindo
- El 24/08/2017
Esta semana pasada dije que, independiente de mis artículos por la cuestión catalana, tocaba ser catalán y estar con Barcelona. Sí o sí. Todos nos sentimos víctimas de la misma barbarie, y somos hermanados por el dolor y por un único sentimiento, y estamos juntos, y unidos, en una sola y con una única razón: la del rechazo a la sinrazón.
Pero hoy matizo, y digo que también me siento español, italiano, portugués, alemán, belga, estadounidense, y australiano, como el último niño víctima de la descerebrada violencia, porque también es la sangre que ha regado las ramblas catalanas. Y me siento e identifico como ciudadano de esos 35 países de los que son las víctimas que se reparten por sus hospitales.
Y, por supuesto, no me siento catalán de Ana Colau, que habla de la universalidad, tolerancia y solidaridad generosa de Catalunya, pero se calla los actos contra el turismo de sus tapados y consentidos abertzales catalanes, y omite los que están cometiendo sus aliados políticos. No me hermano con la vil y mezquina catalanidad de una alcaldesa de lágrima fácil y oportuna que agradece “las muestras de sentir que está recibiendo Catalunya de todos los países”, ocultando que esas muestras se dirigen a España, y por extensión, claro, a Barcelona…
Ni me siento catalán de un Puigdemont que, al día siguiente de la impresionante muestra de unidad en el dolor de toda España con Catalunya, ya estaba proclamando que “esto no frenará el proceso de independencia iniciado”, en una clara demostración ruin y miserable de instrumentalización de la audiencia provocada por los atentados.
El grito de espanto que toda España ha compartido, sentido y dolido, en Barcelona, por Barcelona y con Barcelona, debería servir para despertar del letal sopor a los catalanes, y que pudieran ver con claridad el jaez y la ralea de los políticos que están partiendo a Cataluya en dos y dividiendo a familias, amigos y ciudadanía… Toda esa ciudadanía, amigos y familias que con los españoles gritaban juntos no tenim por a los cuatro vientos… y que tanto ha molestado a esos execrables políticos.
Existe el terrorismo yihadista, es cierto, pero también existe el terrorismo político, no lo olvidemos. Ahí tenemos esa muestra que cito, como ahí está esa Ezquerra Republicana, o ese Podemos, o esa Cup, que se niegan a firmar el pacto antiterrorista, aún después de haber aprovechado la foto del acto multitudinario de Barcelona para sus exclusivos y miserables intereses. Su bajeza política es deleznable. Pero han sido elegidos democráticamente, aunque su modelo ideal de sociedad democrática sea la de Nicolás Maduro.
Y esos mismos son, y no otros, los que andan capitalizando la desgracia, y fomentando desde ahí un enfermizo y falso catalanismo, camuflándose con el dolor sincero de toda España, de toda Europa, de todo el mundo… Pero cuando dije que me sentía catalán a la vez que de esos 35 países, matizo que me sentía catalán de buena voluntad. Porque también hay terroristas disfrazados de catalanes. De un catalanismo fanático, radical y fundamentalista. Y que es bueno que lo sepamos, aunque no lo reconozcamos. Naturalmente que ni me siento, ni me solidarizo con esos… Quede claro y debidamente aclarado.