¡¡ DIABLO.. !!
- Por miguel-galindo
- El 17/06/2020
Aquel bienadado ex Ministro del Interior de Rajoy, José Fernández Díaz, se vació en una videoconferencia con jóvenes, difundida a través de la cuenta de Youtube “Santísima Trinidad”, compartiendo con ellos lo que, según él, le confió Benedicto XVI, hoy Papa emérito por la Gracia de Dios, o mejor dicho, gracias a Dios: “El diablo quiere destruir España”, dice que le dijo…. Y eso, como cumplida venganza por los servicios prestados a la Iglesia de Cristo, afirmó, o sea: “la evangelización de América, el papel en la Contrareforma, la persecución sufrida en los años 30 del último siglo, la última cruzada…”. Escalofriante. Dan ganas de apuntarse al bando del demonio, joer… y pone en boca de Ratzinger-Z (en él tampoco me extraña nada) que “el diablo ataca más a los mejores, y por eso ataca especialmente a España”.
Lo que no aclara el gran Torquemada éste, es quién hace el papel del Diablo en este sainete, si Abascal, Casado, doña Inés del alma mía, Pedro el botero o Pablo el puñetero… O quizá sean todos ellos encarnados en un solo y demoníaco ente. Hombre, yo ya sé que este ultracatólico de hombre, a Casado y a Santiago cierraspaña los tiene en la categoría de los ángeles, no en la de los demonios,y, por supuesto, a cuanto tridentino queda por ahí, y me consta que crecen como la hierba al fresco… Desde luego, yo me retrotraigo, como hacía Pío de Pietrelcina, al momento en que Joseph el Benedictus y él departían en el Monasterio Mater Eclesiae, sobre los problemas políticos que atraviesa España debidos a la acción del diablo, y a este nivel y en este tenor, y es para mondarse de risa. O no. O para acojonarse y salir por piernas, pues parece una película del exhorcista, mismamente…
Y pensar que personajes de esta catadura son los que rigen países e iglesias en el mundo… Yo no sé, la verdad, si son tan ignorantes que creen en la existencia real del diablo, o son tan malignos que, aún sabiendo que es una creación interesada, la ocultan y la utilizan. Pero lo cierto es que, sea de una forma o de otra, lo utilizan para amedrentar, amenazar, chantajear, y se usan de él para servir a sus oscuros y tenebrosos intereses de poder, influencia y dominio. Y esto es bastante peor que la mera duda sobre la existencia o no del pobre diablo. Aún hay millones de convencidos del cornirabo, y porque lo están, lo creen, y lo crean.
A las iglesias les interesa mucho, muchísimo, pintar a Dios como un personaje físico, con una entidad precisa, concreta, y casi que personal… desde Yahvé acá, a los que otorgan actitudes y aptitudes humanas de cólera, ira, venganza, celos, justicia, amor, bondad… o sea, han hecho a Dios a imagen y semejanza del Hombre. Una vez conseguido hacer de él un demiurgo al que se le identifica con el bien, para identificar al mal no queda otra que hacerlo exactamente igual: personificándolo en un sujeto concreto, y aquí nace el antiprotagonista Satanás. Como dos entidades enemigas, opuestas e irreconciliables. Y ellos, los eclesius, nos dan a elegir: o Dios, o el Diablo; o con nos, o contra nos.
Pero, ni mucho menos es esto. Ni Dios es un honorable ser con larga barba blanca sobre una nube tocado con una tiara en forma de triángulo con ojo incorporado, ni el Demonio es un jodido hombrechivo con evidente tridente bajo tierra ardiente. Dios es tan Diablo como el Diablo es Dios, una misma moneda con dos caras diferentes, dos extremos de una misma evolución, dos aspectos distintos de una sola experiencia, que, indivisibles el uno del otro, siguen siendo una misma unidad de acción. Pero si hemos creado dos personajes tan distintos como distantes es porque no queremos admitirlo como un solo valor.
El hombre es un ser dual que se desenvuelve en una naturaleza dual. Y lo mismo que no puede conocer el calor sin sentir el frio, el placer sin sufrir el dolor, o la luz sin experimentar la oscuridad, tampoco sabe identificar el bien sin conocer qué es el mal. Es el “Fíat” de los opuestos. Y le es más fácil idealizarlos como dos personajes en busca de autor, parafraseando a Pirandello, que como la ley natural de la causa y el efecto, que es lo que más se le parece como concepto (es un ejemplo).
Un niño le preguntó a Dios si el Diablo era malo, si debía temerlo y guardarse de él… “Nadie es malo ni bueno – le contestó – como todos son malos y buenos. Si le temes, nunca le conocerás, si te escondes de él, jamás aprenderás lo que te tiene que enseñar, y entonces, tampoco llegarás a saber que soy Yo mismo como maestro y como padre”… Cada cual piense lo que Dios (o el diablo) le dé a entender.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
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