EL MITIN

 

Viene de la palabra inglesa “meeting”, que significa, creo, algo así como conocer, o conocerse, o tratarse… Mi tocayo Unamuno españolizaba el nombre de este acto de captación pública (política) como Metingues. No sé si por alguna razón concreta, o por puro cachondeo. Sabido es que don Miguel dudaba mucho de esas manifestaciones, a las que definió en más de una ocasión como de “chamarileros, vendedores de aire”…

                Cuando de nuevo, tras cuarenta años de dictadura franquista, recomenzó la democracia, los mítines, o los metingues, no se parecían en nada, o en muy poco, a los de ahora. Entonces, los mítines eran abiertos, en contacto vivo y directo de políticos con ciudadanos. Era un cuerpo a cuerpo, un encuentro, un vis a vis que funcionaba. Se salía ilusionado a la plaza, a la carpa, al local de turno, a oír lo que tenían que decir… Y el vecino asistía a uno, dos, tres, cuatro, o media docena de mítines de distintos políticos y diferentes partidos… Y contrastaba… y comparaba…

                La frescura y la naturalidad de entonces era incomparablemente más auténtica que las puestas en escena, falsas, artificiosas y acartonadas de ahora. Ayer, los mítines eran para convencer a la gente, y hoy son mítines para gente ya convencida. Porque ya nadie vá a los mítines a ver qué dice éste o aquel. Y eso ocurre porque los ciudadanos saben que mienten. Ya no los creen. Ya no se fían. Tan solo son escenificaciones montadas para sí mismos, donde nada más que acude su propia clá, su propio aparato, donde se lleva hasta la última agrupación afín con el kit de la parafernalia de fotoescenificación bajo el brazo.

                Y, por supuesto, y muy importante, si falla la asistencia de la televisión y los medios, no vale para nada el esfuerzo realizado, porque entonces se queda en una pose ante el propio espejo, pero no entra en los hogares, en los informativos, en las noticias, y el personal no se entera de lo que dicen (se dicen a sí mismos) en el mitin. Y lo saben perfectamente, porque lo que hacen es un acto de autoconvencimiento y autocomplacencia de sí mismos para sí mismos. Solo tienen la posibilidad de colarse en las casas por la pantalla o por las hojas del periódico… La foto es lo importante.

                Y para eso, y por eso, se colocan a seguidores representativos, escogidos y entregados, detrás del que discursea, de cara a la cámara, sonrientes, asintientes y aplaudientes, con ese instintivo movimiento de cabeza, arriba, abajo… arriba, abajo… Es un efecto muy curioso, mimético y estudiado. Se trata de dar a entender a quienes lo ven, el respaldo (prefabricado) que obtiene el discurso del candidato, en un intento de contagiarlo al espectador foráneo.

                Pero no… los mítines, los metingues, ya no son lo que eran. Antes era genuínos, originales, y hoy son absolutamente falsos y contrahechos. Tan solo hay que ver lo que hace el ciudadano sin carnet, y lo que tienen que hacer los partidos y políticos para mantener el embuste y el autoselfie.