EL COCHE DE MI NIETO

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El coche eléctrico, y no el de las pistas de feria precisamente, incluso el coche autónomo al 100%, no son utopías, ni mucho menos. Son realidades. Fiables y factibles. Lo que pasa es que va ralentizado, porque, aunque cambiará el urbanismo, creará nuevos negocios, y mejorará la calidad del medio natural y de la vida, de momento contraviene una serie de intereses creados importante. Y eso hace que nos venga con el freno de mano puesto, y bien echado.

            Pero, en unas pocas décadas, el consumo de energía cambiará de manera radical a raíz de una plena implantación del coche eléctrico, y ciertos sectores económicos y de política fiscal tendrán que atarse los machos, y/o cambiar de parámetros. Mucho. Imagínense que el consumo de gasolina hoy le mete en los bolsillos a Hacienda más de 10.000 millones de euros anuales (de ahí que se favorezcan tanto los puentes y fiestas de guardar, y las salidas masivas, y… entre otros casos y cosas). Si las gasolineras tienen que cerrar, las “electrineras” tendrán que pagar, ¿no?, y el negocio no puede parar. Solo se beneficiará, eso sí, y tampoco es poco, el medio ambiente, la salud de las personas, pero vendrá el coco y vaciará el bolsillo para llenar el depósito de impuestos, exactamente igual que ahora. Piensen que hasta ya resultaría viable incluso el coche solar, pero eso aún es demasiado para lo que el fisco podría aguantar, así que… a joerse tocan.

            Aún y así, la auténtica revolución que nos aguarda está en los coches 100% autonómicos. Cuando nadie esté al volante, piensen ustedes, en caso de un probable accidente, ¿quién sería el responsable si no hay conductor?.. ¿el fabricante del coche?, ¿obras públicas?.. ¿serán ellos los que suscriban los pólizas del seguro?.. ¿no habría seguros al ser un transporte seguro?.. Es un ejemplo tan solo de entre otros muchos.

            Ítem más: los coches, cuando sean autónomos, garantizarán un menor índice de atascos y una mayor fluidez circulatoria en el centro de las ciudades – ya libres de boinas contaminantes – por lo que, al no contemplarse el desplazamiento como una dificultad, hará más atractivo vivir en las afueras, y el precio de las viviendas céntricas podría desplomarse drásticamente.

            La leche… Imaginen una ciudad sin señales, sin semáforos, solo coches que se detienen ellos solicos ante un peatón de cruce, una emergencia que surja… Ambulancias y coches de bomberos o policía sin necesidad de sirenas, una comunicación limpia y segura, y silenciosa. Un paisaje urbano mejor en todos los sentidos. Lo que yo digo: la leche.

            Y como eso, quizá algo más tarde que temprano, llegará a imponerse, porque es inevitable, entre otras cosas porque podría hacerse ya mismo si se quisiera, si no fuera por los malditos intereses, pues miren, que se están haciendo los números. Y echando las cuentas para el 2050, el volumen de negocio que moverá ese coche del futuro/presente, sumada al ahorro que representará su implantación en gastos de infraestructuras, seguridad, sanitarios, etc… se eleva a unos nada despreciables seis billones de euros, según estimaciones bastante aproximadas.

            Y como no hay interés más desinteresado que el propio interés, pues que sí, que nuestros nietos, o bisnietos, podrán vivir en un entorno que dejará de estar envenenado por el bióxido de carbono, pero ese mismo interés hace que, de momento, usted y yo la espichemos de una afección pulmonar o un despiste circulatorio. Muerto en carretera o en el hospital, pero por la misma causa de circulación masiva. De momento, no toca más que lo que toca…