DESALMADOS Y DESALMADAS

La última cochinada de Marruecos ha sido demasiado. Su sátrapa se ha pasado media docena de pueblos. El enviar a miles de niños a nado hasta Ceuta para crear problemas al gobierno español, por el hecho de haber concedido asistencia médica al líder del Frente Polisario (razones humanitarias), es demostrar la poca alma y la mucha cobardía de un reyezuelo sin conciencia… De hecho, si hubiera algún tipo de vergüenza en las instancias mundiales, debería de ser acusado de crímenes contra la humanidad. Tal cual. No es de recibo instar a críos a echarse al agua, menores de edad en su inmensa mayoría, para ganar la costa española nadando, y presionar así a un gobierno.

De hecho ha sido una repetición, bárbara y cobarde, de aquella Marcha Verde poniendo por delante a civiles, mujeres y niños, para arrebatarnos el Sahara… Ahora, la marcha es a nado, pero utilizando chiquillos que llegaron (los que hayan podido llegar) temblorosos y asustados… Se calculan que han sido 8.000 los zagales que alcanzaron el Tarajal ante una sociedad atónita que nos cuesta digerir lo que estamos viendo…

Las instantáneas servidas por los medios de comunicación son atroces. Miles de críos, asustados, llorando, desorientados y despavoridos, sin saber qué hacer ni a quién agarrarse para obtener asilo y consuelo, ni dónde depositar su angustia y desesperanza.. Ojos aterrados y labios temblorosos en busca de una pizca de ayuda… Encogen el alma de quiénes aún la conserven, claro. Porque hay desalmados y desalmadas incapaces de sentir como un ser humano… Una de las escenas más patéticas, la de un guardia civil tirarse al agua para sacar a un bebé que venía en brazos de su joven madre, compensa en humanidad – y quizá también un poco en esperanza – lo que rodea estas tragedias… O la de la joven voluntaria de la Cruz Roja, dando consuelo y abrazo a otro joven, negro, que no paraba de llorar. Una cría rubia, pálida, de oro europeo, acogiendo y calmando a otro crío oscuro, de pelo crespo y piel negra africana, al final llorando ambos, agarrados el uno al otro como anclas desesperadas… Las imágenes han sido tristes, muy tristes, demasiado tristes para lo que en realidad suponen y significan.

Luego está la segunda tragedia. La de mayor calado quizá: la de las almas… Porque, ya digo, hay gente con alma y gente sin alma. Hay almados y desalmados. En lo político y en lo social; en los partidos y en los ciudadanos. Y cada vez más… Tenemos una involución de almas. Este hecho, como tantos otros desgraciados hechos, ponen ejemplos lo suficientemente clarificadores por espeluznantes. Con un botón de muestra es suficiente:

La zagala que auxilió y consoló al negrico, que acabaron los dos llorando abrazados, y cuya foto ha dado la vuelta al mundo, una voluntaria de la Cruz Roja, Luna se llama, está estudiando Integración social, pero tiene su cabeza muy bien amueblada: “sé que no soy como los demás…”, dejó dicho en las redes, contando y descargándose de la para ella desgarradora experiencia. Una muchacha con alma.- Luego está Cristina, periodista, que usó tal imagen del abrazo para vomitar: “eso es decadencia moral buenista”, diciendo de él que “se aprovecha el instante y la turgencia de sus senos…”. Una muchacha sin alma. El propio eurodiputado Hermann Tertsch, populista, glosó: “él es un abusador, y ella una idiota…”. Otro desalmado, votado por muchos desalmados.

Pero es que, el comentario de la supuesta periodista, ha conseguido miles de retuiteos, regocijándose y refocilándose en tamaña inhumanidad. No han visto las imágenes, o sí, pero anidan la suficiente maldad como para difundir semejante falsedad y devolver mal por bien… Gente desalmada, que se encarga de propagar que a todos los “menas”, todos los menores no acompañados, subsaharianos, que vagan por nuestras ciudades, hay que aniquilarlos porque son violadores, saqueadores y delincuentes. Desalmados los políticos que acogen políticas desprovistas de humanidad, y desalmados los que creen a pies juntillas que habría que resucitar los campos y crematorios nazis para hacer desaparecer a los judíos… digo a los inmigrantes… También si son niños.

La iniquidad de la política actual ha contagiado a una sociedad apesebrada y egoísta que no quiere compartir unos privilegios que morirán con nosotros, o antes de nosotros, porque ya tampoco podemos mantenerlos. Una sociedad viejuna, por debajo del crecimiento cero, sin apenas natalidad que compense las bajas, y, encima, ciega y suicida, rechaza a muchachos que apenas comen una vez al día, y vienen porque les han dicho que aquí lo hacemos tres, y aún tiramos a la basura la comida que nos sobra.

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