ENERGETICIDAS

  

Lo de la pobre señora de Reus, octogenaria, muerta por no poder pagar los recibos de la luz, ha hecho correr ríos de tinta. Está bien que sacuda conciencias, pero lo que pasa es que a los que debieran afectarles, no tienen conciencia. No es la primera persona que muere en un incendio causado por la llamada “pobreza energética”, ni tampoco será la última. Cada invierno aumenta el número de víctimas. Como aumenta el número de niños y viejos con pulmonías, neumonías y graves problemas respiratorios, por no poder disponer del mínimo calor con que calentar su hogar. Son millones de ellos.

            Muchos políticos más demagogos lloran lágrimas de cocodrilo y proclaman que la solución es compleja, pero yo creo que mienten. Basta con tener el coraje de acabar con esta vergüenza, por difícil que pueda ser, o parecer, el problema. Habría que empezar por prohibir a un político ser consejero de las eléctricas. Ni antes, ni después, ni nunca. Eso hiede corrupción y muerte (a los resultados me remito) que apesta. En algunos países, por ejemplo, se han dictado ya leyes para que, durante los meses de invierno, esté rigurosamente prohibido y penado cortar el suministro por falta de pago. Las empresas energéticas obtienen unos beneficios tan cuantiosos que asombra la criminal avidez de unos y la criminal dejadez de otros… O la criminal irresponsabilidad de ambos.

            Y es que la luz debería suministrarse bajo una rígida tarifa social, puesto que es uno de los suministros sociales más básicos y elementales de la ciudadanía. Su vida depende de ello. Y eso debería ser un derecho, como lo es la sanidad o lo es la educación. Parece mentira que en la Constitución se reconozca el derecho al hogar y no a caldear ese hogar. Antiguamente se hablaba de techo y lumbre, y luego se le añadió el pan… Porque la falta de luz no mata, pero el frío sí que lo hace. Y en el siglo XXI no tenemos otro elemento más a mano para vivir que un suministro mínimamente garantizado de energía, salvo, claro, que involucionemos y quememos los muebles en un hogar en el que cocinar y en el que calentarnos.

            Repito… ¿se trata de un problema complejo que no tiene soluciones sencillas, o de un problema sencillo que no requiere soluciones complejas?.. Yo creo que el problema reside en la conservación de unas ganancias desmedidas, y la solución reside en la implantación de unos ingresos medidos… El suministro de energía, básico, vital para la existencia, y el desarrollo del ser humano, no debería ser un negocio. Debería ser un servicio. Esa es la cuestión.

            Lo abyecto de ese mismo ser humano se da cuando nos aprovechamos de las necesidades más elementales de la gente para forrarnos. Hay muchas, muchísimas cosas con las que se puede hacer negocio. Pero hay unas pocas, muy pocas en realidad, de las que, aún pudiendo vivir de ellas, no debería estar permitido enriquecerse. Y esta de la que hablamos hoy es una de esas.

            Dice Rajoy, hablando de los contribuyentes, que somos “españoles, muy españoles, y mucho españoles”. Vale. Pero, ¿era la anciana de Reus española?, ¿son los millones de víctimas de la pobreza energética en este país españoles?.. ¿merece la pena ser español, don Mariano..?. En la próxima víctima muerta de frío, ¿habremos de soportar el vomitivo espectáculo de echarse la culpa mutuamente la administración y las eléctricas?.. ¿No son ambos por igual, culpables de esas muertes?.. ¿A quiénes quieren engañar..?. Que nos respondan, por favor…