ESTO APESTA...

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Con todo lo que está pasando últimamente, y las acusaciones cruzadas por parte de los dos ominosos grupos de asociados políticos (amigo de hoy, enemigos de mañana) y nosotros seguimos en nuestro papel de diana. En eso mismo nos han convertido. Dicen representarnos pero no es cierto, nos utilizan de mala forma y peor manera, si bien nos han domesticado para hacer palmas a cada una de las dos pistas del circo que han convertido a este país… Pues decía que con todo esto que está ocurriendo…

            …Me dio por pensar – mejor por recordar – que cuando vivíamos (los que vivían conmigo, claro) bajo la dictadura franquista, si bien tenía graves riesgos e inconvenientes, también es verdad que gozaba de una enorme ventaja: si hacías caso a todo lo que te mandaban y a todo lo que te prohibían – más de lo segundo que de lo primero – no te pasaba nada. Era un sistema muy simple. Y muy cómodo. Solo se trataba de someterse sin hacer preguntas, de obedecer, y sobre todo, de ver, oír y callar. Es más: se reducía a tener la boca cerrada. Solo eso.

            Los escolares, o lo que fuéramos aquello, nos teníamos que tragar la Formación del Espíritu Nacional (Fen) – entonces no existía ningún pin, ni parental, ni parietal, ni pariental, ni nada - que nos convertía en pequeños y obedientes alevines de nazis, si bien, gracias al cielo, no todos nos creíamos aquello conforme nos nacía la matapelo. Existía otro peñazo, que aguantábamos con santa mansedumbre e igual incredulidad: la Religión. Cuando la dictadura es un nacionalcatolicismo, todo español había de convertirse en monje con mala leche. El cuerpo estaba hecho de pecado, y el pecado solo anidaba en el cuerpo, así que no pienses, no sientas, no hagas… fácil. Había otras pequeñas menudencias, como que los muchachos no lleven el pelo largo ni las muchachas la falda corta. O que había que separar los sexos en las escuelas y otros sitios por pecaminosos y contaminantes del alma. Que tenías que confesarte ante un cura al menos una vez al año, mínimo. Que todos los días había que cantar el Cara al Sol con el saludo fascista enhiesto y viril. Y cien mandamientos más…

            Y como niños que éramos lo teníamos no muy duro, si lo comparábamos con nuestros padres, que si no juraban, o acataban los Principios Fundamentales del Movimiento, la familia, tú incluido, no comíais. Ellos sabrán las presiones, humillaciones e injusticias por las que tuvieron que pasar para poder seguir manteniendo y existiendo. En un Estado de pensamiento único y dirigido, la propia sociedad se convierte en policía de sí misma (en nuestro caso, en guardia civil de servicio permanente) pues una parte, los que viven, vigilan y denuncian a la otra parte, los que sobreviven. Y los adictos al régimen nos tenían a todos los demás a régimen.

            Existía la que criticaba a otra por entrar a la Iglesia a medio-velo, o la denunciaba al cura por semiescotada; el señor que se quejaba al guardia de que unos zagales se reían desmedidamente y sin motivo aparente; la otra persona que se chivaba de que en una esquina había más de cuatro en conciliábulo, o de que muchos jóvenes se reunían en  una determinada casa; o el que soplaba a la autoridad competente que el vecino no iba a Misa los domingos y fiestas de guardar; o los que crucificaban a los novios que se cogían de la mano; o los que se ponían a la puerta del cine a tomar nota de los que entraban a una 4R, o menores a no toleradas; o aquel otro que se convertía en censor local por arte, parte y gracia del Jefe Local de Falange...

            …Y que me dio por pensar en todas estas cosas vividas y pasadas, óigan, que ya digo, no sé por qué. Cosas de viejo, que cada vez nuestro subconsciente se pone a rebobinar en automático y casi que sin poder evitarlo, basta que algo pulse el “on” y se pone en marcha… Puede que sea por volver a oír ciertos términos ominosos, como antaño, ciertas amenazas, ciertas acusaciones y ciertos chantajes, como si se hubieran escapado de su tiempo al que pertenecen, y se presentaran como nuevas, puras y redentoras, cuando en realidad son viejas y pertenecen a una historia manchada de sangre y venganzas que hay que enterrar…

La memoria es buena, porque te advierte, pero es mala cuando se convierte en profeta del presente. De ahí lo bueno de la advertencia… A mí me dá la sensación que nuestro pasado quiere secuestrar nuestro futuro, y, la verdad, no me gusta. No me gusta nada…

 

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php /

         MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php / próximo programa, día 07 Febrero: LA MUERTE DEL COMERCIO

 

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