EL EFECTO EGO

(de BVG)

 

Empecemos el de hoy con una pensada… Y, por favor, a ser posible, que sea sincera (reléalo para sí mismo las veces que considere necesario): no es lo mismo encarar nuestra vida diaria pensando qué le debemos al mundo, que lo contrario: qué nos debe el mundo a nosotros… La verdad, reconozcámoslo, solemos ser muy benignos con el primer supuesto, y muy exigentes con el segundo. Y si cambiamos el concepto “mundo” por el de “personas”, entonces la cosa se agudiza aún más.

Eso se debe al Efecto Ego, con el que todos cargamos en mayor o menor grado. Y digo cargamos (yo también me incluyo, por supuesto) porque es una verdadera y auténtica carga la que soportamos… Si nos paramos a recapacitar un poquico, veríamos que si encarásemos nuestro cada día con el convencimiento de que nada debemos a nadie, y de que nadie nos debe nada, nuestra existencia nos sería mucho más liviana. Sin embargo, nos amargamos más o menos continuamente cada vez que algo, o alguien, no responde según nuestras expectativas. Y no es el daño que podemos hacer a nadie, sino el daño que nos procuramos a nosotros mismos…

…Mejor dicho: el daño que recibe y nos traspasa nuestro propio y personal Ego… Y no va éste de moralina alguna, no me malinterpreten, please, que ya he dicho que en esto habremos de meternos todos y que se salve el que pueda. En realidad estamos hablando, si me lo permiten los que me leen, de ese falso orgullo herido que nos asalta como una rémora a cada momento, o de vez en cuando, que cada cual se analice a sí mismo y por sí mismo.

Hacemos algo (esto es tan solo que un ejemplo ilustrativo) con alguien, o por alguien, o algo, y casi automáticamente, nuestro Ego nos lo apunta en nuestro Haber, y en el Debe de la contrapartida, osea, la partida contraria; el reconocimiento o respuesta positiva por parte de la otra parte, válgasenos la redundancia, que creemos merecer por ese acto o ese algo… Y nos cargamos con una deuda imaginaria que se nos tiene que corresponder o satisfacer. Es lo que yo llamo la Contabilidad Egóica – o egótica – que nos aplicamos cada ser humano según vivimos nuestra relación con los demás… o con lo demás.

No deja de ser una carga, gratuitamente ingrata, la que nos echamos encima de la joroba del alma, de la manera más torpe y absurda… Y nos levantamos cada día de la cama con la lista de deudores que nos deben esa explicación, contestación o satisfacción a nuestras fundadas, o infundadas, demandas. Nos ponemos en situación, nuestra situación, claro, no la ajena, y nos sentimos ofendidos y/o agraviados por lo que solo son falsas expectativas. Y todo porque no contextualizamos el concepto de EGO.

Dicho todo esto, lo que lamentaría mucho es que pudieran pensar que me estoy erigiendo en dar lecciones a nadie, de lo que soy, al fin y al cabo, un alumno más entre todos… Lo que pasa es que quiero compartir mi propio esfuerzo personal por combatir lo que yo mismo he padecido – y padezco – pero que intento limitar al mínimo posible. Y que me esfuerzo por eliminar, lo consiga mejor o peor, que eso habrán de opinar los demás que me conocen o me tratan.

El método que suelo utilizar, por si les sirve de algo, es aplicarme, cada vez que existe un sucedido de esos, lo de quién soy yo y quién es mi ego. Intento separar y diversificar, y distanciar en lo posible, a mi ego de mí mismo, aunque solo sea en mi imaginación, serenamente… Y entonces lanzar la estratégica pregunta de: ¿esto a quién le sirve, o a quién le puede dar satisfacción, a tí, o a mí?.. Si somos honestos con nosotros mismos, veremos que lo que al uno alimenta, al otro lo esclaviza.

Al menos he conseguido conocer, si no aislar, al virus. E identificarlo. Y eso siempre ayuda. Y he empezado a darme cuenta que, cada vez que lo consigo, recupero un espacio de libertad y de paz que había perdido tontamente; pues cuando uno siente de verdad que no debe nada a nadie ni nadie le debe nada a uno, es una persona libre, que no tiene que dar ni pedir explicaciones de nada a nadie… Yo creo que el que dijo aquello de “con el pecado llevas la penitencia” se refería a esta cosa de este caso.

La cuestión es que don Ego es mucho don Ego. Y en cada ser humano de este mundo se manifiesta de una determinada forma y manera, según la indiosincrasia personal de cada cual, pero siempre, siempre, con un solo y único objetivo: no perder el carácter ego-ísta de la naturaleza de su existencia… Cierto es que no hay nada en la creación que no esté por un objetivo concreto. El Ego fué y es necesario en la formación de la persona, en su principio, como escudo protector y arma defensiva. La tendencia es que ese Ego suele pasar de protector a dominador; y la persona es quién tiene que dominar a su Ego antes que su Ego lo domine a él. Como herramienta que es, no debe estar por encima de las manos que la manejan.

A estas alturas de mi vida, y de las muchas de muchos, nuestra obligación evolutiva ya reside en conocer a nuestro Ego como si lo hubiéramos parido… De hecho, nos han parido juntos y a la vez, como a hermanos gemelares. Pero una cosa es agradecerle los servicios prestados, y otra hipotecarle nuestras emociones y nuestra paz interior. Yo ya casi sé distinguir (y no lo tomen como presunción, que no lo es) cuando está hablando alguien, si lo está haciendo él o es su ego el que habla. Tan solo es cuestión de análisis y de práctica… Incluso con uno mismo.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – www.escriburgo.com – info@escriburgo.com