DE LOS APEGOS Y DESPEGOS

  

                Bueno, enfín…  He oído unas declaraciones, quiero creer que personales más que de grupo, que dicen así, con rabia contenida, que se ejercerá una feroz oposición desde la ídem para defender los intereses del pueblo que le confió los votos… Y prosigue haciéndose la víctima de un golpe de estado, sin disimular mínimamente la mala bilis que le destila del colmillo. Ni son modos, ni es bueno para la salud. Ha de calmarse y aceptar la situación que el propio resultado de las urnas le ha deparado - eso es precisamente la democracia – y saber interpretar a partir de ahora  (si su partido es consciente de que mantenerla beneficie sus intereses políticos, claro )  el papel que hasta hace poco defendieron los que hoy habrán de gobernar.

                Y eso es bueno. Muy bueno. El experimentar el lugar de los que se ha machacado con tan famoso como nepótico dedo, enseña a crecer en esencia y a menguar como prepotencia. Uno mejora como ser humano si llega a aprender lo que brinda la experiencia. Séneca decía que el que es un mal sirviente suele ser un peor gobernante. O lo que es lo mismo, hay que saber estar abajo para saber mantenerse arriba. O lo que yo digo: un buen culo debe hacerse a los asientos duros antes que a los blandos. Y si un día los sentó, y ahora no le sienta bien volver a hacerlo, es porque no aprendió nada en su momento. Ya se sabe que las lecciones que no se aprenden hay que repetirlas… La vida da así nuevas oportunidades para cambiar lo negativo.

                Por supuesto, yo no soy quien para dar consejos a nadie. Pero mi experiencia y mis años me señalan que el talento acaba haciéndolo y deshaciéndolo el talante. Y nunca al contrario, jamás al revés. La parábola de los talentos no existiría sin unos talantes previos que marcan la diferencia en los resultados de su enseñanza. Pero si no hay buen talante, malamente destilará un buen talento. Y el talante demostrado por la pérdida del estatus no aparenta ser muy positivo… Pues, pensemos, en la serenidad y en el raciocinio reside la virtud.

                “Yo, que a los palacios subí, y a las cabañas bajé…”, reza el Tenorio, y lo dice bajo un concepto no tanto de constatación como de aceptación. A mí me llama mucho la atención cómo muchos, muchísimos, de los políticos, suelen tirarse a la yugular cuando son privados de los palacios a los que se creen con derecho de pernada. Es un comportamiento psicoanalítico de libro. Y eso solo pone en claro una única causa y un único motivo: el poder. No sacan las navajas por servir a ningún pueblo, si no por servirse de ese pueblo. No pelean por ese pueblo que no se les cae de la boca, pelean por sí mismos… La generosidad se nota en el despego, no en el apego, precisamente…

                Y aquí no se nota tal despego ni generosidad. Y eso puede llevar a terminar, también como el mismo clásico indica, en que: “…pues si buena vida os quité, mejor sepultura os dí”.