EL CAFÉ

  

Un servidor, más que cafetero se considera cafeinómano. Soy un inducido del café, si así puede llamarse. Y ahora, con la edad, menos, pero algunos años atrás, el café lo tomaba en botijo y corría por mis venas… Por eso no puedo resistirme a leer cualquier cosa que aparezca publicado con referencia a esta infusión. Todo lo relativo a estas cuatro jodidas y puñeteras letras me salta a los ojos de forma y manera automática, es inevitable…

                Y he aquí que me entero que la cafeína, no es que quite el sueño, si no que, si acaso, lo desarregla. Pero es que, haciendo el camino contrario, al igual que lo estropea también puede arreglarlo a quienes lo tengan descompuesto… ¿Se imaginan?, toda la vida acusando al pobre cafeto de ladrón del sueño, y ahora resulta que el bueno del brebaje nunca, jamás, se ha llevado nada que no es suyo… tan solo lo altera, si acaso.

                Les explico: Pasa que un equipo investigador de la Universidad de Colorado, en Boulden, U.S.A. - si no son los americanos no me hubiera enterado - dicen poder explicar cómo y de qué manera funciona el café, cuando llueve en el campo… Y aseguran que, efectivamente, libera unas sustancias químicas en el cerebro que nos mantiene despiertos, sí, léase cafeína o la ína que sea, y bloquean otras que nos inducirían al sueño.  Bien, hasta ahí sin ninguna novedad en la cocina, mi sargento… La sorpresa viene en que no quita el sueño, tan solo lo retrasa. Lo ladea, por decirlo de alguna manera, lo aparta, lo empuja, pero no lo elimina…

                O sea, ejerce su influencia sobre el reloj circadiano, ya saben, el biológico, ese al que aluden los expertos cada vez que nos aplican el malsano invento del cambio de hora. Pues bien, ese reloj interno es el que sintoniza el organismo con los ciclos naturales del día y de la noche, y es el que hace que su cuerpo sepa cuando está listo para planchar la oreja o, por el contrario, tirar pata al suelo.

                Así que lo único que hace el pobre café es reajustar esa influencia mediante un estímulo externo (el cafetazo) y retrasar el funcionamiento de ese reloj interno, o biológico, o circadiano, o como quiera que se llame. Esto es, algo tan sencillo como que se duerme más tarde lo que se tenía que haber dormido antes… otra cosa es que se lo quitemos nosotros, por voluntad propia. Repito: se duerme más tarde, pues se espabila más tarde también… Yo, por lo demás, ni quito ni pongo tiempo pero ayudo a mi café…

                Dicen y afirman que es como la luz, que si nos exponemos de noche a una luminaria acusada también nos trastoca el sueño, pues el organismo se engaña y se despista. Igual el cafelito. De tal manera es así que, aseguran, podría utilizarse para ayudar a regular el sueño. Fíjense. De estropeador a arreglador. Que su bioreloj le adelanta, pues usted se lo atrasa con un buen café… Así que, a partir de hoy, tómeselo solo o con leche, pero tómelo como un corrector y no como un jodedor. Al menos, mi querido café ya no es ladrón de nada. ¡Qué bien..!