CONDÉNENME, SI QUIEREN.

Resultado de imagen de MADRE E HIJO AHOGADOS Y UNIDOS POR EL CORDON UMBILICAL

Pietro Bartoli, el que ya se le conoce por “el médico de Lampedusa”, entre los horrores que narra en un pequeño libro de Memorias, para que se sepa lo que nadie quiere saber, cuenta el espanto de cuando se encontró, ahogados, a una madre con su hijo, aún unidos por el cordón umbilical. Es una imagen que, yo por lo menos, llevo grabada a fuego en mi conciencia. No hace mucho lo volvía a leer en la prensa (L.O.25/11-p.3) y me volví a sentir asqueado con este mundo y los que andamos subidos en él. Lo mismo que la de aquel niño, Ailán, varado en una playa griega. O aquel otro, cogido de la mano de su padre, también ahogados y escupidos por las olas…

            Pero el de esta madre con su crío, nacido en el momento de ahogarse ambos… encierra una metáfora que todos y todas, de cualquier condición, deberíamos de pegatinarnos en el alma, si es qu tenemos. Y es la de que nadie, absolutamente nadie, merece acabar así cuando se está huyendo de otra muerte: la que procura el hambre y la miseria. ¿Quién puede pensar que estas personas vienen aquí por gusto y no por supervivencia?.. Con una imagen así grabada en nuestra conciencia colectiva, si es que logramos grabarla, ¿quién podría decirles “andad y quedaos allí, y no vengáis, que aquí nada se os ha perdido, ni os hemos llamado”?.

            Porque ese es el problema, y no otro. Que los Mateo Salvini y los altos políticos responsables, que derivan su culpabilidad a los Open Arms con elaboradas teorías y falsedades, contaminen con su mala conciencia la de la gente de la calle. La nuestra. La suya y la mía, y la de esa señora que llora, pero que besa al líder de Vox porque éste, como Salvini, utilizan el crucifijo como símbolo en sus espantosas proclamas, y esas buenas personas (como los que abrieron la puerta a Hitler) comiencen a compartir sus retorcidas teorías y a justificar lo que es injustificable. La de esa persona que dice lo de “acabarán invadiéndonos y quitándonos lo nuestro, ya lo verá usted”… Al final de todo, no sé si los monstruosos salvinis acabarán por parecerse a nosotros, o nosotros a los monstruosos salvinis, tal es la estrategia de contaminar la conciencia de la gente.

            Por eso yo no puedo, no quiero, arrancarme la imagen que ha dibujado en mi jodido y puñetero espíritu el médico este de Lampedusa. Es mi antídoto ante esta Banalidad del Mal, como dice Anna Ahrent. Mi vacuna. Porque no quiero pensar como los verdaderos asesinos quieren que piense, y adocenarme en esa maldad soterrada. No me dá la gana aceptar pulpo como animal de compañía. Un niño que nace muriendo ahogado con su madre, unidos ambos por el cordón que esta sociedad del bienestar está justificando para rechazarlos, e incluso para atar las manos de los que han podido salvarlos, me sirve para rebelarme. Me vale para no adormecerme con las buenas conciencias de las buenas gentes. Seré mala persona, quizá…

            A mí me gustaría que de esta foto se hicieran medallas, relicarios y detentebalas, y los lleváramos colgados todos sobre nuestros creyentes pechos. Y que cuando leyéramos o escucháramos los comentarios justificadores de esta barbaridad, y a los excusatorios de los políticos y de la sociedad pienpensante, la miráramos y nos preguntásemos si acaso no estamos siendo inducidos a culpar a las víctimas y exculpar a los verdugos. “Nosotros no podemos acogerlos a todos”, cuando la realidad es que “no podemos” está suplantando a “no nos atrevemos”, cuando no al “no queremos”… Nos preguntamos, “¿ y yo qué puedo hacer?”, y yo me contesto: “no sentir como quieren que sintamos”…

            Es tan ridícula, tras el espantoso drama del Open Arms, la solución de repartirnos unas docenas de seres humanos entre un pequeño grupo de países, y tan patético, que uno se pregunta si esos países han puesto en riesgo su seguridad nacional por ello. No, claro que no. Pero aquí no cala el sentido común ni la lógica. Lo que cala es el mensaje racista, xenófobo, insolidario y egoísta de los que nos hacen convertirnos en lo que ellos son, con sus falsos y envenenados mensajes… A mí no me va a dar la gana, aunque moleste a muchas personas, lo siento. Piénselo: una madre unida a su hijo por un cordón umbilical, y antes del milagro de la vida, ya condenados a la muerte… ¿ponemos nosotros las razones, o las excusas?.. Yo no.

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