ENTROPÍA
- Por miguel-galindo
- El 26/11/2018
Leyendo el periódico, los ojos se me van a un titular de alguien que intenta poner al Real Murcia como un valor eterno que no hay que dejar morir, ante las dificultades que está sufriendo por la disputa de su posesión entre varios grupos de intereses (razonablemente, y por pura lógica, debería ser al contrario, o sea, cuánto más pujen por él, menos penalidades económicas y de subsistencia, pero no es así). Enfín, como canto lírico, no está mal, pero afirmar que “dejarlo morir no es una opción ante algo que es eterno”, me parece, como poco, - si no otra cosa más cursi - una flagrante contradicción, pues si es eterno no puede morir… Y entronizar como valor eterno a un equipo de fútbol, la verdad, me parece un poco frívolo, pues ni siquiera los que visten sus colores por una nada despreciable paga cada fin de semana lo sienten así, ya que sus querencias están donde esté el mejor postor… Pero, enfín, si eso son los valores eternos…
Es que lo de la eternidad me ha hecho tilín, porque vivimos en un mundo entrópico, donde nada, nada, nada… es eterno. El que un C.F. llegue a centenario no es garantía de eternidad, si no de durabilidad. La ley de la creación entrópica es terriblemente simple: todo lo que tiene un principio, tiene un final. Absolutamente todo, y aquí no se salvan ni cosas muchísimo más importantes que el Real Murcia. Porque esto vá desde la vida de una mosca a la de las propias civilizaciones, filosofías, creencias o cualquier creación humana o divina, tarde horas o milenios, es igual… vivimos una realidad entrópica, y punto.
Hablando precisamente de cosas importantes, no de un club de fútbol por renombrado y famoso que éste sea, que se basa en mover ingentes cantidades de dinero alrededor de tótems mediáticos, alimentados y mantenidos por principios tribales, si no que hablando del testamento científico de un genio como fue Stephen Hawkings (ya cuento con que muchos de los que se conocen hasta el último de los muevepelotas famosos no sabrá quién es) pero es el mayor físico que haya producido la raza humana, en su última obra, editada tras su desaparición, habla precisamente de eso mismo… de que incluso el mundo que conocemos hoy, el propio universo, tendrá su final. El descubridos de su principio – el Bing Bang – nos dice, simple yllanamente, que si tuvo uno, también tendrá su término.
¡Pero, hombre..!, se me exclamará. Entonces la ley de la física sobre lo de que la energía no tiene ni principio ni final, si no que tan solo se transforma, ¿ánde queda la entropia esa, macho, acho…?. Pues precisamente en eso, en lo de que se transforma. La energía se hace materia para luego volver a descomponerse en energía pura con que crear nuevas formas de materia, etc. Es la materia y la forma lo que tiene su principio y su fin. La propia palabra “transformación” lo está proclamando: trascender la forma, pasar (trans) de una forma a otra, mediante la muerte de unas y nacimiento de otras… o mejor dicho, en otras, puesto que la energía es la misma. Esto es: la entropía.
Fíjense dónde leches nos ha llevado la tonta intrascendencia de un comentario fútil y exagerado en las páginas de un periódico. Esa idiota pretensión de hacer eterno lo que es un claro signo de involución. Ese afán de conferir eternidad a un fenómeno socio-tribal como es el fútbol. Hemos viajado de un pensamiento intrascendente a uno trascendente en cuestión de minutos. El principio entrópico de ello es el mismo: todo pasará.
Llevamos con nosotros el gérmen de la autodestrucción unido al de la autotransformación. Lo uno es externo, lo otro interno. Pero a eso mismo se le llama evolución. Depende de si caminamos hacia algo mejor o nos quedamos en lo peor. Depende de que soltemos lastre para poder adelantar y no atrasar, para avanzar y no anclarnos. Nuestra energía transformadora es el conocimiento. Si nuestra prioridad, nuestro anhelo, nuestra visión futura, es nuestro equipo de fútbol de toa la via, o es otra cosa.. Pero si nuestro tótum es el tótem, y el fútbol es un tótem, con sus mafiosos paniaguados medrando de nosotros, sus pulgones fieles y seguidores a su sacrificio de misa semanal, sus confesarios, quedémonos en el ejemplo con que arranca este artículo. Quieto parao. Y si no es así, abandonémoslo y sigamos avanzando en el mensaje que encierra su lectura.
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El próx. Viernes, 30/11, a las 10,30 h., en radio T.Pacheco, FM 87.7: 7, BIENVENIDO, MR. FASCIO que es como otro engañoso Mr. Marshall