EL BRINDIS

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Cuentan las crónicas que en la última visita del presidente argentino a España, recientemente, estuvo a punto de meter la pata protocolaria hasta la faja, o el fajín, o la banda, o lo que sea que lleven en estos casos. Dicen que, al final de la comida de honor, y ante todos los dignatarios, levantó su copa y brindó por la monarquía española. Lo malo es que su copa estaba llena de agua, y eso parece que es una grave ofensa para el brindado por parte del brindador… La reina se dio cuenta y le pidió discretamente cambiar la copa de agua por la de vino. El honor estaba salvado.

 

                No deja de ser una tontada, opino yo, pues el agua es la bebida universal por naturaleza, y, sin ella, no existiría la vida… - Pues sí (me contesta alguien) pero Cristo no cambió el vino por agua, si no el agua por vino, por lo que algo tendrá el vino cuando lo bendicen… No es así la sentencia, tercio yo, pero bueno…

 

                La cosa debe estar en lo conocido como “brindis zarista”, creo yo. Cuando el zar brindaba por alguien de los presentes y levantaba la copa con vino, ese alguien resplandecía, y todos los comensales lo felicitaban y buscaban saludarlo y adularlo al final de la recepción. Pero si la copa del brindis era con agua, se ensombrecía su semblante, la gente le rehuía la mirada y el contacto, y lo probable es que el así aludido se retirara cabizbajo, y al poco se oyera en el salón de al lado la sorda detonación de un disparo en la sien…

 

                Los brindis, al fin y al cabo, con agua o con vino, no dejan de ser una formalidad. Se alzan las copas, se emiten los buenos deseos – a veces se desea lo contrario de lo que se dice – y ya está. Lo del brindis al sol es lo mismo. ¿Qué más le da al sol que se brinde alzando la copa con agua que con vino?. Pues eso. A mí me dan un poco de risa todos esos formalismos protocolarios, arcáicos y caducos, que se esperan se realicen, pero que todo el mundo sabe que la forma supera al contenido, y que son más falsos que los paleodólares (no me refiero a dólares del paleolítico, si no a los del Palé, aclaro…).

 

                Esos brindis son, a mal comparar, como esas manos fofas, blanditas, con que se sella un saludo, una despedida, una promesa o un acuerdo. Esos apretoncillos carentes de vigor, de fuerza, de entusiasmo. Esas manos fantasmas. Esas manos de segunda mano… Que se queda uno, así, como si no lo hubieran saludado, como si se despidieran a medias, como si la promesa fuera de mentirijillas, como si el acuerdo alcanzado no alcanzara nada, como si el coronel no tuviera quién le escriba…

 

                A mí, por lo menos, me lo recuerda, y relaciono lo uno con lo otro, a lo mejor, o a lo peor, indebidamente, pero es lo que me pasa. Un dirigente firma un tratado de paz con otro y lo sella con una mano fláccida, desmayada, muerta. Tan fláccida, desmayada o muerta como el tratado firmado, y brindado con copa de agua… En poco tiempo estallarán las hostilidades.

 

                La política española está preñada de brindis zaristas, de manos de segunda, o tercera mano. Llena de fotos, autofotos, selfies y promesas rotas desde el momento en que se prometen. Son brindis de incumplimientos, porque mienten más que cumplen. De falseamiento y mentiras, de ocultamiento, dobleces y embustes… Ninguna importancia, entonces, que Macri brindara con agua… ¿qué más dá..?.