EL SANTO EJEMPLO

Lo de que la cúpula de nuestra Diócesis también participara del caciqueo vergonzoso de asalto a las vacunaciones (…y no quería, óiga, y no quería), al igual que nuestros políticos, también de cúpula y manubrio, no quiere decir otra cosa que hasta en los prolegómenos de la corte celestial cuecen habas… Que aquí no se salvan ni los que más ejemplo deben de dar porque son, al menos en “su” teoría, la conciencia de la sociedad – de la sociedad creyente, claro – y que constituyen por lo tanto el modelo y la voz de tales conciencias. Pero que, a la postre, son capaces de las mismas vilezas y chanchullos a la hora de salvar su pellejo por delante de los de los demás, que ellos llaman su grey.

Estos cargos eclesiales y arrimados (hasta 20, al menos) lo han hecho camuflándose tras la pantalla de una residencia de ancianos propiedad de la Iglesia, metamorfoseándose en empleados (capellanes) de la misma, bajo la falsificación documental oportuna con la firma correspondiente del prelado, que lo hizo días después de autorizar la vacunación. Nada nuevo bajo ningún nuevo sol. Tal cual sus colegas de la política, del poder militar, o de cualquier otro poder mundano, como ellos mismos aunque se revistan de divino…

La Consejería de Salud anuncia que abrirá una investigación, mientras la Asamblea aprueba otra para esclarecer qué políticos incurrieron antes en el abuso. Nada… un lavamanos inútil, ya que se ha anunciado en nota oficial (la 7) que no se tiene jurisdicción dentro de las zonas de influencia de la Iglesia. En otras palabras, y para buenos entendedores: están protegidos por el Concordato (al igual que los expolios de las inmatriculaciones u otras cuestiones).

Precisamente por ese mafioso oscurantismo, los responsables políticos están dimitiendo de sus cargos – o los están haciendo dimitir – pero a los responsables religiosos no creo que dimitan, ni los hagan dimitir de los suyos. No lo hicieron en cuando lo de sus pederastas (es más, los ocultaron y protegieron) no lo van a hacer ahora con este peccatto minutto de sálvese el que pueda poniéndose delante del más débil a codazos y con trampas… ¡qué tontería, virgen María!.. Todo esto pasará, la gente se olvidará, las romerías volverán y los vivas resucitarán. Y entonces, ya lo verán, nadie se acordará de que los últimos se colocaron los primeros dándole la vuelta al Evangelio y poniéndoselo por montera.

Pero, ya digo, esto no tendría la menor importancia si no fuera porque son los más visibles de una religión basada en principios morales y éticos inamovibles, y no unos ganapanes marrulleros de tres al cuarto. Son sus voces las que se erigen como sagrada representación de muy altos valores, y las que pastorean las conciencias de los fieles. La responsabilidad no puede, no debe, ser la misma, que la de los conocidos tahúres de la política… Y aquí, el “haced lo que yo predique pero no a lo que me dedique”, no sirve. Y no vale, por eso mismo, porque no se puede ser juez y delincuente a la vez.

Llegados a este punto, el presente artículo no valdría la tinta gastada en él si solo nos centramos en la rapacería en sí de los hechos (en el argot de su cofradía, sería pecado de simonía). Pues son tan comunes y vulgares en estos tiempos que ya ni el criticarlos merece la pena. Aburren…. Es en la moraleja donde está la molleja. Porque desemboca en una de las más apasionantes incógnitas que se dan en el ser humano, en una de sus más controvertidas incongruencias:

¿Qué tipo de fenómeno actúa para que cualquier persona, líder social, de comunidad y/o religioso, que, conscientemente oculta, miente y se comporta como cualquier vulgar trilero, siga siendo respetado, venerado, valorado y creído por cientos de miles de personas iguales a él?.. Y miren que digo iguales, ni mejores ni peores… Pues quizá, y digo quizá, que por eso mismo de que los subimos, los ponemos y los suponemos (bueno, se ponen ellos, nosotros solo lo creemos) en un estatus superior… Un estatus que les otorga la infalibilidad en sus prédicas y la justificación ajena de sus errores y torpezas; en una posición en las que debemos acatar sus actas y disculpar sus actos… Sin darnos cuenta que aquí funciona una especie de ley no escrita, pero inserta en la humanidad: la de “como así lo creo, así lo recreo”, fundiendo el sentido de “creer” con el de “crear”. En pocas palabras, se crea aquello en lo que se cree… Pero a mí no me crean, no vaya a ser que descarrile el tren. Sigan creyendo en que lo que dice el hombre es palabra de Dios. Apañaos vamos.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php