EL VIRUS ES UN BALÓN
- Por miguel-galindo
- El 31/03/2020
Que habrá un antes y un después del coronavirus, es verdad. Esto es un aviso muy claro de que el ser humano aún no ha avanzado lo suficiente como para detener a un bicho microscópico que no conoce. Creíamos que el tiempo de la peste y de las pandemias se había quedado en la Edad Media, y hemos visto, sorprendidos, que no es cierto. Que podemos ser vencidos por cualquier virus que se precie un poco. Que, en realidad, somos muy, muy vulnerables… Y esto, como cura de humildad, no está nada mal. Quizá aprenderemos algunas cosas, quizá sepamos reconocer y apreciar mejor lo que de verdad importa, quizá tengamos que repasar nuestra escala de valores…
Lo que sí he observado en lo que llevamos de crisis pandémica es que el mundo del fútbol está muy, pero que muy nervioso. Este asunto le ha tocado su balón de Aquiles: el flujo incontrolable del dinero por taquilla. Y ellos no están acostumbrados, como cualquier autónomo, obrero, o jubilado, a arreglarse con lo poco que le llega, y ajustarse el cinturón razonablemente, e incluso irracionalmente. Más bien todo lo contrario. Ahora miran estupefactos como a ellos también pueden hacerles un Erte, y están pasmados. Es un negocio fastuoso el suyo donde prima y se compra-vende todo, desde la imagen hasta las camisetas, en que se cobran fabulosos sueldos, cuantiosas primas y enormes emolumentos, y donde el cuerno de la fortuna de la publicidad está siempre abierto. La society del fútbol es, muy posiblemente, el mayor negocio del mundo después de la Iglesia…
Y ahora han probado en sus opíparas carnes que, así, de golpe y porrazo, como cae la hoja de una guillotina, zas, han visto cercenados sus cuantiosos ingresos. El celebrar partidos de competición a estadio cerrado, evidentemente no les compensa. Las taquillas no ordeñan a sus rebaños, los patrocinadores no venden su marca a los borregos, el negocio se seca, como una mata por su raíz si le falta el agua, y, los actores (no hablo de los que dirigen el cotarro, que esos ni se sabe lo que embolsan), los que saltan al césped, cobran cantidades estrambóticamente estratosféricas… Y estos dicen, claro, que no quieren jugar sin público porque no desean ser privados del mutuo disfrute que se procuran unos a otros, dioses y creyentes, ídolos y adorantes… Ya, claro, qué buenos son que nos sacan del sillón, dicen los inducidos. Y que nos traen el doblón, piensan los inducidores.
Pero sí, se ven preocupados, y en las declaraciones se les nota la renuencia a tener que suspender, aplazar o prolongar las competiciones. Si por ellos fuera, seguirían como si nada. Y caiga quién caiga, mientras suene, cling, cling, cling, la máquina tragaperras… Hasta Javier Tebas, el Presidente de la Liga, se responde a su propia autopregunta: “¿bajadas de sueldos de los jugadores?.. no descarto nada”.
Pues, ¿saben lo que les digo?.. Que si un desastre de estos sirve también para poner orden en estos, u otros, excesos, no será tan malo. Con los últimos escándalos entre los dirigentes de la Fifa se demostró que la actividad económica que genera este negocio (o que degenera, digo yo) convierte a sus altos organismos en auténticas mafias. Son muchos, muchísimos, los millones de personas en el mundo, adeptos bien adaptados, los que mantienen de muy buen grado a los santos papas y popes, sacerdotes y monagos de esta moderna religión. Y eso es dinero a chorro. Y sería una absoluta indecencia que, después de que pase esto, que vamos a quedar sumidos en una pobreza palpable, ellos siguieran cobrando sus deshonestos sueldos…
Han visto – como hemos visto todos - que un maldito y minúsculo bicho puede joderles el negocio, ya que se cierran todos los grifos al mismo tiempo, pero el principal de todos, la fuente madre y manadera, y mamadera, es el primero que se seca. Por eso no quieren jugar en campos vacíos. Naturalmente…
No cabe duda de que todo esto pasará. Eso es cierto. Pero el susto quedará, y el temor a que se repita durará, y anidará en la cúpula de este monstruoso casino y sus croupiers. Y verán su fragilidad, y reconocerán que son ídolos con los pies de barro. Y eso ya es bueno… Pero sería mejor, mucho mejor, que eso lo asumiéramos los que mantenemos tal monstruosidad. Que veamos que está todo en nuestras manos, mejor dicho, en nuestros humildes bolsillos, y que es muy fácil destruirlos. Que no son héroes a los que adorar, ni omnipotentes prepotentes a los que alabar. Que son gentes que viven opíparamente de un cuento que nosotros mismos hemos creado porque nos lo hemos creído. Y que basta con dejarles los campos vacíos para dejarlos a elos sin su lujoso pienso.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php / próximo programa, día 10 Abril: …MISIÓN CUMPLIDA
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