CONOCERSE
- Por miguel-galindo
- El 26/06/2020
¿Quién conoce a quién?.. Un día, un alguien, me dijo: “fíjate, creía conocerte, pero veo que no te conozco”… Naturalmente – le contesté – no me conozco ni yo mismo… Yo creo que los seres humanos nunca nos conocemos del todo. La verdad es que solo conocemos la parte que los otros se dejan conocer. Quizá un poquico más, si es que tenemos la sutileza de suponer algo de lo oculto. Incluso, a veces, lo que nos dejamos conocer es falso, mostramos aquello que nos conviene, según con quiénes, y según para qué fines, nos interesa mostrarnos como lo que no somos. En realidad, suponemos más que sabemos…
Los que escribimos nuestras crónicas diarias es más fácil que nos conozcan por ellas, y a través de ellas, más que en el esporádico trato personal, porque vamos dejando un rastro de nosotros mismos, aún inconscientemente, enredado a nuestros temas, que nos relata y nos delata. Es casi que inevitable. Yo mismo creo conocer más a un columnista al que leo habitualmente que a muchas personas a las que trato superficialmente. Es un fenómeno muy común. Es posible que haya gente por ahí, que me conozca más y mejor por lo que me lea que por lo que me trate… Muchas veces, lo que uno escribe es menos superficial que lo que uno dice.
“Tú no me conoces…” es una expresión muy usual que soltamos cuando, en ese “entente” personal directo, nos sentimos vulnerados. Un mecanismo de defensa con el que intentamos proteger nuestro ego de lo que no queremos que se sepa de nosotros. A todos nos pasa eso. Todos poseemos un nivel de inviolabilidad personal para cado trato con según qué prójimo… Por el contrario, igual sabemos soltar la expresión opuesta, “tú me conoces…”, cuando deseamos obtener credibilidad por alguna causa de aquel con el que estamos tratando.
Y es que, en el fondo, somos eso precisamente: unos tratantes. Unos tratantes de nosotros mismos, unos compryvendo con nosotros mismos. Llevamos una colección de caretas, aprendidas y adquiridas, en los bolsillos del alma, unas más sutiles, otras más burdas o más absurdas, y las utilizamos según nos convenga en el carnaval que hemos hecho de la vida. No queremos sufrir decepciones, ni que nos hagan daño, y entonces las usamos aunque con ello hagamos daño, o causemos decepciones a esos otros. Ese es el verdadero problema. Y el que no dispone de tales subterfugios es considerado como un pardillo, un buen hombre, o sea, un pobre hombre, o mujer, que también vale porque también las hay, y se le tiene por un ser más inocente que un piojo (por cierto, eso es lo que se dice, y yo sigo sin entender dónde está la inocencia del piojo).
En fin… ser o no ser, it ist the question, que soltó en inglés aquel danés. Y aquí viene una inevitable preguntica hecha a todo quisqui: ¿Qué es SER?.. ¿mostrarse como lo que uno es, o como lo que uno no es?.. ¿Qué pasaría si todo el mundo nos mostrásemos como realmente somos, en vez de mostrarnos como lo que nos interesa ser?.. Unos contestarán que el mundo sería invivible – permítanme el palabro – y otros opinarán que construiríamos un mundo mejor. Pues bien, ahí queda eso… Esto sería un tema cojonudo para debate, en un programa, en una mesa redonda, o en asamblea de eruditos… o no eruditos, de simples personas simples. Pero, eso sí, siempre resultaría interesante.
Yo soy (llámenme utópico) de los segundos, de los que creen que haríamos un mundo mejor… si todos jugáramos con las mismas cartas, naturalmente. Porque si no, ese mundo seguiría con su misma historia de mentira donde los sinceros siempre serán las víctimas de los farsantes y falsarios. Porque esto es lo que está ocurriendo todos los días en todo: economía, negocios, política y en toda relación humana que entrañe algún tipo de ganancia o ventaja… Por eso que cuando dos personas se encuentran, y descubren que son coincidentes en valores, pueden sincerarse la una con la otra, y conocerse en más alto grado que los demás. Esa es la clave de bóveda, por la que se mantiene toda la estructura de una buena relación humana.
Fíjense lo que puede dar de sí el comentario del “creía que te conocía, pero…”. Y no estira más, no porque no pueda, sino porque el tiempo y el espacio no dan para más, y lo uno está sujeto a lo otro. Nos pasamos la vida conociendo a la gente que dejamos de conocer porque, en realidad, nunca la hemos conocido. Por eso ésta es una existencia de relaciones sin conocimientos… Así que si este jodido y puñetero mundo no es de fiar, es porque no nos fiamos los unos de los otros, y eso se debe a que no nos dejamos conocer… ¿Qué soy un iluso, dice usted?.. usted no sabe quién soy yo…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
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