DIFERENCIAS
- Por miguel-galindo
- El 09/09/2016
El Papa anterior, don Benedicti, cuando visitó Auschwitz, clamó a Dios preguntándole“por qué permitiste esto…?, y el actual pontífice, don Franciscus, en su reciente visita a esa ignominiosa muestra de crueldad y degradación humana, tan solo le pidió a Dios“que no permita que vuelva a pasar ese horror”. Existe una gran, enorme, diferencia de concepto, entre ambas súplicas. Casi extrema. La que va entre pedirle explicaciones de por qué dejó que sucediera, y la de rogarle que no vuelva a suceder tal monstruosidad… Y eso entraña, aunque nos resistamos a reconocerlo, la distancia que hay entre ambas formas de encarar una misma cuestión. Que es la que hay entre liberarnos de nuestras propias culpas y responsabilidades, y echar balones fuera, y el doloroso reconocimiento de lo que pasó.
Porque el Holocausto es la consecuencia de que el hombre es un asesino para sí mismo, si bien que enfocado en la locura del nazismo. Pero el ser humano ha masacrado al ser humano desde cualquier cúpula de poder. Hasta la mismísima Iglesia que, como institución, presume de lo contrario, ha dado muerte a diestro y siniestro sin ninguna contemplación humana ni divina… Las persecuciones postniceanas, las quemas de brujas, pensadores y científicos, la Santa (poco) Inquisición, el brutal exterminio de cátaros y albigenses, con las matanzas de Carcasona, Montsegur… y un etcétera tan largo como sanguinario, y sin contar la, ocultación primero del genocidio, y la vergonzosa protección después, que proporcionó a los propios criminales nazis tras acabar la guerra y ser buscados por el tribunal de Nüremberg.
Sí… Existe una gran, enorme, diferencia. En el uno está la evasión hipócrita de responsabilidades, y en el otro está la asunción avergonzada del error y del horror. En este sentido, tan solo le falta dar un paso a la Iglesia. Quizá en la próxima visita, de este Papa o del siguiente, pida perdón por la parte de ello que le toca en la historia. Ojalá y así sea. Solo entonces tendrá derecho a lamentarse con la sinceridad del que reconoce sus propias culpas. Porque ese es su gran pecado: que silencia mucho de su historia y se disculpa poco.
Es que resulta muy curioso que ella misma establezca la confesión, el reconocimiento y el arrepentimiento de los pecados para conceder el perdón de Dios, y se le olvide practicarlo cuando más lo necesita. Por eso, la sincera y doliente súplica de Francisco está más cerca de una confesión que el aspaviento teatral y de evasión de responsabilidades de Benedicto. Lo que pasa con esto, es que, al igual que en las primitivas comunidades cristianas te mandaban pedir perdón al que habías dañado, antes que pedirlo a un Dios que ya te había perdonado en ese mismo momento, porque sabía que tu propia conciencia es tu propio juez… pues eso, que se aplique el mismo principio.
Que hasta los crímenes contra la humanidad pueden ser perdonados por Dios, pero no se lo pidamos a Él, que ya lo sabe antes de que te postres. Pídeselo a esa misma humanidad. Públicamente. Es la única forma de que te perdones a ti mismo… Pos eso mesmo digo yo.