EL ÁNGEL ROJO

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Ese era su apodo, pero en realidad se llamaba Melchor Rodríguez. Anarquista y hombre ejemplar. Comunista y ser humano excepcional. De origen humilde y del hambre como compañera, se hizo chapista en Madrid, y se conjuró a defender y difundir la República desde sus propios y honestos principios. A finales de 1.936 fue nombrado Delegado de Prisiones en Madrid. De inmediato, prohibió las “sacas” de los presos, los traslados de reclusos que eran luego asesinados en Paracuellos. Lo cesaron por esto (el historiador Paul Preston no deja inocente a Santiago Carrillo, por cierto), y puso en riesgo su vida enfrentándose a esos mismos partidarios de las ejecuciones.

            Incluso prohibió los traslados en la ocultación de la noche, y personalmente acompañaba los autorizados para proteger la vida de los prisioneros. El 8 de diciembre del 36, los bombardeos alemanes causaron la muerte de media docena de personas, y la turba, enfurecida, y con la ayuda de milicianos armados, se plantaron en Alcalá para linchar a cuantos allí hubiera retenidos. Melchor Rodríguez se enfrentó a ellos él solo, pistola en mano, y, desde las cinco de la tarde a las tres de la madrugada, aguantó insultos, salivazos, amenazas, pedradas… “Por las ideas se puede morir, pero no se debe matar”, decía y repetía…

            Ese día había en prisión 1.500 presos de derechas a los que salvó la vida. Entre esto, “sacas” evitadas, “checas” vaciadas y controladas, y muertes truncadas, se tiene la evidencia documentada que salvó alrededor de 11.000 vidas… Pasada la guerra, algunos pocos quisieron agradecérselo ofreciéndole ventajosos puestos de trabajo, pero él rehusó a ellos diciendo que las vidas no se pagan porque carecen de precio, y vivió humilde y pobremente el resto de su vida, hasta que, en 1.972, murió sin que ya nadie se acordara de él ni de lo que hizo.

            Porque no… no fue su vida un rosado reconocimiento tipo Schlinder, ni mucho menos. Acabada la guerra civil, lo metieron en la cárcel, y solo por sus muchos valedores lo soltaron en 1.944. Incluso volvió dos veces más a la cárcel durante el resto de su vida, tan solo que por no querer abjurar de sus ideales. Fue anarquista hasta el final y a pesar de todos los chantajes y dificultades…

            Naturalmente, un hombre así resulta un santo incómodo, tanto para las izquierdas como para las derechas. Para las primeras, porque se enfrentó a sus fanáticos ante sus inconfesables indignidades, y para las segundas, porque al absolutismo le resulta insufrible mostrar reconocimiento a ningún enemigo por digno que éste sea. Porque si hablamos de dignidad…

            …Para mí es más, mucho más, muchísimo más, cristiano, este anarcosindicalista de puñonalto que los que llevaban la cruz en la boina y los “detentebala” colgados en el pecho, qué quieren que les diga. Matar en nombre de Dios, como hicieron tantos militares, políticos, e incluso obispos, ofende y escupe al propio Dios, pero salvar vidas humanas en nombre del anarquismo, agrada y alaba a ese mismo Dios en el que se dice no creer. El verdadero y auténtico cristianismo no es una cuestión de credo, si no de actitud.

            “Una persona de bondad en tiempos de maldad”, podría ser su honroso epitafio, si hubiera que ponérselo. “Un hombre justo en medio del odio”, también podría ser… Pero es un modelo que ninguna propaganda ideológica ha querido rescatar. Como tanta, tanta gente, que hizo el bien sin mirar sigla alguna en ojo ajeno. Seres anónimos que no miraron venganzas. Tampoco es un ejemplo cómodo para la ira, el resentimiento, el sectarismo, el revanchismo y el odio que hoy nos vierten en la oreja los partidos de izquierda o de derecha actuales. Hacen falta más ángeles, rojos y azules.

El próx. Viernes, 25/01, a las 10,30 h., en radio T.Pacheco, FM 87.7: 7, EL PROPÓSITO.- Algo curioso que nos ocurre sin darnos cuenta.