ENEMIGOS MÍOS...

 

…Dánosle hoy.- Así rezo (como con el pan nuestro de cada día) para que, al igual que ese pan, tampoco me falten mis enemigos. Aunque solo sean unos pocos, pero que, al menos, sean escogidos. Cuando uno escribe en algún medio, la figura del enemigo es tan inevitable como inestimable. Y muy de agradecer. Porque el amigo te sigue, te justifica, te comparte, te tolera, no te falla… pero el enemigo que se molesta en leerte, aún siendo un “contra” tuyo, y se toma la molestia de enviarte su rechazo, incluso en cabrearse y hacértelo saber además, eso tiene su mérito, no crean… Dicen que el que tiene amigos lo tiene todo, es verdad, pero el que no tiene enemigos le falta la piedra de contraste, el pié de rey, la proporción áurea…

                Yo, desde aquí, les doy las gracias. No quiero envanecerme de tenerlos, y me curo de ello pensando en que tampoco los merezco de mejor calidad. Al fin y al cabo, a los amigos los elige uno, se los curra, pero a los enemigos no, éstos les nacen entre el barbecho del camino. Y aquí reside la valía. Yo los tengo a ambos lados del espectro. Los tengo de derechas que no tienen mano izquierda, y los tengo de izquierdas que no dan una a derechas. Y los de ahora me hacen recordar a los que tenía cuando ejercía de picatoste empresarial, que los “sindis” me tachaban de fascista con la misma facilidad que “compas” míos me trataban de empresario rojo. Cuestión de matices. Yo siempre me lo he tomado como cuando mi madre me decía guapo, ¡qué iba a decir ella!.. Cada cual mira a través de sus propias gafas. Resulta inevitable…

                Pero quiero reivindicar el ingrato papel del enemigo. Como todo en esta vida, los hay de varias clases. Los hay tóxicos (también existen amigos así, también), como los hay posicionales, según el espacio que ellos ocupan y que creen que ocupas tú, y los hay sinceros y sin tacha. Y los hay muy leales enemigos, que me respetan y a los que respeto. Pero todos son necesarios… Sí, ha dicho necesarios.

                Porque, si nos esforzamos en ser mejores, o en rectificar, o en pararnos a pensar y madurar, o en superarnos, en el fondo es gracias a nuestros enemigos, que nos atacan, nos critican, nos condicionan, nos reconsideran y nos ponen en duda. Y todo eso nos dá certeza y consistencia en nuestros actos y pensamientos. Pensadlo bien. Ellos son el nahualt de los chamanes. Si Cristo no hubiese tenido su Judas, ni hubiera muerto ni hubiera resucitado, ni el cristianismo quizá hubiese existido. Como el maestro Salieri para Mozart.

                ¡Coño!, ¿y yo de quién soy enemigo?. Solo del que así me considere, aún sin serlo. Eso sí, me considero muy enemigo de la ruindad, la zafiedad, la vulgaridad, la mediocridad, la prepotencia… pero muy poco de las personas. Eso no me hace mejor, si no puede que peor, pues quizá debería convertirme en el azote personal de algunos alguienes. Pero, no… creo que no… mejor tener enemigos que serlo. Al fin y al cabo, están los que prefieren creer que soy su enemigo, aunque no lo sea, y los que se hacen mis enemigos en defensa propia. Lo que pasa es que estos últimos no saben distinguir entre ellos y lo que representan… Pero, bueno, a mí me valen, y me sirven, y se lo agradezco muy sinceramente… de verdad.