DIOS Y HAWKINGS

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En 1.981 el desaparecido Stephen Hawkings, el hombre que mejor conocía el universo de todo el mundo científico, fue invitado a dar unas conferencias en el Vaticano sobre sus teorías. Tal muestra de apertura fue un acto medido, calculado y sopesado, pues había que lavar la imagen de la Iglesia con respecto a su mundial metedura de tiara con la figura de Galileo, al que condenó porque el hombre se atrevió a decir que el sol no giraba alrededor de la tierra, si no que era al revés. No obstante, el Papa, entonces Juan Pablo II, le hizo una ominosa – pero piadosa – advertencia: “está bien que usted estudie la evolución de su Bing Bang, pero no debe hacerlo en su momento, ni antes de su momento, pues eso está reservado a Dios”… Le faltó añadir:… y solo Nos poseemos la facultad y potestad para explicarlo. Nadie más ose en hoyar caminos a los que solo nosotros tenemos el santo derecho. Que pá eso están los dogmas, joer.

                El Dogma contra la Ciencia, como siempre. El oscurantismo mágico siguen reservándoselo ellos en el nombre de Dios, sin que Dios haya dicho ni pío al respectoPara eso son su franquicia en la tierra, ostentan representación en exclusiva y son sus intérpretes divinhomologados. Ya está bien de perder el honor, el poder y la gloria que se NOS da por añadidura del modelo que hemos diseñado. Y como tal inventada prefectura, siguen actuando. Se le advirtió al sabio que no entrase en el sancta-sanctórum de su propiedad… O sea, tras su Bing-Bang, diga cuanto le plazca, que ya la jodimos con Galileo y habremos de callar, pero ni se le ocurra el sacrílego pensamiento de traspasar el límite que marco, por muy investigador que usted sea, caballero de alto plumero…

                Pero el caballero, hasta el momento de su muerte, buscó con la lógica de su ciencia más allá de la ilógica del dogma, pues hoy ya no se quema al estudioso por el hecho del buscar para hallar, como los sacros e ignorantes inquisidores hacían antes. Así que se aplicó a ello, y junto a otros tan brillantes como él, como su colega norteamericano Jim Hartle, logró diseñar un par de teorías tan posibles como plausibles, a la luz de los últimos descubrimientos, en las que, naturalmente, no se asusten ni se pasmen, no voy a entrar en detalles que, a lo mejor, los aburrirían soberanamente. Mucho menos, cuando la formación (adviertan sus eminencias que a la Creación, ni mentarla) del universo desde el Bing-Bang, está sobradamente explicada y cada día más demostrada por la física quántica. Así que no teman.

                Pero sí que les voy a contar lo que ocurrió en aquellas conferencias vaticanas. Allí propuso, por vez primera, la posibilidad de que un universo autocontenido en sí mismo, no estuviera afectado ni condicionado por nada que hubiese fuera de sí mismo, pues, si no hubo un principio, no tuvo un origen, y ya existía antes en su cualidad de eterno, por lo que su final tampoco existiría, dado que lo que es eterno no puede desaparecer, y al no ser creado, eso dejaría a Dios fuera como Creador. Lógicamente, por lo contrario, si el universo tuvo un principio, entonces hubo una autoría, por lo que, necesariamente, ha de tener un final… Fíjense que hablo de “posibilidad”, una posibilidad paralela a su teoría del famoso Bing-Bang, y, por lo tanto, muy a tener en cuenta por parte del mundo científico.

El rebote que se llevó la Curia no fue por lo que dijo, si no por cómo lo dijo. Y fue así: “Mientras el Universo tenga un principio, se puede suponer que fue creado por un agente exterior. Pero si el Universo es en realidad completamente autocontenido, si no tiene fronteras, ni sería creado ni sería destruido. Simplemente, sería. ¿Qué lugar habría, entonces, para un Creador?”… Ni siquiera dijo Dios, si no creador…

La frasecica no sentó nada bien. Aun siendo la exposición de un supuesto científico. Así que, en vez de malinterpretarla, lo que hicieron los clérigos fue malintencionarla. Y entonces, desde sus púlpitos inundaron los medios con la declaración maliciosa y borde de que Hawkings había confesado públicamente que él no creía en un Dios creador de nada. Se retorció el hecho de que fue expuesto como una posibilidad científica, y aún y así, tan solo cambiaría el concepto de Dios, no su esencia. La clerecía misma, en su Catecismo Ripalda de los tiempos del Nacionalcatolicismo, ya definían a Dios como que “ni se crea ni se destruye, ni tiene principio ni fin”, o sea, la misma noción que plantea Hawkings, o sea, el mismo principio con que la Física define el concepto de la Energía… Hawkings está diciendo que el Universo, la Energía y Dios viene a ser lo mismo. Adviertan la diferencia entre su concepto de Dios y de Creador, que no es el mismo… Es que, si no, a ver, y con permiso de la púrpura, ¿Qué Dios creó a Dios?.. ¡Ándele..!                         

 

El próx. Viernes, 22/02, a las 10,30 h., en radio T.Pacheco, FM 87.7: 7, CONFESIÓN TÉRMINI.- Una reflexión muy, muy personal.