EL TALLAJE

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El pasado doce de Octubre, viendo de refilón el Desfile Nacional de las FF.AA., porque me percaté en un Telediario gracias a que un pobre chaval, paracaidista él, se estampó contra una farola, y encima siendo portador de la bandera como enseña patria… por nadie pase el tal trago. Me imagino el azoro y la vergüenza, y el temor al arresto cuartelero. Menos mal que Su Majestad le dio un abrazo después, como pelillos a la mar, tío, que tós hemos sío jóvenes y se nos han ido los ojos tras un buen culo, acho…

            Pero que, por una concatenación absurda de ideas no menos absurdas, en ese Día de la Hispanidad antes, Día de la Raza antes de antes, me trajo a las mientes lo de “dar la talla”. Quizá porque esa expresión viene, precisamente, de lo militar, de cuando se nos medía a los turutas para la mili y algunos no lograban la talla mínima, o aquel “estrecho de pecho” para vestir el glorioso y airoso uniforme. Por no “dar la talla” te mandaban a criar patatas al estar más cerca del suelo. Y eso que, en los albores de cuando se inventó el término, allá por los Tercios de Flandes por lo menos, el personal no pasaba del metro y dos tercios (y sin Flandes)..

            Si alguno ha hecho un viaje cultureta con los del Inserso, y le han llevado a algún lugar histórico de verdad, que ya es un logro, y ha visitado alguna fortaleza, palacio o castillo que aún guardan piezas originales de la época, no sé si se habrán fijado en la alzada de las armaduras, bajándolas mentalmente de la peana en la que se exponen. Ni de coña dan la talla media actual. Pero ahí dentro se metía un elemento de 1,65 y aguantaba el peso de la armadura y del espadón que blandía sin inmutarse. Y encima, al trote que tiene más rebote. Y así conquistaron imperios y defendieron reinos. Con dos pares de pendones… Quizá fuera eso, que el peso de los pares no les dejaba crecer más… No daban la talla de altura, pero la daban en otras cosas.

            Hoy, por fortuna, ese “dar la talla” o “no dar la talla” (bastante más de lo segundo que de lo primero) ya no es solo valoración métrica  y cuestión de medidas físicas, y sí culturales, morales, mentales, éticas, formacionales, educacionales, sociales, políticas, etc… En la actualidad la estatura da igual que dé la talla o no la dé. Tenemos espingardas de dos metros con un cuarenta y seis de pie y a su cerebro le coge menos que a un pastillero…

            La peor muestra y el más vergonzoso ejemplo lo tenemos en nuestra clase política. Mediocres, acomodados, aprovechados, paniaguados, mentirosos, falsarios y trileros, que solo ven y sienten a través de sus culos ávidos de poltrona en que sentarse y donde asentarse. Dá igual izquierdas que derechas. Las derechas son lo de toda la vida, y la izquierda es tan solo que una etiqueta para poder vivir como los de derechas. Sin más visión de altura ni de sentido de estado que sus bajuras. Arrastran al país a tres elecciones en cuatro años por su incompetente egoísmo e incapacidad de formar un gobierno de coalición en la Constitución.

            Con la altura de nuestros políticos actuales nunca, jamás, se hubiera llevado a efecto la Transición. Es un hecho, demostrado una y otra, y otra vez más, que no dan la talla… Y, sin embargo, aún tienen la desfachatez de seguir presentándose los mismos inútiles aprovechados.

Deberíamos de medirlos como se nos medía a los guripas antes de hacernos soldados. Pero en la escala de valores, no de centímetros. Y a la puñetera calle el que no dé la talla. Lo de las urnas ya no vale como medida sin un segundo tallaje (segunda vuelta) o de listas abiertas para elegir por nosotros mismos a los más aptos, no a los que ellos mismos nos cuelan.

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