EL GUERNIKA

La historia suele torcerse y retorcerse, y falsearse, y prostituirse, por según qué intereses. Casi siempre políticos y/o económicos. Y casi siempre que se intenta, a la larga se consigue. Ya saben aquel axioma de repite una mentira sin parar hasta que se convierta en verdad. Y cuando se logra, es porque en ese machaqueo siempre hay un momento en el tiempo donde los escuchantes son ignorantes, un instante donde la incultura se impone a la cultura. Siempre.

                Los vascos, como un goteo constante e incesante, y eficiente, tantas veces como tienen oportunidad (y hasta cuando no la tienen) no hacen más que reivindicar la obra maestra picassiana del Guernika como suya. Suya por patrimonio, suya por historia y suya por derecho cultural… Sin embargo, nada de eso es cierto, pues todas y cada una de tales premisas son falsas desde su mismo origen. Es como si Avignón reclamara como suya la obra de Matisse solo porque pintó a unas señoritas de allí…

                Guernika sufrió, sí, en Abril del 37, un bombardeo cruel y criminal, inhumano y experimental, innecesario y brutal. Eso es históricamente cierto. Y nadie ha pagado por ello, incluso se le llevó bajo palio. Vale. Pero no es menos cierto que el Guernika fue un encargo del gobierno republicano, o sea, del pueblo español, a Pablo Picasso, para que representara al país, a todo el país, a toda España, en la Exposición Mundial de París en el stand dedicado a esa misma España.

                Como tampoco es menos verdad que el Guernika pasó a Nueva York para ser preservado de la guerra civil, y que su autor, Pablo Picasso, dejó escrito en su testamento su deseo de que fuera devuelto a España, concretamente al Museo del Prado, en Madrid, dado que la propiedad del mismo pertenecía a todo el pueblo español, independiente del que fuera su gobierno…

Y que Norteamérica no fue cicatera en su restitución ya que el derecho internacional y los buenos oficios de políticos de la época, como Josep Renau, o Javier Tusell, o Íñigo Cavero, además del propio Picasso, así lo establecieron con toda justicia y generosidad en su gestión.

Pero ni Picasso estuvo jamás en Guernika, ni tal obra maestra fue pintada allí, ni nunca salió de allí tampoco, como algunos atrevidos osan inventarse, por lo que mal se puede devolver a donde nunca residió, ni de donde nunca se quitó. El autor fue un malagueño universal, repito, malagueño, que pintó una obra de un asesinato en masa local, por encargo del gobierno de un país para un destino concreto y un objetivo determinado. Y su autor así lo dejó dicho, escrito, firmado y establecido.

La ignorancia puede llegar a disculparse, pero la ignorancia malintencionada debe denunciarse. Y condenarse. Y en estas cosas y casos, los catalanes y los vascos, reconozcámoslo, abusan de su mala intención usando la ignorancia de la gente. Por eso hay que decir, y repetir, las cosas, como realmente son.

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