EL LIBRO DE ENOC

Solo con el título de hoy es suficiente para espantar a una buena parte de mis lectores, me temo, así que doy venia para abandonar estas líneas antes de seguir con “aquesta tabarra”. Es como una vacación, un justo descanso, ya que mañana será otro día, y, como repite mi santa, “verá la tuerta los espárragos”, y volveremos con otros temas menos herméticos… Pero, es que, un seguidor lejano, de allende la taifa, me escribió hace unas semanas un “emilio”, en el que, con muy buenas palabricas, me retaba a escribir sobre esa misma rareza; sobre si lo había leído yo; sobre qué me parecía a mí; o si acaso lo había entendido… si bien leerlo es una cosa, entenderlo otra muy distinta, e interpretarlo ya el acabose…

Y yo, pobre de mí, solo puedo dar una muy pobre y humilde opinión personal, dado que el texto atribuido a Enoc, pura profecía, es tela marinera. Por lo que mi interpretación del texto es muy mía y de nadie más. Quede constancia de ello, que exégetas habrá que me den sopas con honda en tamaña injerencia… pues yo tan solo soy que un enano aficionado. Dicho esto, y como es de los temas que me pican el sobaquillo, rebusqué en mis estanterías, y encontré el jodío Libro de Enoc, de 160 enrevesadas páginas… Me lo volví a leer, anoté a lo ya anotado de antes más anotaciones, me lo repensé de nuevo, y hete aquí, ahora, lo que a mí se me escurre del magín a tal respective, detective:

El tal Enoc es un personaje bíblico, antediluviano, de hace un porrón de siglos, o milenios, de cuando aquellos patriarcas vivían cientos de años, según los textos antiguotestamentarios, imagínense… Bien. Este amigo fue el padre de Matusalén, que fue el padre de Lamec, que fue el padre de Noé, el del arca… Bisabuelo suyo, por lo tanto, y así, a lo tonto. Se dice de él que unos ángeles lo transportaron al cielo para que hiciese de notario de cuánto había de suceder; luego lo regresaron a fin de que depositara en su familia los textos, para después volvérselo a llevar arriba definitivamente, que ya el hombre no estaba para mucho transporte… Antes de seguir, he de aclarar que el Libro de Enoc era muy usado y apreciado en las primitivas comunidades cristianas, luego, también, en los primeros tiempos de la Iglesia, para, ya avanzado el Concilio de Nicea, abandonar su lectura, dejar de recomendarlo, y apartarlo definitivamente como punto de referencia. Hoy son considerados textos apócrifos.

Bueno… el Libro se compone de una multitud de escritos heterogéneos, de cuanto material, y a modo de escriba, le fue facilitado en los cielos, principalmente por los jefes de ángeles Rafael, Miguel, Gabriel y Uriel de parte del Santo de los Días (se supone Dios, aunque salen otros interesantes personajes que, pudiendo serlo, no lo son, pero se adivina una cierta jerarquía dentro de la divinidad), si bien habla de miríadas y miríadas de miríadas de ángeles. Muy interesante todo esto…

Hay una parte – las partes están mezcladas y superpuestas entre sí, por lo que parece una novela de estas de ida, regreso y vuelta atrás – si bien tiene como un par de grandes áreas: una es una muy completa cosmografía del universo y su funcionamiento, y sorprenden algunas exactitudes incomprensibles hoy día desde el tiempo en que están escritas… Lo demás se dedica todo a profetizar: desde su tiempo al diluvio universal, como castigo divino por la resultante de la mezcla entre el ayuntamiento de los Hijos de Dios con las Hijas de los Hombres, ¿s´acuerdan?… Un pormenorizado listado de nombres de los ángeles-jefes que encabezaron el estropicio; su conversión en satanes por aquellos malos polvos que trajeron peores lodos, y su correspondiente castigo divino.

Inmediatamente, el Diluvio Universal como limpieza general, a cargo de su bisnieto Noé. Luego, un segundo cuerpo profético hasta la llegada de Cristo, claro y conciso un personaje como Jesús que, cuando Enoc, ni estaba ni se le esperaba (todo para Enoc es futuro, nada de su presente), y, sin abandonar el tono de profecía, llegar hasta una especie de final de los tiempos – que no del mundo – una suerte de final de los días, en que el mundo habrá de sufrir algo así como una subida de nivel energético (yo lo veo más como entrar en un grado vibratorio superior) en el cual no podrá sobrevivir el mal, teniendo éste que marcharse a tomar por el saco, y donde nada más que se permitirá la existencia del bien sobre toda la tierra…

Todo eso, vestido de atroces castigos divinos, naturales o inducidos, de eternidades sin perdón, de penalidades per sécula seculorum, que era lo que se llevaba en su tiempo, y mucho después de su tiempo también… Yo lo veo como el paso a una etapa evolutiva superior: algo así como si no se logra por el ser humano, será la propia fuerza del universo, de la naturaleza, o lo que sea, la que lo imponga (una especie de plan dentro de la creación). Los que aguanten el tirón, poblarán un mundo nuevo, y los que no estén a lo que se debe estar, adiós y que os j… Vamos, que se les aplicará el principio disolutorio universal, y la película de “volver a empezar” como reestreno. O sea, la entropía, en lenguaje científico… O eso es como yo lo interpreto, que mire, si usted me dice que no, óiga, pues será que no…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ

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