CRISIS DE IDENTIDAD
- Por miguel-galindo
- El 27/02/2018
Se lo preguntaba Félix de Anzúa en uno de sus muy acertados artículos. Un ciudadano normal va por las calles y lo asaltan carteles enormes de bellezas sin nombre, sensuales como ellas solas y con semblante lujurioso y portentoso ante la marca de un perfume masculino. Por ejemplo. Luego abre un periódico, o una revista, y en la página de la derecha (las más caras publicitariamente por la tendencia de ánde primero va la vista), un cuerpo femenino semidesnudo y perfecto te anuncia una oferta de viaje al Caribe, como si la agencia ofreciera en la reserva tan sugerente compañía. Llega a casa tras el paseo, busca sillón y tele, y la pantalla le restriega por los morros un modelo de coche que jamás podrá tener con una mujeraza que jamás podrá gozar…
Y el ciudadano normal, con reacciones normales a unas provocaciones normales acompañadas de sus frustraciones normales, se pregunta a sí mismo si eso será normal. Y lo que se contesta también a sí mismo lo deja un tanto – y un tonto – perplejo. Si se siente excitado (es lo que se busca) por esas hembras golosas que le quiere vender un desodorante, por ejemplo, puede ser acusado de sexista, sin paliativos. Si reprime la reacción vital, sí aún “vita”, claro, que sería lo educado, se dice a sí mismo que se consiente una publicidad que lo provoca pero usted no debe darse por provocado, ni siquiera por aludido, y se encuentra raro, como interpelado, pero chissst, ni se le ocurra… Y si no se reprime y expresa lo que su natural siente, les van a caer las del pulpo por machista. Y piensa para sí mismo, otra vez, si eso es normal o no es normal...
Y ese ciudadano normal se pregunta si esos anuncios que invocan a su con perdón hombría, y esas hermosas mujeres que se prestan a prestarse a tales anuncios para provocar tales reacciones, y los genios que dan a luz tales estudiadas ocurrencias, no pueden ser acusados de sexistas, por lógica mucho más que a ti, ya que ellos son los que echan el anzuelo y usted el pescao. Y se vuelve a preguntar, otra vez más, si eso es normal o no, porque, la verdad, está hecho un lío…
Así que, ahora conscientemente, vuelve a la calle, y, cuando le asaltan los pasquines publicitarios, mira para otro lado, y manda a tomar por el saco a la colonia del macho alfa y al diós que la fundó. Y cuando abre la revista, si la abre, o si la compra, porque para qué la va a comprar si no la va a abrir, o el puñetero periódico, si acaso solo se esfuerza por mirar las páginas de la izquierda, y retuerce el ojo para no ver las lascivas y capciosas que le quieren vender alguna cosa. Y cuando llega a casa y enchufa la tele, si la enchufa, esfuerza su vejiga y espera el tiempo de los anuncios para levantarse y aliviarla, y que le den a los que quieran vender lo que sea, pues no sabes dónde te va a saltar la chorba…
…Pero le queda de rondón si no lo han educado como un machista, si la publicidad no lo trata como machista, y si el resto del mundo, que, naturalmente, es el femenino (ya no sabe si feminista o machista) no está esperando que se le pongan los ojillos como cuquillos para tirársele a la yugular y tacharlo de sexista, cuando solo es un pobre gilipollas que no se ha comido un rosco en toda su jodida vida…
Y ya solo sale a contar losas, no a pasear. Y habla bajito y mirando temeroso de un lado a otro por si le pillan echándole un ojo al cartel gigantesco de allí enfrente. Y ya no sale a tomar café con los amigos, por si hay periódicos en el velador, los hojea y ojea, y lo toman por un violador. Ni mucho menos comentes estas cosas en el lugar de trabajo, si aún tiene trabajo, que puede haber orejas a babor y estribor… Y lo peor ya es que no sabe si eres un monstruo, o un bicho raro, o solo que has pillado una crisis de identidad, que ahora corren por ahí como la gripe, y solo en el hombre.
