CONCIENCIA Y RESPONSABILIDAD

(de Vix)

 

Normalmente nos viene a todos muy bien echarle toda la responsabilidad a los políticos. Nos resulta muy cómodo – yo también suelo usar ese refugio a veces, no crea – pues nos permite esconder la nuestra como ciudadanos y como personas… He llegado a convencerme de que, en realidad, no los aupamos al poder y les pagamos sus suculentos sueldos, no para que se ocupen de ningún pueblo (por eso no les fiscalizamos sus actuaciones, como deberíamos hacer), sino para que actúen de pantalla de nuestras muy acomodadas y ya adormecidas conciencias cívicas.

Por ejemplo: les achacamos su retorcida hipocresía… las cada vez mayores y sangrantes diferencias sociales. Ciudadanos que no pueden dar dos comidas al día a sus hijos, mientras los del poder, y sus aliados oligarcas, incrementan sus nóminas y beneficios, y privilegios; la corrupción economipolítica in crescendo, dando paso así a los populismos (aunque luego, los que votamos ese populismo somos nosotros); el cómo, con un rostro como Jano, dicen defender las políticas verdes para salvar el medio ambiente, y por otra incrementan y fomentan acciones y actitudes contrarias a ello; hablan de la economía circular, pero apoyan la globalización… y un muy largo etcétera que hacen al revés de sus cantos de sirena… Me viene al recuerdo de cuando Sánchez se estrenó en el poder, cuando, en olor de multitud, se marcó aquél gesto humanitario con aquél Aquarius, ¿se acuerdan?.. en que dió sopas de moral a una decadente y dubitativa Europa. Pasados veinte años, el 80% de aquellos acogidos con cohetes y bandas de música aún siguen sin regularizar y malviviendo como pueden por ahí…

Pero, por otro ejemplo más, tampoco a ninguno de nosotros nos importa un bledo. Incluso una buena parte votamos por negarlos, machacarlos, y, a ser posible, hacerlos desaparecer en el mar o en el desierto antes de su llegada… eso sí, claro, sin que nuestros muy castos ojos lo vean, a ser posible. Como también colaboramos entusiásticamente en las políticas decadentes que van en contra de nuestro propio sostenimiento (cuando vengan los resultados de ello, ya culparemos a nuestros políticos sin culparnos a nosotros mismos).

No parpadeamos porque un coche valga el triple que antes pero dure una tercera parte menos que ese antes; o que desbaratemos, o se estropee a un ritmo in crescendo nuestra ropa o enseres en una obsolescencia programada (también obsolescencia moral, también) que nos hace tirarnos a la piscina de un consumismo atroz igual de programado: Navidad, Black Friday, y lo que nos echen al aprisco… O se nos agreguen productos químicos a nuestros alimentos cada vez menos naturales; y/o quememos cientos de miles de toneladas de fluorurocarbono a la atmósfera, aumentando la bronquiolitis de nuestros hijos, por comernos unas peras de Madagascar, o por irnos al sano aire de la casa rural de turno, acortándonos así la permanencia en un planeta cada vez más enfermo.

Apoyamos, babeamos y estimulamos equipos mal-llamados deportivos para que paguen cifras escandalosamente obscenas a tipos que se cobran nuestra estupidez a peso de oro, mientras a investigadores que luchan por librarnos de nuestras vergonzosas enfermedades sociales se les condena a la precariedad de medios más absoluta; tiramos cada mes más comida de supermercados, restaurantes y hogares a la basura de la que se necesita para da de comer a más de la mitad de la población mundial; hundimos en el mar a seres humanos, estos es, hermanos, que vienen a ganarse la vida con nuestras sobras, las cuales les negamos, pero recibimos con laureles y besamanos a los que vienen en cruceros… Y puedo seguir desgranando ejemplos vergonzantes hasta hartarnos.

Lo que hacemos, en verdad, es que criticamos en los políticos la toma de decisiones de lo que nosotros mismos provocamos. Les echamos la culpa de la causa de esta merder, pero luego aplaudimos, colaboramos y justificamos los efectos de esa misma merder. Eso es lo que hacemos. Y todos tan felices y contentos dentro de nuestra peña festiva y festivalera, que para eso están las fiestas… “Mucha mierda”, es lo que aquellos artistas se deseaban en el estreno de sus obras, porque la bosta era la señal que dejaban las bestias que tiraban de los carruajes del público que transportaban.

Nuestro signo de éxito también es el de “mucha mierda”, y esta mierda, mucho peor y más dañina que la de los equinos, que es buen abono al fin y al cabo… Nos congratulamos en un mundo enfermizo que está dando sus últimas boqueadas, y nos regodeamos en el resultado que estamos obteniendo (¿?). Luego, eso sí, en perfecta hipocresía para con nosotros mismos, nos la cogemos con papel de fumar y nos “escandalizamos” porque una novela de Agatha Christie se titula “Diez negritos”, por lo que la juzgamos racista, pero somos incapaces de ver el racismo diario y rampante en nuestras calles.

Y como calle viene de callar, como de callejear, y admito que resulta muy incómodo para ser admitido lo que digo, así, sin más, es el punto en que, si ha llegado usted hasta aquí, que ya es un mérito, sea el momento de decirme aquella muy ilustre e insigne frase del “¿y porqué no te callas..?”, que tanto lustre nos dio in illo témpore… Es que, en éste, también recurrente tema en mí, desde el tercero o cuarto en que empecé la serie inacabada, se me está poniendo en la calle desde algunas medianías de medios, y mandado callar, tan sutil como repetidamente. Pero seguiré denunciando tal cosa… Aunque me dejen sin calle desde la que no callar.

Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com