¿CULTURA O KURTURA?

Que es cultura

El otro día, tras un café, tras unas mascarillas, tras una mesa redonda reconvertida en plaza de toros, y tras meses de no compartir una escueta y mínima tertulia, entre cuatro que se conocen, un par sacaron el tema de la Cultura sobre el tapete… sobre la mesa pelada y desinfectada quiero decir. Nada hay más ambiguo que la cultura, sin embargo. La cultura lo tapa y cubre todo, desde una costumbre social, una tradición, cualquier tipo de manifestación, sentimiento o creencia, todo se puede considerar como parte, arte aparte, de la cultura. Todo es cultura. Desde una percusión.methal-duro a la Novena de Beethoven. Todo entra en el concepto Cultura. Y lo mismo que en la música, en literatura o en lo que sea… Igual se considera Cultura el Premio Planeta que el del Lanzamiento de Hueso de Oliva. Igual forma parte de ella el galardón Príncipe de Asturias que el concurso de Rebuznos de cualquier Balsicas…

            Sin embargo, resulta evidente que, si acervo cultural lo es todo, no todo tiene el mismo nivel cultural, ni se le puede llamar cultura en el mismo grado… Hay pues culturas de primera, segunda, quinta, o centésima categorías. Cultura es no hablar con la boca llena o eructar en la mesa para demostrar una buena digestión de la comida. Son extremos de educación, diferentes, distantes y distintos, u opuestos, pero que forman parte de la misma cultura. Como la del tuteo y del ustedeo, señor Tadeo que te veo…

            Inmediatamente se trasladó el ejemplo a los pomposos concejalatos y/o patronatos culturales municipaletas, de los que, por cierto, suelen mantenerse una respetable nómina político-técnico-funcionarial muy respetable y nada despreciable… Si lo analizamos, así, al pronto, generalmente hablando, claro, aparentemente la cultura que ahí se cuida y se abona es la de fiestas de trinaranjus y berberechos, las patronales, los conciertos y desconciertos a los que pueda accederse y pagarse, carnavales, desfilesde… y chungas institucionales. Cultura de avenida, de mogollón, de populismo de calle, de aplauso y voto. Añada a esto la cultura civico-religiosa desde los santos patronos o patronas, donde la fiesta, la tradición y el dogma componen una sacratísima trinidad de la que más vale formar capítulo aparte para que no me lo tome a mal el que reparte… Y todo, absolutamente todo, es cultura.

            Pero algunos – muy pocos, es cierto – pensamos que Cultura, con mayúsculas, es algo (bastante) más que eso. En todo esto se cultiva – se nota demasiado – lo banal sobre lo intelectual, lo facilón sobre la ilustración, en pan y circo sobre lo cívico, el adocenamiento sobre el conocimiento… Y sé que, escribiendo lo que pienso, me van a restallar látigos interesados de sopapanes del sector, pero, qué quieren que les diga, con sinceridad, es mi muy humilde opinión, por condenada que sea, que sé que lo vá a ser…

            Una cultura municipal, regional o estatal, basada en el folklorismo y en el ya obligado buenrrollismo institucionalizado, no deja de ser una pseudocultura más alienante que “liberante”, no sé si me explico… El encarrilismo de lo políticamente correcto no es otra cosa que ideas dirigidas y digeridas a una única y determinada manera de pensar. Es un oficialismo como otro cualquiera. Yo hecho en falta programas independientes dirigidos por independientes, que amplíen el ancho de banda del pensamiento, no que lo mantengan reducido y abducido, encasillado y estratificado, a ver si ustedes me entienden… Ciclos de charlas abiertas, escuelas de lectura y escritura, foros ciudadanos, círculos de autores locales, programas de fomento lector en escuelas e institutos, acciones de cursos de librepensamiento en bibliotecas…

            De todo eso se habló, pero de nada en concreto se trató, en esa charla rapiidocoronavírica de velador y semiterraza. Muy interesante, pero poco importante. E importa apoco porque, en realidad, a nadie interesa. No interesa gente más concienciada, si no más amogollonada. Lo que importa de verdad es una ciudadanía conformadiza y poco cuestionadora, que no vea más allá de lo que se le ponga ante las narices para que tampoco pida más allá de lo que conviene. Ni que debata lo que entre nosotros debatimos y que se salga fuera del potaje que entro todos cocemos para el consumo ciudadano…

            Pero eso no es Cultura, si no la subcultura de la cultura. Un residual del librepensamiento. Un catálogo escogido y encogido de productos con etiqueta cultura pre-establecida para que el personal vea liberalidad en las estrechas culturas previamente envasadas por el sistema… Estas fueron nuestras conclusiones, aún a riesgo de que a muchos les importen más bien poco. Aún menos a los que se comen los cañamones…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ

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