ERNESTO CARDENAL

Ernesto Cardenal - Wikipedia, la enciclopedia libre

                Permítanmelo, por favor… Como no pude hacerlo en su día por el advenimiento del coronavirus, déjenme que el de esta semana lo dedique para despedirme de Ernesto Cardenal, al que considero un amigo, camarada, hermano, cura – que no sacerdote – confesor y confidente, a pesar de no conocernos personalmente… bueno, una vez, hace 25 años más o menos, apareció por Murcia para dar unas conferencias, y lo vi a distancia, y lo escuché en la cercanía, y lo sentí en la intimidad, y lo reconocí con respeto. Solo eso. Bastante. Lo suficiente… Ahora ha cambiado de morada, a los 95 años de edad. No ha muerto, ha cambiado de domicilio. Porque para este hombre no existe la muerte, si no el cambio, ni para los que comparten su Dios cósmico y universal tampoco. Y no, no teman, que no son conocimientos, si no sentimientos. No es cuestión de comprender, ni de saber, ni de entender, tan solo de sentir. Solo los dogmas se aprenden, las verdades se sienten…

                A Ernesto Cardenal se le ha conocido por muchas cosas. El padre de la Teología de la Liberación, sacerdote y cura, ministro de cultura durante el sandinismo (cuando Ortega dejó de lado a los pobres convirtiendo el régimen en dictadura, Cardenal defendió la justicia enfrentándosele), poeta, filósofo, escritor, pensador, premio Príncipe de Asturias de Poesía, varias veces nominado para el Nóbel de Literatura… y nicaragüense sentido y confeso. Nunca, jamás, abandonó su tierra ni a los suyos, a los pobres, los humildes, aún poniéndose delante de los poderes políticos absolutistas, e incluso de la propia Iglesia. Y no es que su valentía le viniere de su ordenación, a fin de glorificar iglesia alguna, no, si no de su fé… pero no confundamos fé con dogma, no en su caso. Su fe estaba más allá de la Iglesia, del dogma, incluso de sí mismo. Su Dios no es el dios convencional del catecismo. Su dios es un Dios universal que nos contiene a todo lo creado al mismo tiempo que Él mismo es contenido en todo lo creado… No un demiurgo que crea un mundo y lo coloca frente a él como un jarrón, para recrearse en lo hecho: he aquí mi obra… No. En el Dios de Cardenal, la obra no es externa a su creador, la obra ES su creador, y el Creador es en Sí mismo su propia obra. Ambos, Creador y Obra, se contienen mutuamente y son uno solo.

                No es nada extraño que el Papa Juan Pablo II humillase su mansedumbre y lo amonestara públicamente en 1.983, suspendiéndolo de su sacerdocio “ad divinis”… No era por ninguna teología que liberara a pobre alguno, aunque también, un poco, sí. Era porque su pensamiento trascendía y superaba, por acertado, el de la propia Iglesia, por falseado. Hasta que el actual Francisco lo liberara del anatema cobarde, Ernesto Cardenal pasó más de 35 años suspendido como sacerdote, que no como cura… Ad Divinis, ante la divinidad, si bien no sabemos qué demonio de divinidad, pues aquello no fue otra cosa que el catolicismo excomulgando al cristianismo.

                Sí, perdonen, excúsenme, pero fue exactamente eso mismo: en la condena de Woijtyla a Cardenal asistimos a la condena del cristianismo por parte del catolicismo, puesto que mi admirado y admirable camarada Ernesto comulgaba en las fuentes más puras, genuinas y auténticas del inconfundible (aunque sí falseable) mensaje cristiano… Por cierto, y haciendo una parte o inciso – a ver si algún alguien me puede recoger o informar dónde adquirir su famoso Evangelio de Solentiname, que escribió allí, en ese pequeño archipiélago del Gran Lago de Nicaragua -. Lo he buscado por todas partes, y nada, o soy un zote, o está “agotado y no reeditado”, o “desclasificado”, o “perdido y desconocido”, que son las modernas etiquetas empleadas en vez de “censurado”, que sería lo más acertado por aceptado. Es lo mismo que ocurre con la Teoría Cristocéntrica del Universo de aquel Jesús Hurtado, cura malagueño, o con las obras de Max Heindel, o con la posiblemente próxima, también de Ernesto Cardenal por cierto, “Canto Cósmico”, que es el canto y encanto por todo cuanto existe…

                Muchos lo conocían como “el poeta del universo”, y es que le venía como anillo al dedo, la verdad… Yo, por mi inescondida admiración ante su figura, me leía cuanto aparecía de él en los periódicos, desde su más que humilde, pobre, retiro. En una entrevista de las últimas que le hicieron los de El País, decía que él hacía “poesía científica”, pues se basaba en lo que llamaba “hacer oración desde los libros científicos” (se estaba refiriendo, muy concretamente, a la física quántica), y se refería a ella – a su poesía y a la ciencia – como “veo en ello lo que algunos ya reconocen como las huellas de Dios en su Creación”…

                Pero no fue siempre solo un místico visionario. También fue un místico activo y comprometido. Quiso fundar la utopía humana de Solentiniame, el aún no estrenado cristianismo, pero la dictadura sangrienta de Somoza destruyó la comunidad, sus poetas y pintores se hicieron guerrilleros, y él se dedicó a defender a los perseguidos y acosados, aún viendo la propia mano de “su” Iglesia en la represión y la violencia contra “sus” propios pobres… Sin embargo, y a pesar de todo, el exteriorismo con que quiso caracterizar su obra, no se contagiaba, no llegaba. Era puro interior. Demasiado suyo. Fácilmente transmisible pero difícilmente entendible. Hablar de la lucha a ras de tierra y del Dios en las estrellas – no de la estrellas, cuidado – es un prodigio pendiente de un milagro: que lo entiendan y lo comprendan.

                “Somos polvo de estrellas”, dejó escrito… Sí, lo somos. Como somos las mismas estrellas, el mismo universo, y el mismo Dios. Estamos hechos por Él, de Él y con Él, y la razón y sentido de todo, como dijo el Nazareno aquél, es que no hay que buscarlo en templo ni sacerdocio alguno, si no dentro de uno mismo… Descansa en paz, amigo mío…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ

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