EL ULTIMÁTUM
- Por miguel-galindo
- El 02/05/2022
Hace unas pocas semanas, en un Telediario (encasillada entre la guerra de Ucrania y los restos de la renaciente pandemia) dieron obligada, pero escueta, cobertura a una noticia de la Onu en forma de ultimátum… Y al día siguiente, solo en prensa nacional, en tamaño doceavo de página, apareció también a modo de suelto. Por supuesto que nuestra televisión murciana, la 7, ocupada por la nevada en zonas altas de la región – cuatro dedos en el noroeste – y los prealeluyas semanasanteros, no recogió la noticia. Como tampoco lo hicieron nuestros periódicos, petados por Carlos Alcaraz y de lo bien que lo hacemos en todo lo que nos ponemos, y que vivan las fiestas de primavera y mi Murcia la primera…
La pobre por empobrecida noticia del máximo organismo mundial, encabezaba así mismo: “ULTIMÁTUM DE LA ONU: las emisiones deben caer ya en 2.025”, y el subtítulo, casi que un grito agónico, el siguiente: “Ahora, o nunca”… en el rincón derecha de la portada del periódico. Los gases de efecto invernadero deben alcanzar su pico máximo antes de tres años para luego descender rápidamente antes de llegar a un 2.030, a partir del cual, la irreversibilidad de una serie de catástrofes se hará trágicamente patente. El reloj del Cambio Climático ya no da para más. Sin embargo, los planes de los gobiernos de todo el mundo implican que las emisiones irán creciendo, que no decreciendo, en esta década, lo que supone una cuasi declaración de que no están por la labor. Los intereses de las multinacionales y de las oligarquías financieras están por encima de los de los pueblos y los ciudadanos.
Así, por ejemplo, tenemos que el conflicto con Rusia, que para Europa debe suponer una excusa y oportunidad para romper la dependencia del gas, y acelerar a muerte el giro hacia las energías renovables, y Alemania, por peor ejemplo, y Hungría, y Austria, y otros, dificultan llegar a ese extremo, incluso zancadilleando y entorpeciendo la política de sanciones a este país prepotente y agresor, con el fin de no cortar el grifo del gas, carbón o petróleo ruso. Eso es una política contraria a la estrategia, y, encima, aceleradora del nefasto cambio climático. Es más… se buscan otros proveedores, como EE.UU. – al que esta guerra le está viniendo de perlas, por cierto - Argelia, etc., pero en un más de lo mismo: seguir la tendencia de quemar combustibles fósiles, en vez de encarar un cambio tan radical como urgente y necesario, tan tarde ya como quizá inútil.
Aquí, en nuestro país, que somos en potencia uno de los mayores receptores naturales de energía solar y eólica, nos hemos pasado décadas tirando a la basura tal posibilidad, y gastando nuestros recursos en importar energías contaminantes (hasta de nucleares vecinas) en vez de dotarnos de los medios, tecnologías e infraestructuras para volcar tal situación negativa. Así que se vuelve a poner de manifiesto, otra vez más, que son los beneficios de las grandes compañías, de los oligopolios energéticos, que compran a los gobiernos, sean estos derechas o izquierdas, los que mandan, para imponer sus intereses por encima de los del mundo y de la climatología.
Lo que pasa es que estos mismos ciudadanos de ese mismo mundo o de este mismo país, no estamos tampoco por la labor de hacer lo que está en nuestras manos, y nos pasamos por debajo del arco del hedonismo cualquier tipo de recomendación, sea ésta por su bolsillo, sea por su propia salud, o la del planeta… Un ejemplo de aquí mismo: con antelación a esta última Semana Santa, todos los bares, hoteles, restaurantes, chiringuitos, casas rurales y conejeras naturales, ya le habían puesto el cartel de petado hasta la bandera, y la DGT ha constatado, tan solo en nuestra región, medio millón de desplazamientos internos por carretera (19 millones nacionales), consumiendo, gastando recursos, y tirando fluorurocarbonos a la atmósfera como auténticos posesos irresponsables… Y aún asfixiados por el precio de la gasolina.
La razón dada, esclarecida como pocas, y acogida, admitida, justificada y santificada es una, grande y libre: tras dos años de estar con la pata quebrada en casa, ya tocaba… Tocaba viaje, fiesta, consumo, dispararse y disparatarse, faltaría más. Tenemos todo el derecho del mundo, aunque neguemos los derechos de subsistencia a ese mismo mundo, que es el nuestro, por cierto; el único que tenemos y al que estamos a punto de hacer fosfatina, y a nosotros con él… Tampoco parece importar mucho la guerra de Ucrania, sus muertes, ni la carestía que nos invade como una mala plaga, y que achacamos todo mal a la misma descaradamente, y no a nuestra pésima gestión. Luego, después, mientras nos llega el próximo puente, nos entregaremos de nuevo a las lamentaciones, al mesar de cabellos, rasgado de vestiduras y crujir de dientes “porque no se puede vivir”, acho, acha, con estas subidas de precios, tan inclementes como indecentes, por cierto…
Entonces se explica uno el por qué un Ultimátum de la Onu, dado en estos fatales términos, perentorioso y angustioso, te lo pasan camuflado y con sordina esos mismos medios de comunicación que te inyectan en vena otras muchas cosas bastante menos importantes, pero más populistas y de “pan y circo”, a grandes espacios y titulares, porque son más “rentables”, en definitiva… O en esos veinte minutos que se emplean para decirte que “la firma que pagó al hermano de Díaz Ayuso, cobró el cuádruple (las mascarillas sanitarias) que otros proveedores”. Eso ya se sabía y nosotros seguíamos entronizando a Santa Isabel Mártir como patrona de Madrid y de las Españas. Y tan frescos y felices.
Aquí, en este país, imagino que casi como en todos, si bien que en unos más que en otros, nos creemos, no lo que deberíamos, si no lo que queremos creer… Y lo que queremos creer y lo que nos han vendido aquellos que medran de nosotros, es el hacernos unos perfectos zánganos y pulgones, a base de empanzarnos con cuentos de Calleja… Y a vivir que son cuatro días… bueno, ya solo dos.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com