EL DOLOR (y II)

(de C.Indisa)

 

Con mi artículo “el Dolor” conseguí – benditos sean - que algunos de mis lectores se interesaran por mí, me aconsejaran, compartieran sus experiencias… Un buen amigo mío, al que la Meditación le ha procurado muchos y muy constatables beneficios, me insta, o mejor, me insiste, sobre la práctica de la misma, enviándome un ejercicio apropiado a tal efecto, así como recomendarme un libro. Su buena voluntad es superior a mi reticencia de que: no es que yo no crea en la meditación, sino que es la meditación la que no cree en mí. Lo he intentado por la sobrado (ya confesado en varios de mis artículos) y he fracasado impenitentemente. Pero ni voy a defraudarlo a él, ni voy a defraudarme a mí mismo, así que lo pruebo una vez más, y van ya…

Las instrucciones son ya viejas conocidas, que, nada más escucharlas, se van reconociendo como familiares. Son amables y afables, atractivas y atrayentes, dulces y hermosas… Entiendo y asumo el fin de su práctica, el cómo, y el por qué, y el para qué. Lo comprendo y lo admito. Y lo comparto y respeto. Sus principios y metodología son lógicos y de pleno sentido común, sin ningún género de dudas. Es un método que me sé de memoria… Pero que, a la hora de la relajación, cuando he de librar y liberar (no es del todo lo mismo) a mi cuerpo de tensiones, desde los dedos de mis pies a mi cuero cabelludo, paso a paso, todos y cada uno de ellos, piernas, brazos, estómago, pelvis, cintura, tórax, etc… en el preciso momento de ordenarles y/o rogarles que queden en paz conmigo y con ellos mismos, y con el cosmos entero, me dicen que ”…y una leche pá mí”, y se ponen en plan chota de Minessota. Peor de lo que ya estaban, si cabe. Son ya decenas y docenas, quizá cientos, de repetir intentos.

Tan solo caben dos o tres motivos, o porquéses, y ninguno es achacable al método, por supuesto… Está inventado hace miles de años, y a miles de millones de personas le funciona. Eso está tan probado como probada está mi incapacidad para ello (imagino que no seré el único inepto de este mundo), pero el caso es que, lo admita o no, es así… Uno de los posibles motivos es que mi cuerpo está peleado conmigo, con mi mente, o lo que sea; o que sea yo el que esté peleado con mi cuerpo, vaya usted a saber. Pero está claro que no nos entendemos. Al menos por las vías habituales, conocidas y practicadas por el común del personal.

Quizá, puede ser, es posible, no lo sé, que tengo que encontrar mi propio y personal metodología, mi propia fórmula, mi propio sistema para conectar y entenderme con mi jodido y puñetero body – puede que el jodido y puñetero sea yo, y no él – y entonces pasa que hasta que no dé con la vía apropiada, esto no va a funcionar en modo alguno… Claro que, si así fuera, está claro que mi buen amigo Andrew lleva razón y debo insistir, o, al menos, estar abierto en la búsqueda de la senda apropiada que me lleve a conseguirlo….

…O puede que aquí se abra una de las incógnitas de las que la humanidad ha dialogado y discutido a lo largo de milenios, sin dar aún con una respuesta concreta: Que el dolor tenga un propósito. Si así fuera – y no estoy cerrado a tal posibilidad – entonces se plantean una serie de cuestiones, amigos míos… Si eso fuese así, cuantos, en el sistema sanitario, tratan el dolor como un sufrimiento “inútil”, no llevarían del todo razón. Tan solo en la parte en que el cuerpo está avisando de una anomalía. Pero… ¿es ese el único propósito, o va más allá?..

No cabe duda que a esta existencia venimos a experimentar. Las creencias más antiguas y los evangelios más escondidos por silenciados, nos dicen que el alma humana (el “ser humano” es el compendio de lo físico y lo espiritual) pasa por esta vida, y seguro que por otras, para acumular saber y conocimiento a través de experiencias, para, y por, un fin concreto, al que, por alguna razón también concreta, nacemos sin poder recordar… Si fuera así, la experiencia del dolor obedecería a ese propósito, precisamente. Sería – yo creo que es – el efecto de una causa: la enfermedad, el accidente, u otras, serían el motivo externo, físico, algo así como el “pretexto”. Pero… ¿Cuál sería el verdadero motivo espiritual?..

Existen tapadas y evitadas Escrituras, que pertenecen al orden de los evangelios y otros, coincidentes con filosofías, culturas, creencias y otros conocimientos ancestrales, que apuntan a que el hombre (como ser humano), dentro de su propio ciclo evolutivo, y entre existencia y existencia, es él mismo el que decide sus propias condiciones, experiencias y pruebas por las que debe pasar para superarse a sí mismo en el camino. Pero que, en la interface del nacimiento, esa parte le es ocultada a su conciencia, o, al menos, a su consciencia… Esto encajaría con lo conocido por el “Libre Albedrío” en nuestros registros creacionales bíblicos.

Por supuesto, todas estas… llamémosles “elucubraciones” son para no alterar la visión tranquila de mucha, muchísima, gente, pero sería una posible explicación a la existencia – y el propósito – de la enfermedad y el dolor en los seres humanos. Se observa que, salvo altos gurús y entidades practicantes, el general de la humanidad, usuarios o no del yoga, zen u otras disciplinas, salvo que actúen en régimen paliativo, al final siempre suelen acudir a solicitar alivio a sus males, al chamán, al curandero, o a su médico de la seguridad social. Invariablemente.

Todos queremos librarnos de nuestras dolencias y padecimientos, pero quizá todos nos hayamos trazado y/o “programado” esas mismas dolencias previamente… Y no se me alteren, que he dicho quizá, puede que, es posible, a lo mejor… ya saben. Mi deseo es que, con la excusa de contestar a los que se interesaron por mi artículo sobre “El Dolor”, los que lean esto se pongan a pensar sobre las siempre posibles trascendencias de nuestras ocurrencias… y de las seguras consecuencias. Tal cual.

Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com