EL MENSAJE

 

    Se han cumplido ochenta años de aquel golpe de estado del 36… Ochenta años son muchos años. Los suficientes para recordarlos y los suficientes para olvidarlos. Ambas posturas llevan su parte de razón en sus argumentos. Lo que pasa con estas cosas es que, cuando la historia la escriben los ganadores, no se deben olvidar hasta que los perdedores completen esa misma historia. Luego, ya se puede enterrar por ambas partes y sacar las conclusiones en paz.

                El conflicto se hace presente cuando la gente confunde olvidar con ignorar, porque son conceptos distintos a la vez que dispares. Se puede (y se debe) olvidar, pero no ignorar, pues la ignorancia hace que los pueblos y las sociedades tengan que reescribir su propia historia de alguna otra forma, de nuevo… Y no se debe ignorar, por ejemplo, que en España, durante tres aciagos y sangrientos años, todo un pueblo se levantó – si bien que inconexo y desastrado – en defensa de su democracia, contra un fascismo, en el que se encontró solo, abandonado por una Europa que luego pagó su error cuando ese mismo fascismo provocó una segunda guerra mundial de dantescas proporciones y horribles consecuencias.

                Al igual que nuestro país sufrió sus consecuencias durante cuarenta años de una férrea dictadura, a los que han seguido otros cuarenta en los que deberíamos haber madurado, concluido y enterrado esa lección con todas sus conclusiones. Sin embargo, no ha sido así del todo.

                Las ambigüedades de un proceso que pretendió construir una democracia completa y plena desde la nada, confiándolo todo a unos políticos sin la participación directa, el control y la supervisión de la ciudadanía, aún mantiene peligrosamente latente aquel lejano conflicto que ya debería estar enseñando a las generaciones posteriores los errores que nunca, jamás, se deben volver a cometer, por ninguna de las partes en liza.

                Y es, precisamente, porque las formaciones políticas, herederas ideológicas de aquello, aún no han dado cumplido carpetazo con su reconocimiento de golpe de estado y la búsqueda de la reconciliación y el perdón por aquel desastre. Es por ello que eso ha motivado que esas generaciones posteriores ignoren todo en nombre de un preconizado, pero falso, olvido. Si hay que olvidar, se debe conocer lo que hay que olvidar. Eso es conocimiento, y lo otro es ignorancia. Por eso vemos líderes jóvenes empeñados en descubrir lo que ya debería haber sido olvidado, de forma y manera sesgada y parcial. Precisamente porque aún lo ignoran integralmente.

                Y es por eso mismo que los populismos de izquierda y de derecha de este país se parecen tanto… Tanto, que se confunden en sus discursos, y en sus formas y sus modos. Y casi, casi, que también en sus fondos. Existe un vídeo por ahí, en Internet, en esas redes de Dios, que lo ilustra tan clara como patéticamente. Busquen ustedesPodemos y Falange, o algo así. Y esto es solo anecdótico, pero es un ejemplo del mensaje que hoy quiero transmitirles a ustedes en este, aún no olvidado por ignorado, triste aniversario.