¿ESTUPIDEZ O DECADENCIA?
- Por miguel-galindo
- El 11/09/2020
O yo no entiendo nada, o carezco de toda sensibilidad, no ya de sentimientos, pero sí de todo buenrrollismo, o es que la estupidez humana no tiene límites. Juzguen ustedes mismos, si me hacen el favor… Me acabo de enterar que la sociedad propietaria de los derechos de autor de la famosa novelista Agatha Christie, a través de su portavoz, un bisnieto de la misma, ha hecho público, a la vez que lo comunicaba a la editora, que la célebre y conocida obra Diez Negritos, ya no se titulará así, y pasará a llamarse Los Últimos Diez, como fruto de la última moda o tendencia (frívola e idiota) de un antirracismo más patético que auténtico, que ya ha conseguido, por ejemplo, que Netflix retire tontamente Lo que el Viento se Llevó, por lo mismo…
Si recuerdan la trama de la obra, el nombre le viene porque toda la intriga se desarrolla en un lugar llamado La Isla del Negro. Pues bien, estos pobres imbéciles le cambian el nombre como La Isla del Soldado, y todo arreglado. Aunque hubiese obedecido a una dudosa por desastrosa lógica, al menos debería llamarse Diez Soldaditos, ¿no?.. Pero, claro, mentes tan sagaces y privilegiadas habrán pensado que por si se molesta el ejército de su graciosa majestad la reina de sombreros, por encontrar peyorativo el diminutivo, pues nada, con Los Últimos Diez, neutro como un cero a la izquierda, va que chuta…
Y a mí, personalmente, me parece – es mi opinión, claro – que esta cruzada está dañando más la dignidad de las personas negras que defenderla. El negar un hecho no es defenderlo, si no ocultarlo. Esta gente, mediocre y estúpida, que se apunta a estas anormalidades mentales, están practicando el negacionismo más absurdo y ciego, pero nada más… No existe el hecho, piensan, ergo no existe el problema. De bobos con paperas. No conozco un solo negro que no se anorgullezca de ser negro. Esa es su realidad y su dignidad. Igual que el blanco se jacta también de serlo. Otra cosa muy distinta es el respeto a la igualdad de derechos entre ambos, naturalmente. La sola intención de silenciar el hecho de serlo (negros) ya es un reconocimiento a su (falsa) inferioridad. La enfermiza lógica es: para que no se sientan mal, eliminamos los hechos, y no existiendo ni habiendo existido, no se pueden ofender.
Sin embargo, no hay mayor ofensa que ignorar la realidad, y, sobre todo, la realidad histórica. Si hemos construido una sociedad injusta y errada, lo que hay que hacer no es borrarla, si no cambiarla. Mejorarla, no negarla… Por eso creo que los que están detrás de esta majadería, de este orquestado oleaje – y ustedes me perdonen, por si acaso – son precisamente los racistas. Racistas que estaban perdiendo la razón de su lógica, y siguen perjudicando a los negros haciendo lo pretendidamente contrario a lo que hacían. Han cambiado los hábitos del Ku-Kux-Klan por las togas de abogados defensores negadores de toda realidad. Pero son los mismos.
Que yo sepa, la lacra esclavista del siglo XIX no desapareció negando el hecho y a sus protagonistas, si no enfrentándolo y combatiéndolo con la razón, haciéndolo muy real para poder extinguirlo de la sociedad humana. Se puede combatir algo real, pero no a lo irreal. Pero el esclavismo existió sí o sí, por mucho que ahora se oculte, se tape, se censure o se niegue… Es que, de eso mismo se trata, no lo disimulemos también: de la censura del buenismo, de la censura de lo políticamente correcto, de la censura del tapadillo y dobladillo, encubierta por una falsa corrección que al final es una inquisición.
En el ejemplo que tratamos, aquí, en España, su editorial (Espasa) mantiene, de momento, sus negritos exteriores, en la portada, si bien en su interior, se ha visto obligada a hacer figurar el inocuo título inglés de los Últimos de Filipinas… No sabemos si la atrevida obra teatral Los Negros, de Jean Genet, cambiará su nombre por “Los que no existen”; o el clásico El Rojo y El Negro, de Sthendal, habrá que deslutarlo; o al título de aquella conocida película brasileña Orfeo Negro, habrá que teñirlo de rubio; o la otra Orquídea Negra, se arrancará de su maceta; o a la Negra Espalda del Tiempo, de nuestro Julián Marías, habrá que caparle el oscuro…
Lo cierto, es que estamos asistiendo a una retrotransmisión de estadios que deberían estar superados por la cultura y el conocimiento. Estamos viviendo una degradación de conceptos, significados y valores que enturbian, burlan y falsean la realidad de una manera surrealista y vergonzosa. Pero lo peor de todo es la acogida aparente en una sociedad idiotizada que la adopta como una moda a lucir. Y que solo puede obedecer a una sociedad decadente… Puede que sea eso, precisamente.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
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