¿COMERCIO?.. ¿QUÉ COMERCIO..?

A causa de la pandemia, vengo observando una especie de vuelta a los orígenes en cuanto a la actitud de las administraciones públicas y/o locales, con respecto al comercio tradicional, el de calle y barrio, el de toda la vida. No sé si es una vela compensatoria por haber volcado toda la atención, medios y mimos, para con la hostelería, o es un paternalismo rascado del fondo de la conciencia, y de los anales de los tiempos… Pero, o me suena a tarde, o me suena a falsa…

Hace mil años, cuando empezaron a caer los primeros chispeos de las grandes cadenas de supermercados (luego vino el diluvio de las grandes áreas, aún más grandes superficies, parques comerciales, etc.) a mí me pilló guerreando desde Coec por los pequeños, por los míos de toda la vida, al fin y al cabo… Y me acuerdo en la puerta del viejo Ayuntamiento del pueblo, la noche del Pleno en que se decidía la primera licencia de instalación de las todopoderosas “caenas”, ¡que vivan..!, con unos cuantos que pudimos frenar su primer intento. Pero aquello era imparable. La suerte estaba echada, y los comercios de los pueblos, tras cientos de años de servicio a sus vecinos, fueron abandonados a su suerte…

Primero fuimos abandonados por los propios ayuntamientos a los que pagamos los impuestos. Lo otro era más goloso. Y enseguida, también abandonados por nuestros propios clientes y convecinos de siempre. Lo otro era más atractivo… El porvenir del comercio de proximidad había sido vendido a otros intereses… Por eso me sorprende ahora esos tímidos y tiernos recordatorios emitidos por lo del Cóvid, de que los pequeños hemos sido – y aún somos – de los tuyos de toda la vida y toda esa castaña plañidera. Me suenan a lágrimas de cocodrilo cosa mala. Siempre hemos sido de aquí y siempre hemos estado aquí. Ahora y antes. Es la gente, la ciudadanía, y nuestros ayuntamientos, los que nos vendieron en su día, los que nos dejaron plantados, y se lanzaron todos en brazos de los más grandes y poderosos, y dejaron de apoyar a su economía local. Por eso esta campaña me suena a cuento malayo.

Hace esos mismos mil años que yo supe (y así lo compartí con mis camaradas de entonces en aquella plaza aquella noche) que solo podíamos plantar batalla a la decadencia y muerte del pequeño comercio local uniendo nuestras fuerzas, organizándonos entre nosotros, montando estrategias comunes de concienciación y de ventas, a fin de retener a nuestros clientes de siempre, y que solo contábamos con nosotros mismos, aparte las buenas (y falsas) palabricas por parte de la administración de turno, ni de la comunidad, ni de nuestro pueblo…

Y así pasó. Y tal que así ocurrió. Los ayuntamientos y consejerías nos abrieron las taquillas y nos cerraron las puertas. Sonrisas y palicos en la espalda. Y nosotros no supimos, o no pudimos, o no quisimos (yo tengo clarísimo que fue lo tercero, que no quisimos, romper nuestra indolencia) hacer nada para evitarlo. Nos limitamos a quejarnos y hacernos las víctimas, pero no nos dio resultado alguno… Entonces teníamos todo a nuestro favor, pues todo estaba empezando, pero hoy hemos regalado décadas y décadas de tiempo y de ventaja a una competencia poderosa que se ha hecho ya hasta una costumbre. Por gentileza del pequeño comercio de proximidad.. De nada.

Es muy triste que ahora, los nuevos ediles y concejalarios varios, reinventen todas las viejas fórmulas y estrategias que cuatro locos visionarios quisimos poner en práctica, que tuvimos todas las herramientas necesarias en la mano, y que nadie quiso escuchar. Fuimos vendidos por segunda vez, pero en esta ocasión nos vendimos a nosotros mismos… Me gustaría decirles a todos estos jóvenes concejales que lo que ayer pudo ser un primer muro de contención y vuelta las aguas a su cauce, hoy ya es un parche viejuno e inútil… y un tanto ridículo, cuando no patético. No veo nada nuevo en lo que se anuncia hoy a bombo y cohete que no intentamos hace casi 40 años. Ni una sola cosa, y no solo eso, incluso por debajo del nivel de lo que entonces se planeó y se pudo hacer..

Eso sí, se pagan campañas entrañables de selfies, de un supuesto amor al comercio del barrio y de proximidad a la gente, al que se traicionó por las escaleras mecánicas y los grandes espacios, y al que enterramos entre todos con nuestras propias manos. Ahora, el coronavirus amenaza con cerrar el resto de los supervivientes de aquella masacre, y entonces nos damos cuenta de lo que, cuando pudo ser, no quisimos darnos cuenta. Y montamos hipócritas spots tras los que esconder nuestra responsabilidad. Como no sea que ahora quieran conservar ese comercio a modo de piezas de museo urbano… Algo es algo, ¿no?..

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php https://miguel2448.wixsite.com/escriburgo