Se lo preguntaba Félix de Anzúa en uno de sus muy acertados artículos. Un ciudadano normal va por las calles y lo asaltan carteles enormes de bellezas sin nombre, sensuales como ellas solas y con semblante lujurioso y portentoso ante la marca de un perfume masculino. Por ejemplo. Luego abre un periódico, o una revista, y en la página de la derecha (las más caras publicitariamente por la tendencia de ánde primero va la vista), un cuerpo femenino semidesnudo y perfecto te anuncia una oferta de viaje al Caribe, como si la agencia ofreciera en la reserva tan sugerente compañía. Llega a casa tras el paseo, busca sillón y tele, y la pantalla le restriega por los morros un modelo de coche que jamás podrá tener con una mujeraza que jamás podrá gozar…
Y el ciudadano normal, con reacciones normales a unas provocaciones normales acompañadas de sus frustraciones normales, se pregunta a sí mismo si eso será normal. Y lo que se contesta también a sí mismo lo deja un tanto – y un tonto – perplejo. Si se siente excitado (es lo que se busca) por esas hembras golosas que le quiere vender un desodorante, por ejemplo, puede ser acusado de sexista, sin paliativos. Si reprime la reacción vital, sí aún “vita”, claro, que sería lo educado, se dice a sí mismo que se consiente una publicidad que lo provoca pero usted no debe darse por provocado, ni siquiera por aludido, y se encuentra raro, como interpelado, pero chissst, ni se le ocurra… Y si no se reprime y expresa lo que su natural siente, les van a caer las del pulpo por machista. Y piensa para sí mismo, otra vez, si eso es normal o no es normal...
Y ese ciudadano normal se pregunta si esos anuncios que invocan a su con perdón hombría, y esas hermosas mujeres que se prestan a prestarse a tales anuncios para provocar tales reacciones, y los genios que dan a luz tales estudiadas ocurrencias, no pueden ser acusados de sexistas, por lógica mucho más que a ti, ya que ellos son los que echan el anzuelo y usted el pescao. Y se vuelve a preguntar, otra vez más, si eso es normal o no, porque, la verdad, está hecho un lío…
Así que, ahora conscientemente, vuelve a la calle, y, cuando le asaltan los pasquines publicitarios, mira para otro lado, y manda a tomar por el saco a la colonia del macho alfa y al diós que la fundó. Y cuando abre la revista, si la abre, o si la compra, porque para qué la va a comprar si no la va a abrir, o el puñetero periódico, si acaso solo se esfuerza por mirar las páginas de la izquierda, y retuerce el ojo para no ver las lascivas y capciosas que le quieren vender alguna cosa. Y cuando llega a casa y enchufa la tele, si la enchufa, esfuerza su vejiga y espera el tiempo de los anuncios para levantarse y aliviarla, y que le den a los que quieran vender lo que sea, pues no sabes dónde te va a saltar la chorba…
…Pero le queda de rondón si no lo han educado como un machista, si la publicidad no lo trata como machista, y si el resto del mundo, que, naturalmente, es el femenino (ya no sabe si feminista o machista) no está esperando que se le pongan los ojillos como cuquillos para tirársele a la yugular y tacharlo de sexista, cuando solo es un pobre gilipollas que no se ha comido un rosco en toda su jodida vida…
Y ya solo sale a contar losas, no a pasear. Y habla bajito y mirando temeroso de un lado a otro por si le pillan echándole un ojo al cartel gigantesco de allí enfrente. Y ya no sale a tomar café con los amigos, por si hay periódicos en el velador, los hojea y ojea, y lo toman por un violador. Ni mucho menos comentes estas cosas en el lugar de trabajo, si aún tiene trabajo, que puede haber orejas a babor y estribor… Y lo peor ya es que no sabe si eres un monstruo, o un bicho raro, o solo que has pillado una crisis de identidad, que ahora corren por ahí como la gripe, y solo en el hombre.