ESPAÑOLIDAD
- Por miguel-galindo
- El 05/12/2016
Dijo Fernando Trueba recientemente en la Universidad de Zaragoza, que otra vez se lo pensará dos veces antes de ser honesto al decir lo que siente. En la presentación de su última película, La Reina de España, le han caído tortas de todos los lados por aquello que dijo un día en la recepción de un premio, de que él no se siente español al uso… Hace bien. En este país no se puede ir de sincero, hay que ir con doblez. Esquilache quiso quitar los embozos de la capa y el sombrero, y le costó motín y puesto, acuérdense de la Historia… Así mismo, Jordi Évole ha intentado justificar a Fernando Trueba, y le han caído las del pulpo.
Pero yo, como carezco de autoridad en materia alguna, soy escribidario de séptima fila, y mi opinión se la suda al respetable de casta, me voy a permitir alinearme con Trueba, a ver qué pasa, si pasa algo. Ventajas de ser nadie. Pero yo tampoco me considero español con marchamo de autenticidad certificada. A mí tampoco me gusta la Fiesta Nacional, y lo de la Roja me la trae al fresco. Lo siento mucho… mejor dicho, no lo siento, porque así mismo lo siento, ya me entienden si me entienden…
Un servidor, al fin y al cabo, no aporta nada al brillo nacional, pero Fernando Trueba contribuye enormemente al patrimonio de la cultura cinematográfica española, y así es reconocido en todo el mundo por todo el mundo, lo que pasa es que aquí, el prestigio de la cultura se valora lo que una moñiga, aunque eso sí, se sobrevalore la selección rompepelotas, como se valora el patrioterismo sobre el patriotismo.
La patria de Trueba es mi patria. Confesado queda. Ni mi patria son los nacionalismos, ninguno, ni es el nacionalismo uno, grande, y libre no lo es en tanto y cuando se imponga a hostia limpia por los inquisidores que siempre resucitan en las épocas oscuras, y cuyas oscuras huestes de fanáticos ciegos siguen escupiendo y azotando al del sambenito a golpe de fusta y de twiter.
Un subvencionado no tiene porqué ser un comprado. Se supone que se subvenciona, no a él, sino a una labor, un producto, un resultado, un trabajo, que ha de redundar en beneficio comunitario, bien en forma de servicio, de cultura, de prestigio, o de cualquier otra prestación al colectivo social… Eso es lo que se supone que es una subvención. Pero estamos tan acostumbrados al amiguismo y al clientelismo que pensamos que todo es lo mismo.
Y, a veces no tiene por qué ser así, y a veces no es así. Y se subvenciona la labor, el resultado, no la persona. Ni una subvención compra un bozal. La libertad de expresión y pensamiento, cuando éstos se subvencionan, dejan de ser libres automáticamente. Yo no comparto todo lo que le he oído a este hombre, pero reconozco que es uno de los mejores directores españoles a nivel mundial que tenemos. Las cosas, como son.